sábado, 21 de mayo de 2016

Con más de 40 años vistiendo de luces, “El Pana” es un torero antañón y vigente


ADIEL ARMANDO BOLIO

Quienes hemos crecido y vivido dentro de la Fiesta de los Toros desde mediados de la década de los años sesenta, del siglo pasado, y guiado en lo personal por el intenso e inmenso conocimiento de la misma que mi añorado padre me legó, don Addiel Bolio, he tenido la inapreciable e invaluable oportunidad de conocer y platicar con diestros de leyenda, desde el más grande y hasta el más humilde, como don Lorenzo Garza, el inigualable Silverio Pérez, el esteta Luis Castro “El Soldado”, el sin par Luis Procuna, el “torero cuña” Paco Gorráez, el gran David Liceaga, el elegante Jesús Solórzano Dávalos, el artista y poeta Alfonso Ramírez “El Calesero”, los valientes hermanos Luis y Félix Briones, el místico José “El Negro” Muñoz, su hermano y gran amigo don Jesús “El Ciego” Muñoz, el inolvidable Francisco Gómez “El Zángano”, los legendarios “Mosqueteros” Manuel Capetillo, Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba, además de los maestros Alfredo Leal, Jaime Rangel, Gabino Aguilar y Joselito Huerta. 

Ello sin descontar a ganaderos de alcurnia y subalternos de abolengo, es decir, todo ese acervo que de ellos he abrevado y que gracias a ese conocimiento se puede entender la imagen de un torero que nació fuera época como lo es el afamado “Brujo de Apizaco”, el insustituible Rodolfo Rodríguez “El Pana”, quien actualmente vive los momentos más difíciles de su vida, ese mismo que admite que el mejor día de su vida fue cuando decidió ser torero pero que a la vez maldice pues al haber nacido en México y mostrar “patas para gallo” hubo quienes se las cortaron, tal y como se lo confesó en una gran entrevista de televisión en España al periodista Jesús Quintero.

“El Pana”, como el propiamente lo apunta, es un emisario del pasado que ha vivido fuera de tiempo pues su lugar estaba en la época dorada del toreo, es decir, en los años 30 y 40 del siglo XX.

Y es que debido a esa magia fue que a mí me embrujó, sin conocerlo físicamente, ya que gracias a la emotiva, cultural, poética y profesional narración radiofónica que mi padre, Addiel Bolio, hiciera de la tarde del debut de “El Pana” en la Monumental Plaza México, aquel domingo 6 de agosto de 1978, vestido de azul celeste y plata, alternando en festejo de selección, de esos para deshacerse de compromisos, con Jesús Triguero “Tabaco”, Héctor de Alba “Pinturero”, Longinos Mendoza, Juan Pablo Martínez y Gabriel de la Cruz, cortándole una oreja al astado llamado “Reyezuelo” de la dehesa de Santa María de Guadalupe, fue que me provocó interés por verlo, le pregunté a mi padre cómo era y la manera en que me lo describió reforzó aún más mi deseo y ansiedad por verlo, saber más de él y al domingo siguiente, el 13 de agosto de 1978, la de su repetición, ya en tercia, yendo con Pedro Torres y Félix Briones -hijo- para lidiar ejemplares de San Cristóbal de la Trampa, fue que tanto mi hermano Miguel Ángel como quien esto escribe no dejamos de ir a la Monumental Plaza México cada domingo de corrida, de novillada y de festival taurino, todo motivado por la esencia torera de Rodolfo Rodríguez “El Pana”, un diestro de leyenda.

De verdad que debemos considerarnos privilegiados de haber sido testigos presenciales del surgimiento de “El Pana” y de su longeva carrera de más de 40 años como torero, de dar fiel testimonio de las 29 tardes que protagonizó en la Monumental Plaza México, once como novillero en 1978 en las que logró cortar hasta siete orejas e indultar en la inolvidable tarde del domingo 10 de diciembre al gran astado llamado “Cariñoso” de la ganadería de Begoña y vistiendo en tal ocasión de rosa con bordado en pasamanería en blanco. Y las otras 18 apariciones en el coso de Insurgentes partiendo de la de su alternativa el domingo 18 de marzo de 1979 cuando se la concedió Mariano Ramos ante la presencia de Curro Leal y estando también en el cartel el rejoneador Gastón Santos, a quien por cierto “El Pana” le brindó el toro de su doctorado, de nombre “Mexicano” de la divisa de Campo Alegre y hasta su paseíllo más reciente, el del domingo 26 de 2014 cuando alternó con el sevillano José Antonio “Morante de la Puebla” y Joselito Adame en la lidia de ganado de Villa Carmela, pasando por aquellas dos tardes en las apasionó al público de la Monumental Plaza México, la del domingo 29 de octubre de 1995 cuando le cortó una oreja a “Chocolatero” de la finca de El Sauz y la del 7 de enero de 2007 cuando con los toros “Rey Mago” y “Conquistador” de la dehesa de Garfias logró cortar dos orejas, haciendo así a un lado su deseo de retiro de los ruedos para resucitar a los 55 años de edad y así continuar en una fase de esplendor en su carrera que lo llevó a España y Francia, donde se le ha valorado y reconocido de verdad.

Rodolfo Rodríguez “El Pana” es un ser humano como cualquier otro, con sus virtudes y defectos pero siempre ha sido fiel a sus ideales pues así como se le reprimió su derecho de expresión cuando expuso su rechazo a los ensayos nucleares en Francia también tuvo que luchar contra toreros que le taparon la entrada a las temporadas y ferias importantes.

“El Pana” es un espada con 20 cornadas en el cuerpo, dos de ellas de femoral, y dos fracturas de clavícula, mismas de las que decía que donde terminaba la cicatriz de una cornada empezaba la otra. Para él el triunfo y el fracaso son efímeros, pasajeros, subjetivos, que cada día había que superarse a sí mismo. Su concepto del toreo bueno lo comparaba con un orgasmo, un éxtasis, un auto abandono, que es el espíritu el que torea.

“El Brujo de Apizaco”, con tal de buscar la oportunidad, se le tiró de espontáneo a figuras como Manolo Martínez, Jesús Solórzano, Antonio Lomelín y al sevillano Paco Camino, a éste último en el coso “Santa María” de la ciudad de Querétaro y donde se proyectó aún más fue cuando en la Monumental Plaza México se le tiró, en su tiempo novilleril, a José Antonio Ramírez “El Capitán” cuando éste indultó al gran astado “Pelotero” de la ganadería de San Martín aquel domingo 9 de octubre de 1977.

Es sin duda, Rodolfo Rodríguez “El Pana”, el último romántico de la Fiesta Brava y con él se cerrará uno de los capítulos más inolvidables en la historia del toreo mundial pues la trascendencia que él quería tener la logró ya siendo un matador de toros veterano físicamente pero con un corazón y un alma torera que ahí queda como ejemplo para muchas generaciones. Y como le gritara en la Monumental Plaza México aquella aficionada, su eterna seguidora y defensora, Doña Nieves: “Aaaarrrriiibaaaa El Pana”.

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