domingo, 15 de mayo de 2016

Se cumplen cincuenta años de la histórica faena de Chenel ha Atrevido.

El toro blanco de Antoñete no era blanco

ÁNGEL GONZÁLEZ ABAD
Diario ABC de Madrid

Ha pasado medio siglo y la faena de Antoñete al toro blanco de Osborne se mantiene como uno de los puntales de la historia de la plaza de toros de Las Ventas, sin duda una de las más cantadas. “Atrevido”, que así se llamaba el toro, ya despertó mucha expectación en los corrales de la Venta del Batán, en donde los aficionados podían contemplar las corridas anunciadas en la Feria. Expectación y polémica, porque nadie parecía ponerse de acuerdo sobre su variada capa. El toro blanco, coincidieron en llamarle cuando en realidad era “berrendo en negro, alunarado y botinero.

Sutilizando más diríamos que es negro en berrendo, porque predomina lo blanco, y casi es capirote en cárdeno; pero el blanco llega a la quijada y la cabeza no acaba de ser totalmente distinta del resto del cuerpo: lo dejaremos en cari-cárdeno entrepelao”. Así se trataba de zanjar la polémica en la revista El Ruedo.

Para el crítico de ABC, Antonio Díaz Cañabate, la faena de Chenel a “Atrevido” fue como un oasis en un desierto vulgaridad torera. Se quejaba el Caña de la poca diferencia entre los tres matadores que torearon ese día -Antoñete, Fermín Murillo y Victoriano Valencia- en la primera parte de la corrida, pero le impactó lo que sucedió en el cuarto toro.

“Vamos a ver ese toro que dicen que es blanco. ¡Qué cosas! ¡Un toro blanco! ¡Ahí está! No me gusta.” Y comenta que apenas cumplió en varas y que la muleta no la toma mal, y en ese momento salta la sorpresa: “Oye, pero ¿estás viendo? Este Antoñete está superior, está por encima del toro. ¡Chico, qué manera de torear! ¿No se te cae la baba de admiración? A mí, sí. Esto es diferente, esto no tiene nada que ver con lo que vemos todos los días, con lo adocenado, con lo trivial, con lo grotesco”.

“Esto no es toreo de ayer, ni de hoy, sino de siempre; eso es torear sencillamente, pero con la sencillez de la elegancia, de lo delicado, de lo fino, de lo sutil”, hasta que llegó la suerte suprema y allí se juntaron todos los males. “Para una gran faena es indispensable una gran estocada. ¿Qué te han dado una oreja? ¿Y que es una oreja, con la que podías haber armado si entras a matar?. Hasta aquí la crónica de ABC de una de las faenas con más lírica de la historia del toreo. 

El propio torero la comentó en las páginas de El Ruedo: “Es el primer toro que cuajo en Madrid, había ligado toros en algunas plazas, pero en Las Ventas me faltaba, y ya lo he conseguido”, y se lamentaba de que pese a entrar derecho, “hay veces que se agarra hueso”.

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