domingo, 17 de marzo de 2019

En la alternativa de un genio

Recordamos los cien años del doctorado de Ignacio Sánchez Mejías en Barcelona junto a Joselito y Belmonte.

LORENA MUÑOZ
@LorenaLimon
Diario ABC de Madrid

Tal día como hoy, hace cien años, los periódicos debían recoger las crónicas de una corrida monumental. En Barcelona, el 16 de marzo de 1919, Ignacio Sánchez Mejías (Sevilla, 1891- Madrid, 1934), el banderillero de Joselito, tomaba la alternativa de manos de Gallito, su maestro y cuñado, y de Juan Belmote con los toros de Vicente Martínez. Pero como confirman sus biógrafos, Andrés Amorós y Antonio Fernández Torres, aquel día no hubo periódicos, ni tranvías, ni servicios pero sí hubo toros.

La huelga general no impidió que la plaza se llenara y que Ignacio llegara al día más importante de su vida. «¡Qué minutos aquellos! ¿Qué va a pasar aquí?, me dije. Pero fue un relámpago. Sonaron los clarines. Abrieron el portón… ¿para qué pensar? Allí estaba el ruedo y yo iba a jugarme la vida desde el primer envite… Mi vida solo tenía una ambición vertical y absoluta: llegar. ¡Llegar!».

Sin crónicas de la época, así recordaba Ignacio el día de su alternativa, tal y como recogió Manuel Ramírez, en ABC, el 25 de julio de 1984, en el «Cincuentenario de la muerte de Ignacio Sánchez Mejías». En el centenario de su alternativa nos toca recordar la figura de este inigualable y polifacético personaje que fue el sevillano. Cultivó múltiples facetas y en todas destacó.

Aficionado al riesgo y a la aventura, Sánchez Mejías fue torero, jugador de polo, aviador –iba a sus corridas pilotando su propia avioneta-, automovilista, empresario, agricultor, escritor y dramaturgo, practicó el acoso y derribo con un coche, fue promotor del aeropuerto de Sevilla además de presidente de la Cruz Roja y del Real Betis Balompié. Además de esas inquietudes fue el mecenas de la Generación del 27, a la que perteneció, pero como los poetas, Ignacio fue mucho tiempo olvidado.

Su muerte en Madrid en 1934 dos días después de su cogida en Manzanares y la Elegía en la que lo inmortalizó Federico García Lorca «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías», minimizaron su personalidad y sus logros como torero. Comenzó a los 18 años como banderillero en México. En 1913 se presentó en Madrid como novillero de gran valor. Una cogida grave en la femoral en Sevilla un año más tarde le hizo volver a las cuadrillas de Belmonte, Rafael el Gallo y Joselito.

Alternó con su cuñado José, que era su dios, el día de su muerte en Talavera y lideró el escalafón esa misma temporada de 1920. Las palabras de Lorca lo definen. «Tardará mucho en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventuras».

«A Sánchez Mejías no se le ha dado el reconocimiento que merece»

El sobrino nieto de Ignacio Sánchez Mejías comparte su nombre con el genial torero sevillano. Experto conocedor de su vida y de su legado, acaba de participar en dos actos con motivo del centenario de la alternativa en dos peñas taurinas señeras: Los de José y Juan y el Club Cocherito de Bilbao.

Una recuperación de su figura desconocida durante muchos años. «Ignacio tuvo un hándicap importante con la elegía de Lorca. Lo inmortalizó como figura literaria pero como torero casi no se conocía. Manolo Grosso cuenta una anécdota al dar una conferencia: muchas personas se quedaban asustadas al saber que Ignacio era real y no un personaje inventado». Ignacio cree que como torero «se conoce pero no se le ha dado el reconocimiento que merece».

«Toreaba bien pero tuvo muy mala prensa en la época. Decían que tenía mucho valor pero poco más. Hay que tener en cuenta que aprendió con José y toreó mucho con él así que aprendió su concepto de la lidia» destaca, aunque también comenta anécdotas curiosas. «Ignacio era muy soberbio y cuando empezó a escribir en la Unión escribió crónicas de sus propias corridas y respondió a críticos con los que tuvo encendidos encuentros como Galerín y Don Criterio».

A ello se une otro dato. «Fue presidente de la Unión de toreros en una época en la que los empresarios pusieron tope salarial a los toreros así que se peleó con ellos y no lo pusieron en muchos sitios como Sevilla. Como la prensa estaba del lado empresarial se pusieron en su contra», argumenta.

El polifacético Sánchez Mejías hizo muchas cosas y en todas quiso ser el mejor. «Cuando era presidente del Betis quiso hacerlo campeón así que fue el primero que empezó a traer a jugadores vascos. Pleiteó con el Real Madrid, que ya entonces empezaba a mandar, y no le dejaron ficharlos. Decidió dejarlo pero puso las bases del equipo: en 1935 el Betis ganó la liga, un año después de su muerte». Ignacio Sánchez, que siempre luchó por ser el mejor en lo que hacía, les puso un frontón para que no echaran de menos su tierra y lo popularizó como entrenamiento para los toreros.

El legado de Ignacio Sánchez Mejías se conserva en dos lugares. En Sevilla, ciudad en la que nació y en la que fue su casa familiar: el Cortijo de Pino Montano. La casa la compró Joselito el Gallo siendo menor de edad e Ignacio la adquirió tras su muerte. Los jardines y gran parte de la vivienda se mantiene de manera muy similar a cómo estaba en tiempos de ambos diestros con numerosos muebles y enseres que pertenecieron al menor de los Gallo.

En Manzanares, lugar en el que recibió la cornada mortal el 11 de agosto de 1934, un Museo contiene y conserva todo el archivo familiar. Este espacio cultural, de investigación y estudio, exhibe un centenar de documentos de los mil que componen el legado que la familia ha cedido al municipio. La correspondencia de Sánchez Mejías con Lorca, Alberti o Gerardo Diego, su libreto «Sinrazón», la obra teatral ambientada en un manicomio que se estrenó en 1928, y la primera edición de su novela «La amargura del triunfo», la única que escribió.

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