El extremeño sale a hombros con Castella y Perera; entre los tres
sumaron seis orejas, siete avisos y 180 minutos de festejo.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Olivenza
Un sol preveraniego iluminaba la
mañana oliventina. Migue Ángel Perera fue elegido para sustituir al lesionado
Emilio de Justo. Hacia 17 años que no se daba una Feria de Olivenza sin Perera.
Y, finalmente, no se dio. Aceptar la llamada debió de ser un ejercicio extraño
para MAP, un trago después del enredado descarte de los carteles titulares. En
cuestiones de despacho, como en las de alcoba, nunca se sabe. Cada cual es
dueño de su cuerpo y de su alma.
El cartel arracimaba a tres toreros
de faenas prolijas. La corrida comenzó a las 12:00 del mediodía. Cumplidos los
turnos de Antonio Ferrera y Sebastián Castella, 65 minutos y tres avisos
después -uno y dos respectivamente- pasadas las 13:05 horas, el toro Zalduendo
se partió una pata en banderillas. Y el presidente, en periodo preeletoral como
estamos, cedió a la absurda petición de su devolución. Aunque fue finalmente
apuntillado.
Castella ya había cortado una oreja
-también de precampaña- por una obra abundante y templada con un sumiso
zalduendo mansito que se dio más y mejor, más largo, por la mano derecha.
Ferrera había gastado su tiempo con fe en un toro más basto y cargado que se
movió en las medias alturas sin entrega y con algún que otro cabezazo de bruto.
Los avisos ya están contados. Eran las 13:15 cuando Perera corría turno. La
apertura de faena de rodillas en los medios fue riesgosa, por la exposición
natural y varios resbalones del torero. Que en pie cosió a su imantadora muleta
la bondad del zalduendo. Lo tapó mucho para evitar esas distracciones que en
los finales luego abundaron.Duró lo justo y necesario. Perera lo mató por
arriba. La muerte se demoró por la trayectoria algo tendida y la colocación
ligeramente pasada. La inacabable agonía la tomó por bravura la gente. Que
aplaudió mucho el arrastre. Cayó el aviso y también una oreja. El reloj marcaba
las 13:37.
Entonces Ferrera se inspiró y le dio
cierto sentido al transcurrir estéril de las horas. Ya con el capote se
abigarró en las verónicas. Y en el quite alumbró faroles y lances que
deslumbraba a la plaza. Que empezaba a sufrir de insolación. Apuntó notas y
cualidades este cuarto zalduendo desde el fondo tenue y escaso de raza de toda
la corrida. AF se abandonó con su naturalidad impostada sobre la mano derecha.
Y se mecía en aquellas series que abría con un molinete raro, agarrada la
muleta con las dos manos. Alguien dijo que la mejor improvisación es la
ensayada. Dibujó naturales a golpe de muñeca, sueltos pero que sumados formaban
un todo. Cuando la embestida rajadita ya se le escapaba a tablas, apuró la
singular faena, el espejismo de su obra de espejos, con derechazos sin ayuda
que sonaban como nuevos naturales. Importunó al veterano el aviso presidencial
tanto como una coz del toro. Que también pedía la hora. Una estocada desató el
delirio. Las dos orejas fueron la consecuencia inmediata. Eran las 14:06.
Para cuando dieron las 14:25, al
sexto aviso de la mañana le acompañó la quinta oreja. Se dejó el penúltimo de
Zalduendo en el aire de todos y Sebastián Castella lo exprimió.
El sobrero que hacía sexto, también
con la Z del ex hierro de Fernando Domecq, anduvo a la defensiva en los tercios
previos al de muerte. Pareció entregarse en los compases preliminares de la
faena de Perera. Pero era más la apariencia que el verdadero empuje y la
sincera entrega. En la tercera serie ya quería irse. Cerró la orejera corrida
de Zalduendo de fácil trato: a las 14:50 el clarín concedía su séptimo aviso y
otro pañuelo entregaba el sexto trofeo. A las 15:00 horas salían los tres
matadores a hombros. 180 minutos de una mañana eterna. Que no es lo mismo que
para la eternidad.
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