Recordamos los cien años del doctorado de Ignacio Sánchez Mejías en
Barcelona junto a Joselito y Belmonte.
LORENA MUÑOZ
@LorenaLimon
Diario ABC de Madrid
Tal día como hoy, hace cien años,
los periódicos debían recoger las crónicas de una corrida monumental. En
Barcelona, el 16 de marzo de 1919, Ignacio Sánchez Mejías (Sevilla, 1891-
Madrid, 1934), el banderillero de Joselito, tomaba la alternativa de manos de
Gallito, su maestro y cuñado, y de Juan Belmote con los toros de Vicente
Martínez. Pero como confirman sus biógrafos, Andrés Amorós y Antonio Fernández
Torres, aquel día no hubo periódicos, ni tranvías, ni servicios pero sí hubo
toros.
La huelga general no impidió que la
plaza se llenara y que Ignacio llegara al día más importante de su vida. «¡Qué
minutos aquellos! ¿Qué va a pasar aquí?, me dije. Pero fue un relámpago.
Sonaron los clarines. Abrieron el portón… ¿para qué pensar? Allí estaba el
ruedo y yo iba a jugarme la vida desde el primer envite… Mi vida solo tenía una
ambición vertical y absoluta: llegar. ¡Llegar!».
Sin crónicas de la época, así
recordaba Ignacio el día de su alternativa, tal y como recogió Manuel Ramírez,
en ABC, el 25 de julio de 1984, en el «Cincuentenario de la muerte de Ignacio
Sánchez Mejías». En el centenario de su alternativa nos toca recordar la figura
de este inigualable y polifacético personaje que fue el sevillano. Cultivó
múltiples facetas y en todas destacó.
Aficionado al riesgo y a la
aventura, Sánchez Mejías fue torero, jugador de polo, aviador –iba a sus
corridas pilotando su propia avioneta-, automovilista, empresario, agricultor,
escritor y dramaturgo, practicó el acoso y derribo con un coche, fue promotor
del aeropuerto de Sevilla además de presidente de la Cruz Roja y del Real Betis
Balompié. Además de esas inquietudes fue el mecenas de la Generación del 27, a
la que perteneció, pero como los poetas, Ignacio fue mucho tiempo olvidado.
Su muerte en Madrid en 1934 dos días
después de su cogida en Manzanares y la Elegía en la que lo inmortalizó
Federico García Lorca «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías», minimizaron su
personalidad y sus logros como torero. Comenzó a los 18 años como banderillero
en México. En 1913 se presentó en Madrid como novillero de gran valor. Una
cogida grave en la femoral en Sevilla un año más tarde le hizo volver a las
cuadrillas de Belmonte, Rafael el Gallo y Joselito.
Alternó con su cuñado José, que era
su dios, el día de su muerte en Talavera y lideró el escalafón esa misma
temporada de 1920. Las palabras de Lorca lo definen. «Tardará mucho en nacer,
si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventuras».
«A Sánchez Mejías no se le ha dado el reconocimiento
que merece»
El sobrino nieto de Ignacio Sánchez
Mejías comparte su nombre con el genial torero sevillano. Experto conocedor de
su vida y de su legado, acaba de participar en dos actos con motivo del
centenario de la alternativa en dos peñas taurinas señeras: Los de José y Juan
y el Club Cocherito de Bilbao.
Una recuperación de su figura
desconocida durante muchos años. «Ignacio tuvo un hándicap importante con la
elegía de Lorca. Lo inmortalizó como figura literaria pero como torero casi no
se conocía. Manolo Grosso cuenta una anécdota al dar una conferencia: muchas
personas se quedaban asustadas al saber que Ignacio era real y no un personaje
inventado». Ignacio cree que como torero «se conoce pero no se le ha dado el
reconocimiento que merece».
«Toreaba bien pero tuvo muy mala prensa
en la época. Decían que tenía mucho valor pero poco más. Hay que tener en
cuenta que aprendió con José y toreó mucho con él así que aprendió su concepto
de la lidia» destaca, aunque también comenta anécdotas curiosas. «Ignacio era
muy soberbio y cuando empezó a escribir en la Unión escribió crónicas de sus
propias corridas y respondió a críticos con los que tuvo encendidos encuentros
como Galerín y Don Criterio».
A ello se une otro dato. «Fue
presidente de la Unión de toreros en una época en la que los empresarios
pusieron tope salarial a los toreros así que se peleó con ellos y no lo
pusieron en muchos sitios como Sevilla. Como la prensa estaba del lado
empresarial se pusieron en su contra», argumenta.
El polifacético Sánchez Mejías hizo
muchas cosas y en todas quiso ser el mejor. «Cuando era presidente del Betis
quiso hacerlo campeón así que fue el primero que empezó a traer a jugadores
vascos. Pleiteó con el Real Madrid, que ya entonces empezaba a mandar, y no le
dejaron ficharlos. Decidió dejarlo pero puso las bases del equipo: en 1935 el
Betis ganó la liga, un año después de su muerte». Ignacio Sánchez, que siempre
luchó por ser el mejor en lo que hacía, les puso un frontón para que no echaran
de menos su tierra y lo popularizó como entrenamiento para los toreros.
El legado de Ignacio Sánchez Mejías
se conserva en dos lugares. En Sevilla, ciudad en la que nació y en la que fue
su casa familiar: el Cortijo de Pino Montano. La casa la compró Joselito el
Gallo siendo menor de edad e Ignacio la adquirió tras su muerte. Los jardines y
gran parte de la vivienda se mantiene de manera muy similar a cómo estaba en
tiempos de ambos diestros con numerosos muebles y enseres que pertenecieron al
menor de los Gallo.
En Manzanares, lugar en el que
recibió la cornada mortal el 11 de agosto de 1934, un Museo contiene y conserva
todo el archivo familiar. Este espacio cultural, de investigación y estudio,
exhibe un centenar de documentos de los mil que componen el legado que la
familia ha cedido al municipio. La correspondencia de Sánchez Mejías con Lorca,
Alberti o Gerardo Diego, su libreto «Sinrazón», la obra teatral ambientada en
un manicomio que se estrenó en 1928, y la primera edición de su novela «La
amargura del triunfo», la única que escribió.
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