Un veterinario y un biólogo, contra los mitos de la tauromaquia moderna
Son autores de un estudio que contiene 31 medidas para actualizar la fiesta de
los toros.
ANTONIO LORCA
Diario El PAÍS de Madrid
“Un manifiesto contra el
inmovilismo; algunas sugerencias para que la lidia mejore y alcance un mayor
grado de perfección, sin menoscabar su esencia”. Este podría ser el objetivo
telegráfico del documento titulado ‘¿Cómo adecuaría la lidia al siglo XXI?’,
ganador del XXX Premio Literario-Taurino Internacional Doctor Zumel, del que
son autores el veterinario Julio Fernández Sanz y el biólogo Fernando Gil
Cabrera.
“La fiesta de los toros seguirá
teniendo sentido si se adapta a la sociedad actual”, explica el primero de
ellos en conversación con este periódico. “La tauromaquia está estancada”, insiste,
“a pesar de que la lidia no ha dejado de evolucionar desde que se creó”.
“Proponemos medidas para que sean discutidas por las autoridades de Cultura y
los profesionales taurinos, y consideramos que todos deben ser conscientes de
que el mundo ha cambiado a un ritmo vertiginoso y exige respuestas para evitar
la pérdida de público ante un espectáculo rutinario, previsible, falto de
riesgo y emoción”.
Los autores proponen 31 medidas que
afectan directamente a la lidia, a los preliminares de la misma, los útiles
necesarios y los premios, para lo cual estiman que habría que modificar y
unificar la dispersa normativa taurina, que hoy está concentrada en un
reglamento nacional y cinco autonómicos (Navarra, País Vasco, Andalucía,
Castilla y León y Aragón).
“El volumen de sangre que pierde el toro durante
la lidia es muy reducido”
El trabajo asegura, en primer lugar,
que la sangre y la agonía del toro son elementos que producen rechazo en los
aficionados nuevos, y de ahí parte toda su propuesta de cambio.
“El volumen de sangre que pierde el
toro durante la lidia es muy reducido”, afirma Julio Fernández. “La cantidad es
menor, proporcionalmente, que la que ofrece un ser humano en una donación
voluntaria”.
El veterinario y el biólogo han
realizado 1.349 análisis de sangre en los últimos cinco años para investigar
distintos parámetros del comportamiento de los toros, y su primera conclusión
es que ninguno de los 700 animales analizados ofrecía signos de un sangrado
abundante.
Un toro poco picado pierde entre el 2,5 y el 3,8 por ciento de su
volumen total, y otro muy picado entre 6,4 y el 7,6, mientras una persona de 75
kilos de peso dona el 9 por ciento de su sangre.
“El problema, -concluye Fernández-
es que la hemoglobina no es transparente, y su visión es muy aparatosa y
produce rechazo, pero la cantidad es tan reducida que podría suprimirse”.
- ¿Suprimir la sangre en el espectáculo taurino?
Sí. Es posible si se reduce la puya,
de modo que solo se produjera un corte en la piel del animal. Proponemos
cambiar su forma actual por una pirámide cuadrangular de cuatro aristas, con la
que el toro no sangraría prácticamente nada.
- Pero se dice que la pérdida de sangre templa al toro…
Ahí reside el error. El temple del
toro no es consecuencia de los puyazos que recibe, sino de la energía y la
fortaleza que consume en sus encuentros con el caballo de picar.
“Las espadas están mal hechas”
Con esta propuesta, los autores
pretenden desterrar tres mitos vigentes en el toreo actual:
- La hemorragia no aporta ningún beneficio
a la lidia.
- Un puyazo delantero no favorece la
humillación del toro en la muleta, que solo se produce por anatomía y
selección.
- El temple no es consecuencia de la
pérdida de sangre, sino de fuerza.
La muerte -o la agonía del toro- es
el otro elemento perturbador del espectáculo que Julio Fernández y Fernando Gil
pretenden modificar.
“Las espadas están mal hechas”,
afirma el primero, “y con pequeños cambios la muerte se producirá en un más
corto espacio de tiempo”.
Los autores proponen que sea más
ancha, con la punta redondeada y una mayor longitud afilada, con lo que
seccionaría estructuras vitales y produciría antes la muerte.
“El estoque actual solo tiene afilados los primeros quince o veinte
centímetros de los 88 que mide desde la empuñadura hasta la punta”, explica
Fernández, “pero las estructuras vitales están más cerca de la piel -de la
empuñadura-, y de ahí que estocadas que parecen mortales no consigan el efecto
deseado porque tocan órganos, pero no los seccionan”.
Este cambio no afecta a la letra de
los reglamentos, pero a pesar de su previsible éxito no ha calado entre los
toreros “porque estos tienen mucha fe en sus espadas, y la mayoría no entiende
todo lo que esté relacionado con la ciencia”, afirma Julio Fernández.
La excepción más destacada la
protagoniza el diestro Emilio de Justo, que ha incorporado esta novedad a sus
útiles, y con la nueva espada consiguió los dos perfectos volapiés que le
abrieron la Puerta Grande de Las Ventas en la pasada Feria de Otoño.
Las banderillas, el descabello, la
puntilla, el peto y hasta el diccionario de la Real Academia deben adaptarse a
la nueva sociedad, a juicio de los autores.
“Dice la RAE que la acción de lidiar
es ‘burlar al toro esquivando sus acometidas según las reglas de la tauromaquia
hasta darle muerte’, una definición imprecisa a nuestro juicio, porque la lidia
consiste es provocar la acometida del toro para que el torero la dirija con la
intención de crear una obra artística, siguiendo las reglas de la tauromaquia,
acción que finaliza con la muerte o indulto del animal”, subraya Julio
Fernández.
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