Recibido
y despedido casi como un héroe, el torero de Lorca se sobrepone a dos feas
cogidas y torea con rico compás al mejor toro de Las Ramblas. ** Un sobresaliente
sobrero de Julio de la Peña.
Paco Ureña |
BARQUERITO
Fotos: EFE
NO PUDO JUGARSE completa una corrida de Las
Ramblas de muy desigual traza. Pasaron reconocimiento cinco toros solamente. El
tercero de sorteo, cinqueño, muy justo de trapío, fue devuelto por
desparramarse. Un sobrero de Julio de la Peña, muy en el tipo de lo de Salvador
Domecq, fue el toro de la corrida. De calidad sobresaliente por la mano
derecha, un puntito celoso por la izquierda. Completó corrida un toro
grandísimo de Buenavista, negro y sin enmorrillar, casi 600 kilos, dos finas
puntas, finos cabos, el hocico Tamarón.
Solo Paco Ureña pudo matar los dos toros de Las
Ramblas previstos. Terciados los dos. Noble y sencillo el segundo de corrida,
colorado, bien rematado, la fuerza precisa y ni una gota más. Más armado el quinto,
corto de cuello, picado trasero tras haber hecho fu al caballo, algo menos que
las fuerzas precisas, rebrincado en cortos viajes. No tan noble ni tan sencillo
como el segundo, pero ni artero ni difícil.
Fue tarde ventosa y esos dos toros, y los dos de
El Cid también, se acabaron jugando en tablas, rayas o tercio del 5 y el 6, los
dos tendidos de sol donde menso descubre el viento. Los dos toros cogieron a
Paco Ureña. El segundo lo empaló en la salida de la reunión con la espada.
Final de faena, por tanto. Percance saldado con varios pisotones. El quinto,
que se revolvía y metía por la mano izquierda, la cara a media altura,
sorprendió al torero de Lorca entre pitones y sin recursos ni espacio para
librarse de la cogida, que fue dramática: el torero, inerme y entre las manos
del toro un ratito largo. Un puntazo leve en muslo y escroto. Quite puntual de
todo el mundo. Se repuso Ureña. Una ovación de trueno.
No fue la primera ni la última. Trataron de
sacarlo a saludar al final del paseíllo. No era difícil entender que el coro de
fuertes aplausos, salidos del sector duro de la plaza, iba por él, pero Ureña
decidió no darse por aludido. Como si fuera la resaca de su brillante primera
tarde de feria, la del pasado viernes 13 de mayo, cuando se jugó la piel con
dos destacados toros de sangre salvadordomecq. No pudo rematar entonces a modo
con la espada la que habrá sido, junto con una de Ponce y otra de Roca Rey, la
faena más subrayada, jaleada y coreada de todo San Isidro. Tres días después un
toro de Victorino le pegó a Ureña una pequeña cornada en Vic Fezensac, el más
duro de los templos toristas de Francia. Cornada curada pero no intervenida.
Hasta el sábado fue dudosa su presencia en esta corrida con que remataba feria.
Cuatro toros de la estirpe segura de Salvador Domecq. Dos, los puros, con el
hierro de El Torero, el de don Salvador. Y estos dos de Las Ramblas, con el
hierro de Daniel Martínez. Es curioso que el toro de la corrida, el sobrero de
Julio de la Peña, fuera puro salvador, y de nota.
El Cid |
Por todo un poco –por la comparecencia puesta en
duda, por la cornada de Vic, por las dos faenas del día 13, por la del toro de
Adolfo Martín el pasado otoño- Paco estrenaba oficialmente su cartel de torero
de Madrid. El cartel supone la entrega sin la menor reserva de quienes deciden
en esa cuestión. En ambiente incondicional, Ureña cumplió con su papel. Al toro
sencillo le hizo una sencilla faena, de ajuste y asiento llamativos, caliente
desde el arranque porque no hubo ni pruebas, puesta en valor en una tanda, la
segunda del trabajo, muy despaciosa y ligada en el sitio con la zurda. Fueron
más redondas las tandas pares que las impares, y la tercera de estas, la sexta,
la más generosa, de siete ligados y dos de remate. Todo pasó en un terreno
mínimo. Y pese a ser faena de temple clásico, pareció cumplirse en un suspiro.
Y, sin embargo, el toro, la estocada trasera y tal vez ladeada, tardó en
echarse no poco. Tres descabellos. No quiso Ureña dar la vuelta al ruedo. Le
animaron a hacerlo.
La decisión de irse a esperar a porta gayola al
quinto produjo sorpresa. Con esa temeridad no se contaba. Tampoco con que el
toro lo desarmara en un raro renuncio de las dos partes. No gustó que el toro
claudicara, se rebrincara o perdiera las manos, pero, mientras se castigaba de
palabras al ganadero, se sostenía la apuesta de Ureña, firme, en sitio difícil,
de tragar a la fuerza. Antes de la cogida, una enroscada tanda de tres
naturales, crema de la faena. Y después de la cogida y la paliza, en clima casi
épico, toreo más ligero –a pies juntos, de perfil, al toro pasa- saludado como
suprema invención. Igual que los lances de recibo a pies juntos, en tablas del
tendido 7. Un pinchazo soltando el engaño, y soltando engaño una estocada
letal. La vuelta al ruedo fue triunfal. En el camino a pie hasta la enfermería
desde el burladero de capotes, salvas de aplausos.
Muy descarado, el primero de corrida fue incierto
por distraído. El Cid hizo de tripas corazón, el viento lo descubría, no acaba
de fijarse en engaño el toro, algún momento luminoso, una estocada en los
blandos. Con vómito. La faena del toro de Buenavista fue faena de sol e
interminable. De tandas acumuladas, lo propio de las faenas planas. No contó.
Fortes no acertó a acoplarse con las calidades del toro de Julio de la Peña.
Firme, sereno, entero. Pero la firmeza, la serenidad y la entereza solas no
bastaron. El gigantesco sexto, todavía más falto de fijeza que el primero de la
tarde, no hizo más que desparramar la mirada, pero no por buscar presa, sino
por hallar hueco por donde escapar.
POSTDATA
PARA LOS ÍNTIMOS.- La mueca triste del torero que sufre.
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Las Ramblas (Daniel Martínez), uno -4º- de Buenavista (Clotilde Calvo) que completaba corrida y un sobrero -3º
bis- de Julio de la Puerta.
El
Cid, silencio y silencio tras
aviso. Paco Ureña, saludos tras
aviso y una oreja. Fortes, silencio
en los dos.
Brega buena de Víctor Hugo. Dos pares soberbios de Curro Robles al cuarto.
Domingo, 22 de mayo de 2016. Madrid, 17ª de
San Isidro. 22.000 almas. Fresquito, soleado y ventoso. Dos horas y cuarto de
función.
Paco Ureña, atendido en la enfermería de un
puntazo corrido en el muslo. Pronóstico leves.
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