lunes, 2 de mayo de 2016

CORRIDA GOYESCA - Aceptable estreno de Joselito como ganadero en las Ventas

Dos toros de buena nota –oreja para Juan del Álamo del más completo de los dos-, tres de más fijeza y nobleza que poder y un garbanzo negro que completo el sexteto.
Juan del Álamo
BARQUERITO
Fotos: EFE

EN LA CORRIDA DE los dos hierros hermanos de El Tajo y La Reina no hubo dos toros parejos. Visible la procedencia común de los seis toros: un tronco Domecq muy ramificado. En las actas de la Unión de Criadores constan vacas y sementales de Juan Pedro, Borja y Salvador Domecq, Algarra, Daniel Ruiz, Daniel Martínez y Victoriano del Río. Veinte años va a cumplir Joselito como ganadero; diez de ellos, en serio. Sin contar Sevilla, faltaba el examen de Madrid, y este fue el día.

El día en que se cumplían justamente veinte años de su memorable corrida de único espada y seis ganaderías diferentes en la Goyesca del 2 de mayo en las Ventas. Aquella tarde fue, con la excepción de dos toros de Cortijoliva –sobrero uno de ellos-, un muestrario de líneas Domecq. No tantas como las de esta prueba.

Las hechuras y el aire del estreno, diversos: un quinto toro de porte excepcional, hermosísimo; un segundo, único colorado del envío, de ofensiva envergadura, bizco, un garfio izquierdo muy severo; un tercero burraco, bien hecho, de ricos galopes y más gana de pelea que ninguno, y, por tanto, el toro de la corrida; un cuarto donde asomó esa gota vieja de Murube –la cabeza acarnerada- que de pronto rebrota en el encaste y no es nueva; un sexto corto y alto de agujas que se rajó sin más y manseó más que ninguno; y, en fin, el toro del debut, bajo de cruz, bien armado, cresta rizada, negro como la mayoría de los toros de los dos hierros de la casa, muy protestón en el caballo, rebrincadito por codicioso, cortos los viajes. Y una virtud que, con la excepción del sexto, fue común a la corrida toda: la fijeza.

Lo fue también la nobleza, incluso en los toros que tardearon –el primero y el cuarto- y hasta en el soberbio quinto, que tras una pelea feroz en un primer puyazo larguísimo, y después de haber galopado en los dos primeros tercios, vino a ser una  decepción inesperada. El imprevisto de la tarde porque no tardó en claudicar. Y al cabo se apagó. Con la miel en los labios se quedó todo el mundo.

El ser toros de más a menos, con la excepción del tercero –belicoso ritmo regular, entrega-, fue nota común, porque lo es en la mayoría de todas esas ramas del encaste tronco cuando se pasa en serio la aduana de un tercio de varas de dos puyazos. Fue por todo desigual la nota en el caballo de los seis toros. Sobresaliente el quinto; notable el tercero; aprobado muy raspadito los otros cuatro.

De aquella torrencial bravura de la primera corrida que Joselito lidió en plaza de primera –la de Bayona hace ocho años- no se vio en este examen de Madrid más huella que las peleas de tercero y quinto toros. No es poco. Ni mucho. De la dureza tan exigente de las corridas de Pamplona y Bilbao no hubo esta vez ni asomo. De manera que cabe pensar que el ganadero va depurando líneas.

En la fiesta goyesca se anunciaron toreros con diferente protagonismo en el inminente San Isidro. Miguel Abellán, que abre feria y abono el viernes próximo con una de atanasios de Valdefresno y casi cierra fiestas el 3 de junio con la de Victorino; Iván Vicente, repescado para la feria con la de Baltasar Ibán; y Juan del Álamo, que torea dentro de la feria pero no del abono la corrida de Pedraza de Yeltes. El cartel del 2 de mayo tenía algo de compensación para el torero de Ciudad Rodrigo; y de regalo para un torero de tan buenas formas como Iván Vicente.

Con el toro de la tarde planteó Juan del Álamo una faena de atacar y no esperar tras una primera apuesta frustrada de toreo en la distancia. Como todas las de ataque con toro guerrero, fue faena tensa y, por tanto, de emoción. De logros, por lo demás, desiguales. La tanda de autoridad, la mejor, tardó en llegar. Fue la cuarta de siete, por la mano diestra, ligada, embraguetada, bien rematada. Tras ella, la muleta a la zurda, muy encajado el torero de Ciudad Rodrigo. Y convencido. Hubo muletazos llamativamente largos, algunos espléndidos, y esa habitual manera suya de enganchar por delante que tanto obliga a toro y torero. Faltó redondear. O un punto de sosiego. La estocada, ladeada, fue de muerte lenta. Un aviso. Una oreja sin petición mayoritaria. Una más de las casi diez orejas que Juan lleva cortadas en Madrid en los últimos tres cursos. No la más valiosa. Ni la menos sencilla.

Había público de aluvión como en todas las corridas del 2 de mayo. Muchas invitaciones. La tramoya de las goyescas. Los trajes de los matadores han pasado a ser asunto de modistas de rango mayor. Iván y Del Álamo lucieron ternos muy originales. Abellán salió vestido de Antonio Ordóñez y peinado con fijador. En un tendido alto de sombra, un grupo de manolas de guardarropía.

Abellán anduvo facilito y monótono con sus dos toros bondadosos. Iván Vicente estuvo firme en las dos bazas, más llena la cosa con el colorado descarado que con el que quinto que tan pronto se acabó. Juan del Álamo le buscó las cosquillas y el sitio al rajado sexto y se los acabó encontrando, pero demasiado tarde. De estocadas murieron los seis toros salvo el primero.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de José Miguel Arroyo. Primero y tercero, con el hierro de Toros del Tajo; los demás, con el de Ganadería de la Reina.
Miguel Abellán, silencio y división tras un aviso.
Iván Vicente, saludos y silencio.
Juan del Álamo, oreja tras un aviso y saludos.
Buenos puyazos de Óscar Bernal, Héctor Vicente y Paco María. Notables pares de Miguel Martín, Roberto Jarocho y Joselito Rus.
Corrida de la Comunidad. 8.000 almas. Primaveral. Dos horas y cuarto de  función. 
Iván Vicente

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