Fotos: Juan
Lamarca Lopez
El triunfo de David Mora en la tarde de este
martes sobre el ruedo de Las Ventas fue el preludio de una jornada intensa y
brillante para la tauromaquia que se abrió con el toque de clarín de una
soleada matinal madrileña para un paseíllo de lujo encabezado por don Víctor
José López El Vito al que arropó lo más granado del mundo del toro. Su actuación
también fue en la Monumental de la calle de Alcalá pero en el ruedo de la
cultura, en la Sala Cossío, para presentar su obra cumbre, su “Memoria
de Arena”, medio siglo de pasión taurina”.
No quedará un rincón de la geografía taurina donde
el Vito no haya dejado su huella ni haya dejado de sembrar el afecto y
admiración a su persona y a su pluma, y así en la todavía capital de España se
ha vuelto a demostrar con el excepcional elenco de personajes y personalidades
que han acudido a la llamada del amigo, del periodista, y del egregio escritor
que es El Vito.
A su vera y en la mesa tribuna estuvieron el
periodista Paco Aguado, que presentó y moderó el acto, Juan Lamarca, presidente
de Las Ventas, y dirigente del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida,
Carlos Aragón Cancela, matador de toros y ganadero de 'Flor de Jara', y los
históricas figuras del toreo Pedro Gutiérrez Moya "El Niño de la
Capea" -"Salamanca tierra mía llena de arte y sabiduría"- y Paco
Camino, el de siempre, el eterno"Niño sabio de Camas".
Fue una delicia el relato de todos ellos contando
y cantando las virtudes de El Vito, su relación con él, historias y vivencias
que reflejan el espíritu del medio siglo de pasión taurina de don Víctor, y en
parte recogidas en el libro testimonio de su propia historia en la tauromaquia
mundial.
La emotividad que se vivió en la mañana en esta
Sala Cossío fue el preludio de emociones vividas por la tarde, irradiadas por
la humanidad y pasión de un torero colosal, David Mora, al que Dios premió su
fe y sacrificio para renacer a la vida con un toro como Dios manda y que
llevaba el hierro de Alcurrucén.
Efectivamente, un preludio protagonizado por El
Vito, con su soberbio relato de su obra iniciada hace cincuenta años, tal que
su memoria en el toro, donde afloró el mismo sentimiento y capacidad narrativa
que ha sabido plasmar sobre el papel, pero con la emoción del momento que no
pudo contener un hombre tan curtido como don Víctor, con voz entrecortada y
ojos vidriosos ante sus entrañables amigos.
Porque ante él, como imagen en ornacina de
adoración, se postraron colegas suyos como Fernando Fernández Román, José
Carlos Arévalo o Guillermo Leal, ganaderos como José Luis Lozano, apoderados
como Lázaro Carmona, Luis Álvarez, o Manolo Lozano, toreros desde los más
jóvenes como Jesús Enrique Colombo o Posadas de Maravillas, hasta los veteranos
Juan Antonio Alcoba Macareno, José Ortega Cano. La tauromaquia americana fue
muy bien representada, por el grandioso César Rincón, Miguel Espinosas
armillita o El venezolano El Brillante y los aficionados mejicanos como Jorge
espinosa de los Monteros, los venezolanos Migue Guía o Williams Cárdenas, entre
otros muchos ilustres y representativos, y además de uno muy especial como don
Leopoldo López, pariente de El Vito y padre de la víctima del chavismo, el
opositor encarcelado en Caracas Leopoldo Lóez, que ante la oportuna mención de
Juan Lamarca, una solidaria y cariñosa ovación le obligó a saludar en pie.
Y para ovación clamorosa, como premonición de la
que habría de recibir David Mora en su paseo a hombros por el ruedo de Las
Ventas, fue la que le brindaron los presentes a don Víctor José López El Vito,
orgullo venezolano, orgullo de América y del toreo mundial.
Larga vida don Víctor y que Dios le bendiga a
usted y su pluma para que su memoria siga fecunda y nos regales sus recuerdos y
próximos libros.
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