«La cornada de Albacete fue letal, sentí que se me fundían los plomos»,
explica el torero, que reaparecerá en las Fallas con una prótesis tras perder
el ojo izquierdo.
@CharoABCToros
Diario ABC de Madrid
Hay pureza de domingo y pureza de
día laborable. La absoluta habita en Paco Ureña. Su rostro refleja el dolor de
los hombres auténticos, de esos héroes de seda que anteponen un natural de
pecho ofrecido al despojo de una oreja. Francisco José Ureña Valero (Lorca,
1982) conoce la felicidad porque sabe lo que es el sufrimiento. No pierde la
sonrisa, pero un gesto doliente parece herrado en su cara, entre la luz y la
penumbra por la cornada de un toro en el ojo izquierdo. Ni es ni va de mártir:
esta ceguera le ha servido para educar el corazón y la mente y afianzar aún más
su lema de no darse nunca por vencido. «Eso busco, pero no miento si digo que
esto ha sido una condena».
— ¿Qué ha sido lo más duro?
El momento en que me quitaron el
ojo. Desde la cornada en septiembre, estaba mentalizado de que había perdido la
vista. Sabía que era difícil conservar el globo ocular, pese a la obra de arte.
Pronto tuve la certeza de que me lo tendría que quitar: se me abrían y cerraban
úlceras continuamente. Para colmo, saltó el problema de la infección y tuvieron
que operarme de urgencia. Yo sabía que no volvería a ver, pero cuando en
febrero tuve que desprenderme del ojo fue durísimo: era quitarme algo
inservible, sí, pero era una parte de mí.
— ¿Cuántas operaciones lleva?
Tres, muy complicadas, con momentos
de incertidumbre que eran un infierno. Esta semana me hicieron la última para
poner una prótesis: tras la evisceración del ojo, me han metido una especie de
bolita recubierta con una lentilla de dos milímetros y medio. Para hacer la
definitiva está todo muy fresco. Aún me queda otra intervención, al final de
temporada, para subir un poquito el párpado.
— ¿Fue consciente de la gravedad en el momento del percance?
Totalmente. Yo sabía que no volvería
a ver en la vida. Fue una similitud a cuando apagas la luz y no se ve nada.
Sentí como si saltaran los plomos del ojo, un dolor terrible. Solo preguntaba
si tenía mi ojo. El pitonazo fue letal.
«El miedo ahora mismo es tan ilusionante que necesito que llegue.
Volver a sentirlo es recuperar mi vida»
Ureña lo narra con naturalidad. Como
su valor. Despacio. Como su toreo. En el estudio de Teseo, por donde acaba de
pasar Pablo López, se oye esa música que cura heridas al son de una letra
desgarradora: «Mire, voy a contar algo que solo saben mi familia y mi
apoderado. La gente pensaba que se trataba de conservar o no la visión... No
era eso. Cabía la posibilidad de meningitis. En las primeras 48 horas hubo un
riesgo brutal de perder la vida. Pero no soy especial, le ha pasado a muchos
compañeros. Soy un afortunado por vivir para contarlo. Si los toreros no
entregásemos nada, no seríamos justos con el toro».
— ¿Qué sintió al enfrentarse al espejo?
Puff, no era capaz. Habían cambiado
muchas cosas, pero no por el ojo en sí, sino porque esa situación me ha hecho
querer aún más a lo principal de mi vida: el toro. Soy capaz de decir que daría
mi vida por él. Ya lo he demostrado, y así seguiré mientras el cuerpo aguante.
— No se le atisba ningún rencor hacia el animal.
Cero. Solo puedo darle las gracias.
Si no hubiese podido volver a torear, aun estando vivo, sería un hombre muerto.
También a Dios, por permitirme ser feliz. Y a mi familia, por estar a mi lado.
— Con usted se cumple aquella frase inmortal de José Tomás: «Vivir sin
torear no es vivir».
Es una frase muy verdadera. Así lo
siento. José Tomás marca la ética y la raíz profunda del toreo.
— ¿Cuánto tardó en coger una muleta?
