Sin las calidades ni el bello
escaparate habituales, pero con un primer toro de excelente estilo. *** Confirmación
de José Garrido en versión temeraria. *** Castigado Castella. *** Lote
deslucido para El Juli.
José Garrido |
BARQUERITO
Fotos: EFE
SOLO EL PRIMERO de los seis toros de Alcurrucén hizo honor a
la fama mayor del hierro. Largo y bajo, de finos cabos, negro lustroso, muy
bien hecho, palas y puntas grises. Serio. No un dije precisamente. Sino la
estampa perfecta del toro Núñez que los hermanos Lozano tienen fijado en su
colección. Un lindo trapío. Cumplió con el código y el estilo de su línea:
salida fría, galopes sueltos, escupidas del caballo de pica en dos picotazos y
protestas contra el estribo en el único puyazo que lo sangró. Un quite gracioso
por mandiles del extremeño José Garrido, que confirmaba la alternativa. Para él
estaba el toro, que en los lances de brega en banderillas hizo sentir muy
particularmente el célebre “tranco de más”. La crema de la casa.
Garrido abrió faena con un órdago: de largo, hincado de
rodillas en el platillo, tan parapetado tras el engaño que costaba dejarse ver.
Gran galope del toro. Siete muletazos de hinojos en redondo bien librados,
otras tantas repeticiones del toro por abajo, el de pecho, de rodillas también,
y el del desdén. Gran jaleo. Solo que iba a ser, al cabo, el único
acontecimiento sonado de la corrida.
Una faena afanosa de Garrido, toda entera en los medios, más
firme que templada, un puntito tensa. Ya en pie, una tanda en redondo
enganchadilla; abuso de desplazar al toro con la zurda, por donde no se daba
tanto como por el otro pitón, dos tirones; una cuarta tanda poderosa, mano baja, pero interrumpida
por un resbalón en cogida y caída, las dos cosas. La fortuna de salir ileso.
Una estocada desprendida y soltando el engaño. Un aviso. Pero se valoró el
esfuerzo. Sacaron al torero a saludar. Apenas unas palmas en el arrastre para
toro tan propicio.
Contra costumbre, una corrida de muy dispares hechuras.
Fuera de tipo el cuarto y el sexto. El uno, de alzada brutal, 600 kilos, cuerna
arremangada, gruesas mazorcas y cabezón. El otro, cornalón, cortito y ancho,
sin cuello, se habría emparejado por feo con el elegantísimo primero en el
reparto de lotes; de la casi infalible reata de los músicos, Cornetillo, pero
¡quién lo diría…! Fueron los de peor nota. Al cuarto, las manos por delante, le
costó venirse y resultó no de los del tranco de más sino todo lo contrario. El
Juli quiso con el capote pero en lances forzados, la media de remate fue muy
bonita; y quiso con la muleta con su diligencia de siempre. En menos de dos
minutos le había pegado al toro tres tandas, y las dos primeras bien
abundantes, de seis o siete. Apenas pudo disimular Julián su poca fe en el
toro. Lo mató de estocada por arriba y soltando engaño.
Garrido le hizo al sexto, a tercio cambiado, un quite de
gran temeridad: de rodillas el cite de largo en los medios para cobrar un farol
apenas volado, y dos gaoneras de echarse encima el toro, y una especie de
remate soltando el engaño cuando iba a ser hecho presa. División de opiniones.
Unos bonitos doblones en la apertura de faena. Y una tozuda porfía: una
embestida mortecina, ni a la voz se animaba a despegarse del piso el toro,
rebrincado, venido abajo, finalmente distraído. Dos ataques con la espada.
Fuera de tipo el toro músico, y fuera de su línea el propio Garrido.
El primero de los toros de El Juli y el segundo de los de
Castella –segundo y quinto de corrida- sí estuvieron en tipo reconocible.
Cargadísimo de culata el segundo, berrendo en colorado, pero, corto de cuello,
fue por eso de los de embestir a golpes y no meter los riñones en ninguna baza.
Aunque escarbó mucho, el quinto sacó en la muleta son bravo y no sencillo. El
tercero, tardo y parado, agarrado al piso, fue toro mutante y, cuando metió la
cara, lo hizo con calidad sorprendente. El argumento de las ganaderías largas:
pocas cosas en común tuvieron entre sí los seis toros del envío. Y en poco se
pareció esta corrida a cualquiera de las dos de Alcurrucén del último San Isidro.
El Juli se peleó con el aire brusco de su primer toro, que
se frenaba mucho, supo tenerlo en la mano, trató de persuadirlo. En los medios,
donde la tanda más lograda, en el tercio y entre rayas. No hubo acuerdo. Media
estocada trasera, el descabello. No descubrió el toro. Diez golpes de
verduguillo. Un aviso. Y una pitada por eso.
El primero de Castella empezó pegando algún arreón, como
tantos toros tardos, pero fue, dentro de ese aire, bastante dócil. Una larga
faena del torero de Beziers en busca del terreno, la mano y la distancia. Faena
de menos a más, pero lo bueno, dos tandas en tablas, llegó tan a última hora
que apenas contó. Sonó un aviso antes de la igualada. Y antes de la igualada le
estuvieron afeando el vicio de torear al hilo o fuera de cacho. Con el quinto
abrió Castella con su fórmula favorita –el cambiado por la espalda, el lazo de
cinco o seis en los medios- y siguió luego una apuesta desigual y tibia. Lo
estuvieron friendo con el “¡Crúzate, Sebastián!!” y lo acusó. Y no se cruzó. No
se arrugó ni se
cansó.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Alcurrucén
(Pablo, Eduardo y José Luis Lozano).
El Juli, pitos tras un aviso y silencio.
Sebastián Castella, división tras un aviso.
José Garrido, que confirmó la alternativa, saludos tras
un aviso y silencio tras un aviso.
Madrid. 15ª de San Isidro. 23.000 almas. Primaveral. Dos horas y veinte
minutos de función. El Rey, la infanta Elena
y su hija Victoria Federica, en la
meseta de toriles.
El Juli y Garrido
les brindaron sendos toros. Brindis muy jaleados.
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