El
torero madrileño corta dos orejas a un gran toro Alcurrucén, premiado con la
vuelta al ruedo, el día de su regreso a Las Ventas tras la grave cornada que
sufrió hace dos años. *** Roca Rey volvió a dar la cara en Madrid con un valor
apabullante. *** La muy seria corrida de los Lozano sostuvo un interés
trepidante desde el toro más extraordinario hasta el cuarto más indómito.
ZABALA DE
LA SERNA
Madrid
@zabaladelaserna
Diario
ELMUNDO de Madrid
Fotos: EFE
La memoria de la plaza afloró con una ovación para
David Mora. Dos años y cuatro días después. Como una condena. Aquel 20 de mayo
de 2014 la femoral estalló a portagayola. Como un molinillo trágico, como una
trituradora de nervios y músculos, funcionaron los pitones fieros del toro de
El Ventorrillo. Mora también conserva la memoria del miedo y el agradecimiento:
el brindis al doctor Máximo García Padrós ofrecía una vida. Como «Malagueño» la
suya.
El regalo del destino a tanto sufrimiento. El toro
de Alcurrucén, cinqueño -¡ay, los cinqueños!-, bajo, fino pero papudo, una
máquina de embestir con calidad, de hacer surcos con el hocico, de hacer el
avión. Desde que David Mora desplegó su capote. Sólo un frenazo antes de
despegar.
La lidia funcionó como una pieza de relojería.
Israel de Pedro a caballo agarró una soberbia segunda vara sobre la buena primera;
la brega de Otero desprendió exactitud; y Calvo y Tejero eficacia con los
palos. Entre tanto, Roca Rey se echó el capote a la espalda por saltilleras. Y
David respondió por unas gaoneras temerarias en lucha con el inoportuno viento.
Un pase de pecho barrió el lomo entero del alcurrucén con el amarillo del
percal. Un error de cálculo de DM en la apertura de faena lo puso en la vía del
tren. Todas las papeletas compradas al revés: el toro muy cerrado en tablas y
el pase de péndulo de tardío cambio por el pitón que había arrollado más. El
volteretón sonó como un atropellamiento. Durísimo el impacto de la testuz,
afortunamente, contra el muslo del torero. Como un camión sin frenos contra la
pierna. La caída crujió el cuerpo sobre el cuello. Momentos sin aliento, graves
recuerdos, intacto el cuerpo. Milagro, otro milagro.
Y bajó el espíritu santo. David Mora prologó ahora
la faena como debía. Al menos en planteamiento al hilo de las tablas pese a los
estatuarios. Pero fue cuando soltó la mano por bajo cuando las trincherillas y
los pases del desprecio golpearon el corazón de Las Ventas. «Malagueño» giraba
en pos de la muleta con una flexibilidad de cuello portentosa. Como un portento
era aquella manera de humillar.
David Mora le propuso la mano derecha y la embestida
planeaba hasta más allá de donde moría cada muletazo. El empaque del pecho
volcado sobre el toro ponía luz a la ligazón. Tres series que voltearon Madrid
como una sola voz. Gargantas de arena. Araba el ruedo «Malagueño». Las
izquierda jugó la muñeca que conjugó la embestida con David más vertical. Otra
tanda apuntaba hacia el final. Mora portaba la espada de verdad. Se perfiló en
la suerte contraria, y la fe y la prontitud del toro hicieron lo demás. Una
eclosión de pañuelos arropaban la estocada traserilla. La emoción desbordada.
Un pañuelo. Y el otro junto al azul. La Puerta Grande para David Mora y la
vuelta al ruedo para «Malagueño» a la par. La vida es justa.
Para compensar el regalo del cielo, la generosidad
de «Malagueño», apareció un quinto altón y largo con escaso celo y ganas de
descolgar. Ni para emular a su "hermano". David lo brindó a Vargas
Llosa y no se entretuvo por "Las cinco esquinas" cuando cató la
imposibilidad.
Roca Rey estuvo en son de guerra y lucha con un
castaño también cinqueño. De buen aire pero como descoordinado. Colocaba su la
cara con categoría pero allí había una serie de movimientos sincopados: si Roca
le bajaba la mano perdía las suyas, si no le apretaba se rebrincaba. O gateaba
con celo de bravo. Una pugna entre la quietud perseguida y la imposibilidad de
mantenerla. El cierre por manoletinas arrojadas como colofón. La espaldina de
explosión. Y la estocada a carta cabal. Una repercusión ecuánime en los
tendidos le obligó a saludar.
Roca Rey también brindó a su paisano Llosa. El
sexto de imponente testa se dañó en un mal escorzo de salida. Una manera de
recuperarse bárbara en sus hechuras caras. Un cuello para usarlo bien. Roca se
clavó por cambiados. Y ya la grey empezó con el tabarrón. ¿A quién ha matado
Roca Rey en esta plaza? Un tío que dio la cara de novillero y descerrajó la
Puerta Grande, que volvió a abrirla en su confirmación y que tiene un valor
para hacer un escalafón solo con el lazo de su zapatilla. ¡Ah, no es pobre ni
tiene cara de serlo! Sus zapatillas de plomo se sintieron cuando pudo correr la
mano derecha con largura y cuando se apagó el toro y hubo de arrimarse. Incluso
cuando se desordena hay redaños. La estocada será de las de la feria. A seguir,
que la maratón es de fondo y los idiotas se quedarán por el camino.
Diego Urdiales sufrió. Un padecimiento no
transmitido con un cinqueño de expresión tremendamente seria. Las arrugas de
los años. Y el carácter. Embestía fuerte. Se lo pensaba y atacaba con entereza.
Urdiales ató tripas para hacerlas corazón. Ni los doblones domeñaron el toro.
Pesaba un mundo y parte del otro el encastado toro por la derecha. Una tanda
desprendió clasicismo y aroma. En otra pudo el toro. En la siguiente Diego
apretó los dientes y se la tragó. También el toro duro. Perdieron el fuelle ahí
los combatientes. El viento importuno sentenció la paz. El sudor caía por la
frente de Urdiales como una gota fría.
No mejoró el padecimiento la indómita mansedumbre
del colorado cuarto en una dejación de funciones unánime. Un cuerpo a tierra
generalizado.
Nota: Desde el toro más extraordinario hasta el
más manso pasando por el encastado con dureza o los de nota no rematada, la
corrida de Alcurrucén sostuvo un interés trepidante; la presentación de una
señora corrida, la madre de la bonita del otro día, cuando los cinqueños de
costumbre se quedaron, por hache o por be, en el campo...
ALCURRUCÉN | Diego Urdiales, David Mora
y Roca Rey
Toros de Alcurrucén, tres cinqueños (1º, 2º y 3º), serios, fuertes,
extraordinario de calidad y bravura el 2º, premiado con la vuelta al ruedo en
el arrastre; de buen aire pero descordinados movimientos el 3º; tardo pero
encastado el 1º; manso indómito el 4º; deslucido el 5º; a menos el buen 6º.
Diego
Urdiales, de berenjena y oro.
Pinchazo, media y cinco descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada
fulminante (silencio).
David
Mora, de verde manzana y oro.
Estocada traserilla (dos orejas). En el quinto, media estocada defectuosa
(silencio).
Roca
Rey, de rioja y oro. Estocada
rinconera y descabello. Aviso (saludos). En el sexto, gran estocada. Aviso
(saludos y ovación de despedida).
Monumental de las Ventas. Martes, 24 de mayo
de 2016. Decimoctava de feria. Lleno.
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