Ponce y El Juli rivalizan como viejos rockeros en el entusiasmo de lo
previsible y salen a hombros con Ventura.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Olivenza
El tránsito entre el infierno de
entrada a la plaza al cielo de Enrique Ponce y El Juli, ese duelo de perros
viejos, gallos de espolones incombustibles, fue el suave purgatorio gafado de
Diego Ventura.
Ponce agitó a Juli. 50 años como
figuras del toreo les contemplan. El repertorio reinventado. Como un LP sabido.
La enésima gira y los públicos siguen coreando los viejos temas de Hombres G y
Los Secretos. Tampoco el toreo dista tanto de la sociedad como se cree. Ni de
otros mundos. Como el musical. La fuente de la eterna juventud. Puretas con el
eco de la maestría. Siguen llenando. Y la gente corea los grandes éxitos con
espíritu de sorpresa. Y se entusiasma con los bises. Sufre mamón, Déjame,
Temblando, Pero a tu lado...
Así era como Enrique Ponce despedía
su faena por poncinas con flecos de roblesinas, y Julián López epilogaba la suya
por circulares y luquecinas. Los bises, los bises. Un entusiasmo loco recorría
los tendidos pletóricos. La plenitud del revival.
Varió la partitura para la
interpretación de sus estilos: el toro. El garcigrande de EP con ese punto
mansito tan de la casa descolgó, colocó la cara con calidad y se puso a
embestir sin final; el de JL más bravo duró menos pero se empleó mucho en ese
tiempo. Uno y otro por abajo. Aquél muy abierto y éste más por derecho. Cada
uno también por donde le conducían, instintos al margen.
Precisamente por las afueras fue
toda la obra poncista de relajada estética; más embrocada y enfibrada la
julista, también desmayada al natural. Ponce cosió a su muleta al mansito -vaya
con el mansito- y no lo soltó nunca. Hasta el espadazo rinconero y mortal,
cuando ya se quería ir apuradísimo «Danzarín». Que así se llamaba el toro. Como
aquel de Garzón que inmortalizó Chenel, luz de pureza. Sacudió Enrique dos
orejas. Como Juli. En su caso, media estocada trasera fue suficiente para la
puerta grande de los viejos rockeros. Que ya se conocen todas las glorias de
todas las plazas, todos los registros de sus públicos, todas las esquinas de
los toros.
El combate de los veteranos, como
esos cantados de La Voz, fue a un solo asalto. Subieron en cuerpo y peso quinto
y sexto. De Domingo Hernández el penúltimo. Sin maldad ni continuidad en su
fondo. Ponce le buscó suavemente de uno en uno el hilván. Y lo de El Juli casi
fue un calco de su lidia anterior: también se quedó sin gasolina el garcigrande
antes de hora después de serio empleo en el caballo. Hasta ese momento un quite
explosivo por zapopinas -en el otro sucedió por chicuelinas de compás abierto-
y un par de rondas notables en su derecha. Y el toro se rajó sin remisión.
Incluso en la huida había una previsibilidad cierta. Como si formara parte del
repertorio establecido.
La fórmula mixta, que vuelve de moda
con fuerza, funcionó en los tendidos. Ventura sumó mucho en taquilla -tan
cerquita de Portugal- y emocionó poco en los albores de la tarde: la gordura
chochona del toro de María Guiomar Cortés de Moura apenas ayudó. Un solo rejón
bastó para dejar su embestida en modo mecedora. DV le tenía que llegar una
barbaridad. Muy de frente con «Lío». Casi a caballo parado los quiebros. El
morlacote obedecía meciéndose. Siguió buscando el caballero la alegría del
mortecino. Con las cortas y así. Lo puso todo él. Pinchó y se le atravesó el
rejón de muerte, literalmente con su trayectoria diagonal. Pie a tierra
descabelló. El globo nunca inflado hizo puf.
De milagro se agarró Ventura al
triunfo. Como al lomo de «Dólar» cuando ya se despeñaba en la suerte fallida
sin bridas. Su raza le provocó remontar, volverlo a intentar, atacar. Tampoco
este cuarto de Guiomar Cortés de Moura -lejísimos de lo que Ventura dice
buscar- colaboró. Apalancado como esos trenes que se paran camino de
Extremadura. Brillos azabache sobre «Nazarí» antes del temerario espectáculo y
un efectivo rejonazo después. La plaza se desbocó con la entrega del jinete y
lo subió a hombros con Ponce y Juli.
Un final feliz para el entusiasmo de
lo previsible.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de rejones de María Guiomar Cortés de Moura (un 1º
gordo, chochón y paradote y un 4º desfondado) y Garcigrande y uno de Domingo
Hernández (5º) para lidia a pie; correctos de presentación; notable el
mansito 2º; bravo a menos el 3º; sin continuidad ni fondo el 5º; el 6º tampoco
duró.
Diego Ventura, pinchazo, rejón muy atravesado y descabello (saludos). En el cuarto,
rejonazo (dos orejas).
Enrique Ponce, de habano y oro. Estocada desprendida (dos orejas). En el quinto,
pinchazo y estocada rinconera. Aviso (saludos).
El Juli, de tabaco y oro. Media estocada trasera (dos orejas). En el sexto,
pinchazo y estocada pasada y ladeada (saludos). Salieron los tres a hombros.
Plaza de Olivenza. Sábado, 9
de marzo de 2019. Tercera de feria. Vespertina. Lleno.
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