JAVIER LÓPEZ
"Más cornadas da el
hambre", la célebre frase que acuñó el Espartero hace siglo y medio
pareció ser una premonición de lo que 150 años después iba a convertirse en la
nueva modalidad de protesta y lucha que algunos toreros están llevando a cabo
para abrirse paso en una profesión cada vez más monopolizada.
Y es que actualmente ya no sorprende
ver a algún novillero o matador en huelga de hambre en los aledaños de una
plaza de toros en plan reivindicativo o simplemente pidiendo la oportunidad que
no acaba de llegar por culpa de la paulatina reducción de festejos y la falta
de huecos en unos carteles cada vez más previsibles, monótonos y monopolizados.
Los pioneros en esta forma de
protesta fueron los ocho novilleros colombianos que decidieron acampar en las
puertas de la Santamaría para pedir el regreso de los toros a Bogotá, una
iniciativa que tuvo un eco mundial y a la que se sumaron prácticamente todos
los toreros a través de las redes sociales para lograr que las etiquetas #Olé y
#FuerzaNovilleros se convirtieran en tendencia durante semanas.
La presión ejercida tuvo su efecto
positivo, pues las corridas regresaron a la capital colombiana en 2017 tras
cinco años de supresión, un éxito que trajo consigo un efecto dominó posterior
en muchos profesionales que también decidieron emprender esta misma modalidad
de protesta para pedir lo que ellos consideraban que se merecían.
Lo hizo el novillero Javier
Velázquez, que en 2017 inició una huelga de hambre en la misma puerta de
arrastre de Las Ventas. La empresa, quizás para reducir el ruido que pudiera
provocar, le atendió a los dos días y acordó con él anunciarle en 2018. Pero
por desgracia las cosas no pudieron salir peor, pues Velázquez fracasó de una
manera estrepitosa y la responsabilidad también recayó en los mandatarios de la
Monumental madrileña, acusados de echar a los leones a un torero sin
preparación. Menos mal que el fracaso quedó en eso, en fracaso, y no en
fatalidad.
Otro novillero que comenzó una
huelga fue Cristian Pérez, que ese mismo año, 2017, se postró en los aledaños
de la plaza de su Albacete (este de España) natal pidiendo una oportunidad que
la empresa de la Chata tuvo también a bien aceptar. Su caso fue distinto al de Velázquez, pues, si
bien tampoco alcanzó el triunfo soñado, al menos su comparecencia en la feria
de la Virgen de los Llanos fue cuanto menos digna.
Y tras comprobar que por la vía del
ayuno las empresas van pasando por el aro, este mismo año el también novillero
Jesús Álvarez y el matador de toros David Moreno "El Alcazabeño" han
emprendido una protesta igual en Sevilla y Granada (sur), respectivamente.
El primero de ellos ya ha conseguido
que la empresa de La Maestranza le prometa ponerle en 2020, mientras que el
granadino continúa su lucha en las postrimerías de la Monumental de Frascuelo.
El caso es que en pleno siglo XXI
las huelgas de hambre en el toreo parecen funcionar más que, por ejemplo, el
tirarse de espontáneo, fórmula utilizada sobre todo por los toreros de la
posguerra española, aquellos que, espoleados por el hambre y las carencias
propias de una de las épocas más tristes de la historia del país, buscaban en
el toreo su propia vía de salvación.
Le funcionó a un jovencísimo Manuel
Benítez Pérez, que el 28 de abril de 1957 se arrojó al ruedo de Las Ventas para
escribir la primera página de una carrera gloriosa bajo el sobrenombre de el
Cordobés; o a Miguelín, en 1968, entre otros casos, sin olvidar tampoco a
aquellos toreros que no les quedaba otra que forjarse en la dureza de las
capeas como maletillas.
Pero este tipo de modalidad, tan
romántica para unos y tan inaceptable para otros, no es tan efectiva en la
actualidad, y sino que lo pregunten, por ejemplo, al ecuatoriano Manuel
Rodríguez "El Lojano" o, más recientemente, los novilleros Andrés
Jiménez "Gallo Chico" o Carlos Enrique Carmona.
Los tres trataron de probar suerte
saltando al ruedo de Las Ventas y ninguno todavía ha sacado más en claro que la
multa que tuvieron que afrontar por alteración del orden público.
Como tampoco tuvo resultado el gesto
que llevó a cabo el torero Juan Belda en 2013 de recorrer a pie los 400
kilómetros que separan su Fortuna (este) natal hasta Madrid para pedir a la
antigua empresa de la capital Taurodelta, un contrato para confirmar alternativa.
Y es que en el toreo hay muchas formas de hacerse notar, pero muy pocas
efectivas. Salvo el pasar hambre. / EFE
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