Los valencianos Jordi San José y Miguel Polope cortan una oreja en el
festejo inaugural de Fallas
SALVADOR FERRER
Valencia
Con la tradicional novillada sin
caballos se descorchó la Feria de Fallas que honra al patrón de los
valencianos. Valencianos eran varios de los alicientes del festejo programado.
El ganadero, de la terreta, y dos alumnos de la escuela taurina de Valencia,
que ha renacido con la gestión y la dedicación de los últimos años. De la
última legislatura, para evitar suspicacias y para que se entienda. Por si
acaso. Casi 4.000 personas en la plaza. Un entradón. Un notición. Los toros
interesan. Y mucho. Políticos, entérense. Nunca es tarde.
Debutó en el coso del arquitecto
Monleón la ganadería de Daniel Ramos Alfonso, que pasta en Borriol, y que
figura como el único hierro inscrito en la Unión de Criadores de Toros de
Lidia.
Jesús Moreno, de la escuela de
Albacete, recibió a su oponente con una larga en el tercio. De salida, el eral
ya marcó sus querencias y sus defectos: salía desentendido, sueltecito. Manseó.
Noble y con buen aire, pero... Ni el inicio coherente por abajo sujetó al eral.
La labor del manchego, con tesón, se diluyó por diversos terrenos. Fue difícil
lograr el lucimiento.
El segundo, un tacazo con hechuras
perfectas, fue ovacionado de salida. Colorada su belleza. Y encendida su
bravura. Jordi San José, antes Jordi Pérez y siempre "El Niño de las
monjas", veroniqueó soltando mucha tela. Muy espartaquista la media
desmayada en los medios. Miguel Polope esculpió la chicuelina en su quite.
Aladas, la figura erguida y los codos altivos. Una hermosura superior, henchida
de garbo y gracia, que se tiene o no se tiene. De eso que no se vende en los
grandes almacenes. Replicó, aguerrido, San José.
Con fibra, disposición y firmeza
muleteó el alumno de Carlet al eral de Borriol. Al natural, firmó varios
naturales soberbios, de profundo trazo y notable fondo. La izquierda es su
mano. Pero cambió a la derecha... El de Daniel fue a más. Una arrucina y un
desdén fueron cumbres de ajuste. Excelente por bravo el novillo, que fue de
vuelta al ruedo. Faena consistente, oreja de peso.
A porta gayola se fue Polope. La
contra querencia de los artistas, quizá. Luego, en el tercio libró una larga
cambiada de rodillas. Endeble el eral, dejó hacer y estar. Por alto en los
medios fue el prólogo de Miguel. Oportuno. Le faltó fuelle y motor a su
oponente. Dibujó derechazos a cámara lenta en una labor presidida por la
elegancia y la inconfundible personalidad de quien tiene lo que escasea. Las
manoletinas del broche tuvieron sabor añejo. La miel en los labios, ávidos de
relamer más dosis.
Jorge Martínez, murciano de Totana
pero inscrito en la escuela de Almería, trató de recoger y sujetar al mansito
cuarto. Abanto, embestía a oleadas, renuente, deslucido. Brindó el chaval al
torero Rafael Rubio Rafaelillo, anunciado mañana con la de Victorino. Dos de
los alicientes de la feria. En las tablas sobresalió un ramillete de naturales
de buen trazo. Nunca perdió los papeles. Y tuvo su mérito.
El malagueño Rafael León lidió un
eral con mucho temperamento. Carácter y seriedad en sus acometidas. Poco tenía
de becerro. Trasteó León con cierta solvencia pero sin expresión.
El colorado sexto tuvo codicia y
brío. Hasta que se rajó. Emiliano Robledo, hidrocálido, basó su faena de muleta
con la izquierda. Hubo pasajes notables. Aislados. Mañana la de Victorino. El
toreo ya arde en Valencia.
FICHA DEL FESTEJO
Jesús Moreno, ovación tras aviso.
Jordi San José, oreja. Miguel Polope, oreja.
Jorge Martínez, vuelta al ruedo tras aviso.
Rafael León, silencio tras aviso.
Emiliano Robledo, palmas tras dos avisos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario