El rejoneador manchego salió a
hombros en una tarde tormentosa bajo el efecto de la Champions.
Ismael del Prado
Diario LARAZON de
Madrid
Cemento, mucho cemento. Demasiado para estar en San Isidro.
Hasta poco si tenemos en cuenta el contexto. Tarde tormentosa y ese huracán
futbolístico de una ciudad colvulsa en plena final de la Champions. Siendo
Madrid el epicentro de semejante tsunami entre las dos aficiones de la ciudad
quizás, sólo quizás, hubiera convenido adelantar clarines y timbales. Por
aquello de no tirar piedras contra nuestro propio tejado. Si hasta Granada, a
cientos de kilómetros, se cubrió las espaldas... Incomprensible sin sentido.
Pese a ello, la media entrada, siendo condescendientes, de
fieles que ocuparon su localidad en la piedra pudieron disfrutar con la tercera
Puerta Grande de Sergio Galán en otros tantos San Isidro.
De vacío se había ido Sergio Galán hace justo una semana. No
quiso repetir balance siete días más tarde. Una oreja paseó del segundo, justo
de fuerzas, con el que demostró la profundidad de su cuadra con «Descarado» y
el bayo «Trópico». Pero fueron las piruetas de «Titán» y, sobre todo, con
«Óleo» un poderoso carrusel de cortas en un palmo, muy reunido, las que
acercaron el trofeo. El rejón de muerte, en todo lo alto. De efecto fulminante.
Rubricó su enorme tarde con los aceros con otro gran rejón al buen quinto. Lo
enceló en una baldosa con «Amuleto». Luego, templó con «Ojeda» toreando a dos
pistas. Auténticos muletazos en los cambios de pista. «Apolo» pisó terrenos muy
complicados, con torería, y se lo dejó llegar muy cerca. El carrusel de cortas
con «Óleo» fue la guinda. Oreja de ley.
Joao Moura y «Perera» fueron protagonistas en el tercero. El
luso toreó muy templado de costado y llevó templada la embestida de un animal
exigente y con fijeza al que quebró muy ajustados en banderillas. Arriesgó en
los embroques, pero un pinchazo en la suerte suprema hizo que cualquier opción
de triunfo se desvaneciera.
Cuando asomó el sexto, poco más de un millar de valientes
quedaba en el tendido. Aguacero puro. Torrente de valentía de Moura, en esas
condiciones, una quimera, rejonear. El ruedo, un barrizal ya. Brilló sobre
«Xeque-Mate» con los garapullos. Esfuerzo sin premio por el acero.
Otro portugués, Rui Fernandes, esperó al que rompió plaza,
que salió con muchos pies y tuvo codiciosa emoción, en la boca de chiqueros
sobre «Canario». Emocionantes arrancadas, que luego refrendó en banderillas con
«Cervantes». Ahí, llegó lo más destacado. Buena doma y técnica refinada, sin
estridencias. Clasicismo. Luego, el filo del rejón viajó muy trasero y en los
blandos, razón por la que el presidente se mantuvo firme pese a la mayoritaria
petición.
Nada que ver con el noble cuarto -para entonces la
desbandada ya había comenzado- al que quebró de salida en los medios con el
primer rejón de castigo y que posibilitó buenas banderillas a lomos de
«Estoque». Sin embargo, marró en uno de los tramos y enterró el de muerte en
los blandos. Silenciado.
La tarde era de Galán. Puerta Grande en San Isidro, la
Champions del toreo.
FICHA DEL FESTEJO
Se lidiaron toros, reglamentariamente despuntados para rejones, de Benítez Cubero y Pallarés (5º), desiguales de presentación. El 1º, bueno y con
codicia; el 2º, manejable pero a menos; 3º y 6º, con movilidad y exigentes; el
4º, con bondad; el 5º, buen toro, noble y con transmisión. Media entrada.
Rui Fernandes, rejón muy trasero y caído (saludos);
rejonazo, pie a tierra, descabello (silencio).
Sergio Galán, buen rejón (oreja); buen rejón (oreja).
Joao Moura, pinchazo, rejón caído (saludos); rejón
trasero, tres descabellos (silencio).
Las Ventas (Madrid). Vigésimo segunda de San Isidro.
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