Le voy a confesar algo que nunca he
contado. A los cuarenta días de la cornada me pasó una cosa muy rara: me habían
hecho la segunda operación en Oviedo. Yo soy flaco, pero ahí era un cadáver. Un
día, cuando me estaba duchando, mientras me caía el agua, me entró un ataque de
ansiedad: «Estoy muerto, ya no soy capaz, no soy capaz...» Rápidamente, salí,
me sequé, cogí mi coche y me fui a Galápagos, donde entreno. «Eduardo, échame
un novillo», dije. «Estás loco, si acaso una becerrita». Pero me empeñé, estaba
hundido, sin vida. Y al día siguiente maté el novillo. No podía ni con los
trastos de salón, pero, de repente, cuando salió ese animal, surgió la magia.
Le pegué un lance por el derecho, el lado por donde me pegó la cornada, para
quitarme ese miedo. Toreé como nunca lo haré. Ha sido el día más importante de
toda mi vida, el que más lloré y me abracé a mi gente. Pude alejar así la
imagen de cadáver en la ducha.
— ¿Ha derramado muchas lágrimas?
Lágrimas y llanto. Llorar no es de
cobardes.
— ¿Qué le ha ayudado más: la fe, la familia, el toro?
Creo que hay algo, un Dios, porque
un milagro como este tiene que ser divino y no casualidad. Lo principal ha sido
la gente que me quiere, pero lo que me mueve es el toro, eso es lo máximo.
El apoyo de Juan José Padilla ha
sido esencial también para el torero murciano. «Nunca podré agradecérselo lo
suficiente. Ni a él, ni a su mujer, Lidia. Son ya parte de mi familia. Saben lo
dura que es esta situación». Ureña no llevará parche de pirata. Enseñará su
mirada al mundo con una prótesis de una gran semejanza a su ojo real. «Amor,
parece de verdad», le dice Elena, su compañera de viaje. «No tengo palabras
para describir quién es ella para mí. Es todo», susurra emocionado. Tanto que
ambos ojos parecen perseguirla con la mirada. «Es curioso, tengo la sensación
de que veo por los dos. Es el síndrome del miembro fantasma. Dicen que el
periodo de adaptación monocular va de seis meses a un año. Antes echaba agua a
un vaso y la tiraba, hasta que mi cerebro se ha adaptado. Hubiese querido hacer
una preparación intensa para mi vuelta a los ruedos, pero con tanto
contratiempo solo he podido matar tres novillos».
«Si no hubiese podido volver a torear, aun estando vivo, sería un
hombre muerto»
— Ahora que se acerca su reaparición en Fallas, el 16 de marzo, ¿cómo
la afronta?
Es una sensación muy rara. Pero de
mucha felicidad, porque la vida y el toro me dan una segunda oportunidad. Tengo
de nuevo la posibilidad de enfrentarme a ellos y contar mi historia. Para mí
torear es contar algo con verdad. Unas veces saldrá mejor o peor, pero sin
mentir. Es complicado, pues a veces te dejas guiar por el corazón y quizá no
siempre sea la mejor medicina para el animal. Pero no hay órgano más vital para
torear. Además del alma, que es lo que vamos a dejar aquí.
— ¿Y los miedos?
El miedo ahora mismo es tan
ilusionante que necesito que llegue. Volver a sentir miedo es recuperar mi
vida.
— Si dividiésemos el río del toreo entre artistas y valientes, ¿en qué
orilla se situaría?
Yo creo que el artista es valiente.
No sabría decirle. Soy Paco Ureña. ¿Qué va a quedar en la tierra de mí? Mañana,
cuando llegue mi hora, no me interesa que se diga si salí equis veces a hombros
y corté tantas orejas, sino que se me recuerde como un torero que tenía algo
que contar, que emocionaba. Si salgo a la plaza y engaño al animal que me da
todo, vuelvo a mi casa destrozado. Por ética y por lealtad.
— Se mienta mucho a la «pureza» y se usa con alegría la palabra
«figura». ¿Se han desvirtuado?
Probablemente. A casi todo queremos
llamarlo pureza o enseguida se es figura, con lo difícil que es... La pureza
hay que tenerla cada día, cada año, una trayectoria entera. Vivimos en un mundo
en el que el uso del lenguaje no es siempre el acertado. Para mí, la verdadera
pureza es la lealtad que tiene un torero a un animal. Tiene que llegar un
momento en el que no sepas cómo va a reaccionar y, pese a ello, le pongas la
muleta plana, reunida... Pureza es sentir que has entregado todo al toro, que
también se entrega. Torear reunido y no para fuera, cosa que respeto pero que
no concibo.
— ¿La competencia está reñida con la admiración?
