El fenómeno peruano recoge esta tarde en Las Ventas el premio de El
Cultural de ELMUNDO a su incontestable temporada de 2018 de manos de Mario
Vargas Llosa.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
Suenan los clarines de la temporada
2019 y Andrés Roca Rey aparece por el horizonte como piedra angular de todas
las grandes ferias de España y Francia. Su nombre ya da porte a las Fallas de
Valencia, a la cita de abril de Sevilla que cae en mayo, a la Pascua de Arlés,
al bombo de San Isidro que puso sus iniciales y el morbo en la casilla de
Adolfo.
Y pisará todos esos pueblos
-Olivenza, Illescas, Cehegín...- en los que la fiesta brava hunde las raíces
que alimentan la vieja encina de la tauromaquia.
El terremoto que vino del Perú, el
último fenómeno del toreo, a quien llaman el Cóndor, tiene hoy la primera y,
probablemente, más importante cita: Roca Rey sube al Olimpo del Paquiro, allí
donde habitan seres como José Tomás (cuatro paquiros jalonan su carrera),
Enrique Ponce, Morante, Pere Gimferrer, Vargas Llosa, Javier Aresti -que es
decir Bilbao-, Perera y Castella, que fue el primero de los llamados en 2007.
Cumple el premio de El Cultural de
ELMUNDO su décima edición, y no puede hacerlo con mayor fuerza después de un
tiempo de silencio. RR asciende a su palmarés para bajar esta tarde noche al
ruedo de Las Ventas a recoger la escultura de Víctor Ochoa que, desde la
fundación del galardón, une al selecto grupo de vencedores. La gala por
excelencia del toreo alcanzará su cénit cuando el Premio Nobel de Literatura
2010, y también Premio Paquiro de los Toros 2011, Mario Vargas Llosa, entregue
el bronce a Andrés Roca Rey. De peruano a peruano.
Cuando el jurado que preside Luis Abril se reunió en
octubre, al día siguiente de caer el telón de la temporada, la candidatura de
Roca Rey alcanzó la unanimidad a la velocidad del relámpago
Cuando el jurado que preside Luis
Abril se reunió en octubre, al día siguiente de caer el telón de la temporada,
la candidatura de Roca Rey alcanzó la unanimidad a la velocidad del relámpago:
la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo; el director de ELMUNDO, Francisco
Rosell; el académico y presidente de El Cultural, Luis María Anson; la torera
Cristina Sánchez; el director del Canal Toros, Ignacio Frauca; el director de
la Fundación Toro de Lidia, Borja Cardelús; el periodista Jordi García-Candau;
el ganadero José Luis Lozano; el consejero delegado de Nautalia Rafael García Garrido
-sin cuya iniciativa hubiera sido imposible la resurrección del Paquiro- y
quien esto firma fueron una sola voz.
La campaña de Roca Rey en 2018 había
sido incontestable, arrasadora, apabullante: 88 orejas y dos rabos, 30 salidas
a hombros en 54 tardes. Y un dato esclarecedor de lo que supone la irrupción
del Cóndór peruano en la cúpula del toreo: arrastró medio millón de
espectadores -494.903- a las plazas donde su nombre se iluminaba en letreros de
néon, colocado ya siempre entre las máximas figuras. Ese territorio sagrado,
arisco y difícil no sólo de conquistar, sino también de conservar.
Hay plazas en las que Roca Rey no
sabe otra cosa que no sea salir a hombros: Valencia y Pamplona, por ejemplos.
Lo de San Fermín fue clamoroso, una sacudida telúrica: seis orejas en 48 horas.
Desde ese punto del calendario, el incendio del peruano abrasó el verano:
Santander en llamas, San Sebastián ardiendo, Bilbao calcinado, Salamanca y
Albacete reducidas a cenizas y la Ronda de Pedro Romero rendida al primer peruano
que hacía el paseíllo en su goyesca. Atrás había quedado aquella faena del
Domingo de Resurrección sevillano que plasmó, más allá del valor monolítico que
sostiene su tauromaquia, todo lo que RR ha profundizado en ella. En sólo tres
años de alternativa. Tan rápido, tan despacio.
Andrés Roca Rey sube hoy al Olimpo
del Paquiro desde el corazón de Las Ventas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario