SERGIO MARTÍN DEL CAMPO
Con estos ridículos y absurdos ecologistas
políticos, que no científicos y morales, léase “antitaurinos” sin
“antitaurinísmo”, regados hasta por el último rincón del Atlas –para recordar
que el pensamiento único lo impone y lo hace llegar EUA a donde le conviene,
encuéntrese en donde se encuentre aquel- ya no se sabe si reír o llorar.
Aunque en realidad están distraídos y no
indignados, el resultado es el mismo: ira y desprecio para con sus semejantes,
empatía y “compasión” hacia las bestias.
Mayo ha sido sellado por una serie asaz de
percances en los ruedos del planeta. Dos de ellos principalmente han sido,
hasta hoy, los de mayor severidad: el primer día del mes cuando un astado de
Guanamé le provocó al genial e incierto diestro de Apizaco Rodolfo Rodríguez
“El Pana”, una voltereta que le mantiene al borde de la muerte, y el dramático
sucedido a un desconocido novillero, Renatto Motta, en Malco, pueblo alejado de
Dios en el país hermano de Perú, el cual tuvo dividendos fatales.
Ambos accidentes desataron el nudo de la
imprudencia de las lenguas y tanto en redes sociales como en otros recursos de
comunicación inmediatistas, se leen los más descabellados comentarios “a favor”
de los toros y de alegría, por la “justicia divina” al haberse vengado el toro de
tanto “agravio” de que es “víctima” en los cosos.
No obstante la indignación que pudiese causar el
granel de semejantes “pensamientos”, el espectáculo taurino sigue siendo el
mismo: una fiesta brava mancillada por los propios “taurinos”:
Ganaderos piadosos
no para con la grandeza de aquella sino para con las abusivas figuras que
exigen e imponen torillos sin trapío, mochos y que pasan y pasan sin que pase
nada; ferias españolizadas que se estructuran bajo el criterio de mediocres
toreros ibéricos en retiro; autoridades que no aplican su autoridad; idiotas
que por llenar planas mal redactadas, sin criterio y sin conocimiento se
autoproclaman como “el diario más taurino del mundo”, confundiendo la cantidad
con la calidad; vividores que, no conformes con el sueldo que les pagan los
medios en los que laboran, piden dinero a empresas, novilleros y matadores para
publicarles “buenas notas”; jueces y asesores que tienen miedo al “devastador”
poder de los dueños de las plazas, y hacen diligencias a favor de los mismos y
no del público que todo lo paga y todo lo consume; mafias insulsas, ineptas y
absurdas que ponen e imponen a señoritos sin mérito en los mejores carteles y
las mejores fechas, mismas que desperdician, mientras dejan fuera a espadas con
superior torería que podrían apretar a los alternantes y provocar pasiones en
los escaños con carteles atractivos y novedosos que llamen realmente la
atención; un sistema empresarial que prefiere importar figuras y pagarles
demasiado caro, que formarlas y producirlas pese a tener recursos humanos para
ello; publicistas etiquetados de cronistas que justifican todo y no critican ni
denuncian nada y usan cualquier palabra en vez de usar la de la verdad –justo
en vez de falto de trapío, sin suerte en vez de incapaz, demasiado noble en vez
de manso, no tuvo toros a modo en vez medroso y carente de profesionalismo, el
toro fue áspero en vez de el toro tuvo raza y no pudo con él, y un longitudinal
etcétera que acabaría con mi tinta-; finalmente tenemos una fiesta cada día menos
mexicana y más españolizada que acabará, de no poner remedio, aún más sometida
a los del otro lado del Atlántico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario