martes, 17 de mayo de 2016

FERIA DE SAN ISIDRO – SEGUNDA NOVILLADA: Dos buenos novilleros americanos

Debut prometedor pero agridulce del mexicano Luis David Adame –una oreja pero una cornada en la  pierna- y prestación poderosa y seria –cuatro soberbias estocadas, inteligente firmeza- del colombiano  Juan de Castilla. Complicadísima novillada de El Montecillo. 
Luis David Adame
BARQUERITO
Fotos: EFE

EL PRIMER MONTECILLO, de buenas hechuras, fue de muy impropia conducta. Frío de salida, bravucón  en el caballo, apenas sangrado, miraba por encima de las esclavinas, se dolió en banderillas, no  descolgó ni en una sola baza, no paró de buscar puertas. No rajarse, sino algo más y peor. El murciano  -de Calasparra- Filiberto, que dejó el pasado otoño regusto de artista en las Ventas, hubo de pelear en el  único sitio donde al toro medio le convino: frente a la puerta de cuadrillas, que es querencia de mansos.   Ahí pegó arreones inciertos, la cara por las nubes, ni una gota de fijeza.

Costó matarlo. Al sentir la punta de la espada arreó como loco. Cuatro pinchazos. Se había echado el  tiempo encima: un aviso tras el segundo pinchazo. Esfuerzo honroso pero en balde de Filiberto. Una  estocada caída con el toro defendiéndose en tablas y esperando. Cierta angustia. Una segunda  estocada cobrada con corazón. Un segundo aviso. Marró el puntillero y al fin rodó el toro. En el último  ataque con la espada Filiberto se cortó la mano izquierda: dos tendones secciones. Serio percance,  pésima suerte.

Manso de huirse el segundo, escarbador, blando en varas –un derribo con la complicidad de un caballo  mal tenido- y el aire incierto del toro que se huye. El mediano de los tres hermanos Adame toreros, Luis  David, salió a quitar con descaro: una gaonera, la caleserina en el viaje de vuelta, una brionesa y una  espléndida larga. Tarjeta de visita: por la manera misma de encajarse y por la sutileza.

Una faena poderosa y de riesgo del colombiano –de Medellín- Juan de Castilla, apodo de Juan Carlos  Correa. Se soltaba de engaño el novillo por sistema. -el instinto de huida- y, por incierto y zapatillero, las  dos cosas, estuvo amagando con coger. Lo acabó haciendo cuando, cerrado en tablas, Castilla se  empeñó en cobrar una tanda de mano baja al precio que fuera. Un pitonazo en la pantorrilla. Una  soberbia estocada, que iba a ser la primera de las cuatro que iba a cobrar en esta segunda novillada de  San Isidro. Cuatro novillos: los dos de lote –el quinto, sin las oscuras intenciones del segundo-,  el que se  dejó a la fuerza Filiberto y el sexto del reparto porque el tercero, el de mejor condición con diferencia, le  pegó a Adame una seca cornada en la pierna izquierda al pretender rematar una primera tanda con la  zurda.

Había gustado mucho Adame: la temeridad de una larga a porta gayola que hubo de resolverse cuerpo a  tierra, la gracia de unos templados y ceñidos mandiles en el saludo segundo y seguido, un galleo de  frente por detrás bien dibujado, una revolera monumental, como una llamarada. Estaban en una delantera  de sombra sus dos hermanos –Joselito y el benjamín de la dinastía, Fernando- y a los dos brindó la que  fue, sin contar la cornada, faena más redonda de la tarde. Con su apertura aparatosa –de largo en el  platillo el cambiado por la espalda, pero bien cosido con el de pecho, el natural y el de dejar- y su lindo  acople en dos tandas en redondo templadas, ligadas, de mano baja. Entre rayas. Buen ritmo. Y la  cornada inesperada. Ni se dolió Adame. Un torniquete de pañoleta y el gesto mayor de volver a la mano  izquierda –muletazos de uno en uno pero embraguetados-, manoletinas, un pinchazo y una estocada casi  fulminante. Llegar, besar el santo y pagar con sangre.
Luis David Adame
Juan de Castilla resolvió el duro compromiso de matar los tres últimos novillos con dominio, seguridad,  acierto, entrega y carácter. No fue sencillo, sino todo lo contrario. El cuarto, tardo, se echó  inesperadamente a los cuatro viajes, pero vuelto al firme atizó no poco., se revolvía con genio y se acabó  parando por no hacer presa. Buen gobierno del toro. Y la segunda de sus cuatro soberbias estocadas. El  quinto le pisó el capote en el saludo y lo desarmó. Un airoso quite por chicuelinas, con revolera y  brionesa. La decisión de dejarse casi crudo el novillo –detalle de valor- y una faena bien armada,  esforzada, de impecable encaje, abierta en pausas excesivas –el castigo de un aviso- y de mucho tragar  porque, díscolo, el novillo tuvo tendencia a soltarse de engaño.

