ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
"Para mí, Ignacio Sánchez
Mejías es algo así como Chaplin, Picasso o Lawrence de Arabia: un personaje tan
singular que si hubiera nacido norteamericano, ya hubieran hecho muchas
películas sobre él". Estas palabras de 2008 del catedrático y critico
taurino del Diario ABC Andrés Amorós, biógrafo del torero, dramaturgo, actor,
mecenas de las Generación del 27 y presidente del Betis, lo definían como un
ser irrepetible. Su muerte en Manzanares en 1934 inspiró la más deslumbrante
elegía de la lengua española de todos los tiempos: García Lorca mitificaba la
figura del matador ilustrado con su llanto. Las cinco de la tarde, el verso que
la memoria popular repite, olvidando estrofas que conmueven como la noche
oscura de los tiempos.
"La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.
¡Que no quiero verla!"
La sangre de Ignacio sobre la arena.
De su alternativa se cumplen 100 años el inminente 16 de marzo. Sánchez Mejías
tomó los trastos de manos de su cuñado Gallito un 16 de marzo de 1919 en
Barcelona. Como testigo Juan Belmonte. Y toros de Vicente Martínez. El toro se
llamó «Buñolero». Era solo un año antes de la tragedia de José en Talavera. La
fotografía de ISM velando el cadáver en la tarde trágica en la que también
toreaba. El pequeño de los Gallo había sido su forja durante los años en los
que habitó en su cuadrilla.
La tragedia esperaría 14 años
después en Manzanares. La reaparición de Belmonte en 1934 arrastró a Ignacio:
"11 de agosto de 1934. Plaza de toros de Manzanares, Ciudad Real. Ignacio
Sánchez Mejías viaja hasta la localidad manchega para sustituir a Domingo
Ortega, convaleciente de un accidente automovilístico. En el cartel le
acompañan, a pie, Armillita y Corrochano, y, a caballo, el rejoneador portugués
Simao da Veiga. Ignoraba Mejías que esa tarde, «Granadino», de Ayala, le
abriría las puertas de la inmortalidad".
Siempre arrojado y temerario, sagaz
aventurero, cuerdo loco de las letras y los toros, Ignacio Sánchez Mejías. El
final de su existencia inspiró lo más bello.
"Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta".
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