PACO AGUADO
El diestro español Paco Ureña, que
regresaba este sábado a los ruedos seis meses después de perder la visión del
ojo izquierdo por una cornada, cortó una oreja de ley como premio a una
entregada actuación en la que no pareció acusar los efectos de tan grave
percance. El peso del trofeo obtenido por Ureña contrastó con el que, con
amplia benevolencia presidencial, paseó Enrique Ponce tras su liviana faena al
cuarto, al que, además, mató de un feo bajonazo.
Por tanto, la aparente igualdad en
el "marcador" no hace justicia a lo sucedido en el mano a mano que
enfrentó a ambos espadas por caída de cartel de José María Manzanares.
La tarde era y fue para Paco Ureña
que, tras saludar una unánime ovación de ánimo tras el paseíllo, ya marcó sus
intenciones en el quite por gaoneras que le hizo al primero de la tarde,
pasándose por los muslos al de Juan Pedro Domecq con un escalofriante ajuste. Lamentablemente,
el primer toro que mataba en público tras el percance de Albacete (este), fue
tan descastado y vacío como el resto de la corrida, a pesar de su terciado
trapío. Y Ureña no llegó a encontrar con él un éxito para el que no dejó de
insistir.
Hubo de ser ya con el cuarto, con
algo más de duración pero similar descastamiento, cuando Ureña pudo llevarse la
primera satisfacción tras medio año de convalencencia, pero a costa de ser él
quien pusiera toda la entrega que le faltó al animal.
Muy firme de plantas y asentadísimo
en la arena, lo llevó siempre tan embebido en la muleta que logró alargar en
más de una ocasión, y sobre todo al natural, unas medias embestidas a las que
se impuso en todo momento hasta que, tras un pinchazo, tumbó al animal de una
estocada fulminante y por derecho.
Fue de ley la oreja que le dieron
como premio, como pudo ser también la que habría cortado del sexto de haberlo
matado con contundencia.
La actuación de Enrique Ponce, en el
día que cumplía 29 años de alternativa
en esta misma plaza, dejó más interrogantes. Si bien, y por un trasteo
ligerito, se llevó una orejita del segundo de su lote -el que abrió plaza se
desfondó a las primeras de cambio-, luego no llegó a aprovechar en toda su
dimensión la bravura del quinto, el único toro con opciones de la corrida.
Aparte de que fallara reiteradaente con la espada, con la que apuntó
toda la tarde a los bajos, el veterano diestro se manejó con ventajas más o
menos disimuladas ante las exigentes embestidas del
codicioso animal. La faena, muy jaleada por sus paisanos más metidos en fiesta,
se basó en empalmar pases vistosos pero
despegados y de escaso mando, antes de cortar la faena demasiado pronto,
cuando al toro aún le quedaba bastante por ofrecer y por torear.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Juan Pedro Domecq, muy desiguales de
volumen, hechuras y cuajo, desde el anovillado segundo al voluminoso sexto, y
de juego descastado, insulso y muy a menos en su conjunto, a excepción del
bravo quinto, que embistió con exigente entrega.
Enrique Ponce, de azul turquesa y oro: pinchazo y media estocada baja (silencio);
bajonazo (oreja); metisaca en los bajos, cuatro pinchazos y media estocada
caída (ovación).
Paco Ureña, de rosa y oro: tres pinchazos y estocada desprendida (silencio tras aviso),
pinchazo y estocada (oreja); pinchazo, pinchazo hondo y dos descabellos
(ovación tras aviso).
El festejo quedó en mano a
mano tras la caída de cartel, por convalencia, de José María Manzanares.
Tras la muerte del primero,
Ponce fue atendido en la enfermería de un corte en el labio superior que
necesitó de cinco puntos de sutura.
Al final del paseíllo, la
Diputación Provincial de Valencia hizo entrega al torero retirado Santiago López de una placa
conmemorativa en el 50 aniversario de su alternativa en esta plaza.
Séptimo festejo de abono de la
feria de Fallas, con lleno total en los tendidos (algo menos de 12.000
espectadores). /
EFE
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