Y un último gesto: irse a esperar al sexto de salida en el platillo. Solo que, ajeno o deslumbrado, no hizo el  novillo por él. La primera pelea, el novillo despierto de pronto y al ataque, la ganó Juan con lances sobre  las piernas de torero de recursos y enterizo. Y la segunda, también. Una faena de dos mitades: en la  primera se empleó el toro, que en la segunda se negó. A trallazo limpio y a saltos al pecho antes de irse  a aconchar a tablas. Sordo combate. Ni un gesto de más. En sello de torero competente, valeroso y  capaz. De interés.

FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de El Montecillo (Francisco Medina).
Filiberto, silencio tras  dos avisos. Pasó a la enfermería con la mano izquierda cortada. Sección de tendones de dos dedos. Pronóstico menos grave. Juan Pablo Correa “Juan de Castilla”, que mató cuatro novillos, saludos, silencio, vuelta tras aviso y una oreja. Luis David Adame, de Aguascalientes (México), nuevo en esta  plaza, una oreja. Herido de pronóstico grave en la cara interna del muslo izquierdo.
Lunes, 16 de mayo de 2016. Madrid. 11ª de San Isidro. 16.000 almas. Primaveral. Dos horas y  veinticinco minutos de función.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- No es común que coincidan en fecha el domingo de Pentecostés y el día de  San Isidro, que son las dos fiestas mayores de Alcázar de San Juan. La trama de la Alta Velocidad ha  dejado muy en segundo o tercer plano el papel de Alcázar como nudo ferroviario de relevancia. Alcázar  era, y sigue en parte siendo, el punto de bifurcación de los trenes de Andalucía -todas las Andalucías  posibles e imposibles, de Almería a Huelva- y de todos los Levantes imposibles y posibles, salvo Almería  que es más levante que nadie. Murcia, Valencia, Alicante y Castellón. Y Albacete, más célebre por su  cuchillería que por sus quesos y vinos, o que por sus paisajes serranos tan distintos -las hoces del Júcar,  el nacimiento del Mundo (un río de ese nombre que cae en cascadas selváticas), la sierra agreste de  Alcaraz, la arquitectura de la propia ciudad de Alcaraz, con su legado monumental de Vandelvira. Cerca,  la ganadería de Daniel Ruiz.

Alcaraz y no Alcázar. No confundirse con transliteraciones. Alcázar es corazón de La Mancha. A cuatro o  cinco kilómetros, Campo de Criptana con sus molinos de viento, La estación de Alcázar, que son en  realidad dos fundidas en una, es bastante bonita. Y la tapia, de mampostería, también. Y las placas de  mosaico. El llamado "andaluz", el expreso de Sevilla a Barcelona-. se detenía de noche casi media hora.  Todavía funciona ese tren, con extensiones a Málaga, Granada y Algeciras, todas las cuales se unen al  convoy de Sevilla y Cádiz en Linares-Baeza, otro nudo ferroviario postergado por los aves.

Tengo en las Ventas vecinos de localidad de Alcázar. Ayer se quedaron en casa. Para las dos  procesiones. Las tortas de Alcázar son muy famosas. A mí no me dicen gran cosa. Sutiles bizcochos.  Prefiero esos gazpachos del país que quitan el sentido y el hambre. Manjar de Sancho. Alcázar: gente  despierta. Alcaraz: indómitos serranos.
Juan Pablo Correa “Juan de Castilla”

No hay comentarios:

Publicar un comentario