Para nada. Yo admiro mucho a otros.
Cada torero tiene su trayectoria, su lugar y su sitio. Yo me he emocionado y he
pegado oles a toreros que me remueven. En cambio, a mí no me gusta verme,
porque todo me parece mal.
— Se habla mucho del sistema taurino. ¿Se siente dentro?
He demostrado que no. Es cierto que
me apodera Simón Casas, pero si formara parte del sistema estaría en Castellón
y en muchas plazas a las que no voy. Si intereso y me quiere contratar,
perfecto; si no, no voy.
«Si en Estados Unidos sale un personaje sonándose los mocos con la
bandera, ¿qué pasaría? Como poco, lo primero que hacen es echarlo de su trabajo»
— ¿Qué le parece el invento del sorteo en San Isidro?
Como aficionado, me parece una idea
buenísima; como torero, depende de la situación de cada cual. Después de
críticas brutales, creo que el 99,9% de la afición está encantada. Es algo que
no se sale de los valores de la tauromaquia; al contrario, aporta al poder ver
a otros toreros con ganaderías que no suelen matar. Yo ya he demostrado, a lo
largo de mi carrera y ahora apuntándome al bombo, que mato variedad de
encastes.
— El destino ha querido que le toque Alcurrucén, la ganadería del toro
de Albacete.
Al saberlo, sentí una cosilla por
dentro... Pero el toro no tiene culpa de nada.
— ¿Es cierto que pidió perdón al ganadero por no matar a la primera al
toro que le hirió?
Sí, le pedí perdón a Pablo Lozano, y
a día de hoy todavía me revienta. Después de entregar todo de mí, merecía una
muerte digna. Pero no veía nada.
— ¿Mereció la pena tanto calvario?
Totalmente. ¿Qué animalista ama
tanto al toro como lo hace un torero? Yo le entrego mi vida, la doy, ¿qué hacen
ellos? A mí me dicen: «Paco, para que sigan los toros y perdure el toreo por
los siglos de los siglos te toca irte al Más Allá». Y me voy, disfrutando de mi
último toro, pero me voy. Palabra de Paco Ureña, que soy yo.
Palabra de ley, esa que dicta que
vale la pena vivir por lo que vale la pena morir.
«El mundo lo mueven las mujeres»
— ¿Qué opina del ruedo político?
Sinceramente, a mí no me gusta, ni
soy de izquierdas, ni de centro ni de derechas. Yo soy de mis valores. Y mis
valores tiran más para lo que defiende la derecha. La irrupción de Vox en
Andalucía me parece extraordinaria, aunque no me guste todo su programa. No sé lo
que cumplirán, pero de momento vuelven a lo que España quiere, a los valores de
siempre, a respetar, a no prohibir. Porque hay un sector que está prohibiendo
todo y otros que son capaces de pactar con el diablo para ganar. Nos
encontramos en un preocupante agujero. ¿Cómo podemos prohibir que en un colegio
se dé Religión o quitar los crucifijos? ¿Y nuestra bandera? Te ven con una y te
llaman facha y hasta asesino. ¡Si es la bandera de mi país, la nuestra! ¿Por
eso soy más de derechas que de izquierdas? No, soy español… Si en Estados
Unidos sale un personaje sonándose los mocos con la bandera, ¿qué pasaría? Como
poco, lo primero que hacen es echarlo de su trabajo, y aquí, nada, lo
mantienen. En el tema taurino, muchos aficionados, como algunos actores que conozco,
van a escondidas porque les consideran apestados si van a los toros.
— ¿El mundo rural es el gran olvidado?
Totalmente, son los más ninguneados.
Hay un falso ecologismo brutal. Los que prohíben la caza atacan a la gente del
campo. Imagine que a un agricultor con su huerta le llega una plaga de conejos
que lo devora todo. En casa de mis padres lo sufrimos. Por no hablar de esos
que anteponen el animal a la persona, que meten en su cama a un perrito
mientras apartan de su vida a sus abuelos.
— ¿Machista o feminista?
Machista, por supuesto que no. Y
feminista, en los términos actuales, tampoco, pues hay una corriente que ve a
los hombres como cavernícolas. Creo en la igualdad entre el hombre y la mujer.
El mundo lo movéis las mujeres. Sois lo más increíble y hacéis lo más grande:
dar a luz. ¿Cuánto vale eso? Estoy aquí por una mujer, mi madre.
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