"No habrá precipitaciones
pero es bueno tener una referencia e intentar alcanzarla. Ese es un plazo
razonable si las cosas van bien. Antes sería una barbaridad y no vamos a hacer
barbaridades. Todavía me quedan unos añitos buenos...", señala el
valenciano.
José Luis Benlloch
Diario LAS PROVINCIAS
de Valencia
Enrique Ponce ha vuelto a pagar con sangre su gloria de
torero grande. Siete días después de la cornada de la Feria de Fallas, sigue
hospitalizado. Todo, me dice, marcha bien. El tono de voz denota entereza.
Caído pero entero. Te siento bien, le digo. “Es lo que trae el toro”, me
advierte cuando comenzamos a charlar. “Unas veces trae triunfos y otras dolor,
y esta vez, ya ves…”. Él, que es torero por naturaleza, en realidad desde muy
niño se supo que había nacido torero, lo tiene así de asumido aunque no pierde
de vista la realidad. “Y otras veces, José Luis, otras veces el toro hasta
mata. Es algo que no podemos cambiar, forma parte de su autenticidad. Esta vez
ha sucedido lo que todos sabemos. Una pena porque me encontraba artísticamente
muy bien”.
En los silencios de la habitación del hospital donde sigue
hospitalizado le (este lunes al final de la tarde fue dado de alta) ha puesto
fecha a la vuelta, con realismo pero sin más plazos de los imprescindibles.
“Agosto es la meta. Para entonces se cumplirán cinco meses de la cogida. Ese es
el objetivo a perseguir. A ver qué pasa. De momento he dicho que me hagan las
ferias de agosto”.
- Las prisas son
malas consejeras en estos casos.
No habrá precipitaciones pero es bueno tener una referencia
e intentar alcanzarla. Ese es un plazo razonable si las cosas van bien. Antes
sería una barbaridad y no vamos a hacer barbaridades. El ligamento cruzado hay
que curarlo bien.
- Mañana -por hoy lunes-
está previsto que te dejen ir a casa.
Estoy tranquilo y mentalizándome para lo que me espera estos
meses. Aquí me tienen controlados los dolores, a ver si me quitan las vías. A
ver si por vía oral es suficiente. Ya me han mandado unos ejercicios, son como
si apoyase pero sin apoyar. Los médicos están contentos, me dicen que la
extensión de la pierna la tengo completa y que la encojo bien.
“Lo
que más rabia me da es que estaba en un momento fenomenal y tengo que parar.
Pero volveré con más fuerza, me quedan unos añitos buenos”
Paloma, su mujer, que sabe desde siempre lo que supone ser
la esposa de un torero, no se ha separado de la cabecera de la cama en ningún
momento. Por descontado que no hay reproches pese al disgusto, sabe
perfectamente que el toreo trae estas cosas. Las niñas, Palomita y Bianca, le
han visitado varias veces y le han puesto una sonrisa al dolor. “Ahora están
contentas porque no puedo torear y me van a ver más estos días. Ellas saben lo
que hace su papi… y no me fuerzan a hacer otra cosa”.
Las llamadas telefónicas y las muestras de apoyo se suceden
de todas partes del mundo y desde todos los niveles sociales, entre otras las
del Rey Emérito, que le ha llamado interesándose y le ha comprometido para ir
juntos a los toros este San Isidro, para que no falte aunque sea en este caso
desde la barrera.
La operación duró cinco horas y dicen que ha salido muy
bien. Le han puesto, repasa en voz alta, una placa en la tibia, se la han
sujetado con tornillos porque se había desplazado dos centímetros hacia abajo.
“Han tenido que intervenir también el cruzado, el lateral interno, el menisco
externo, que estaba hecho polvo, el interno algo menos pero tenía un
toquecín…”, me lo ha recitado de memoria. “Todo menos el posterior, menos mal
que no se rompió ese también, menos mal”. Le escuchas el parte de guerra y
entiendes a la perfección lo que significa aquello que definió el doctor
Villamor como “una rodilla catastrófica”.
El maestro venía arrastrando una lesión grave, una rotura
del cruzado anterior, de la que se había resistido a pasar por el quirófano con
la esperanza de que una musculación y fortalecimiento adecuado del cuádriceps
le permitiese darle un quiebro a la cirugía como había logrado hacer su amigo
Raúl que jugó varias temporadas al máximo nivel con esa misma lesión.
-El doctor me ha dicho que al abrirme la rodilla lo había
encontrado en muy mal estado y hubo que operarle. Que necesariamente tenía que
tener molestias y sí, es cierto que las tenía, me daban pinchazos, pero
aguantaba.
- ¿Tu eres valiente
también ante los cirujanos?
Bueno… Lo que pasa es que si me operaba me hubiese perdido
la temporada de México que fíjate como ha sido de buena y me hubiese perdido
las Fallas y no estaba dispuesto a eso. Torear en esas condiciones era un
riesgo pero había que asumirlo. La pena es que el toro me echó muy alto y al
caer se me fue la rodilla.
“Volver
en agosto es el objetivo. Para entonces se cumplirán cinco meses de la cogida.
He dicho que me hagan las ferias de ese mes”
- ¿Se rompió más por
culpa de tener el ligamento mal?
Eso nunca se sabrá pero debió ayudar. Me echó muy alto, yo
vi hasta donde me subió, vi la plaza entera. Si lo hubiese tenido bien a lo
mejor no me rompo tanto, pero desde esa altura te puedes romper tengas la
rodilla como la tengas.
CONFIANZA O AMBICIÓN
- ¿Por qué te cogió?
Seguro que lo has pensado.
Porque no fue un buen toro y yo estaba delante de él como si
lo fuese, casi como si fuese una becerra. Los pitones me pasaron rozando en
varias ocasiones e incluso alguna vez me dio con la pala de pitón en las
piernas, pero quería salir en hombros como fuese.
Enrique recuerda con detalle toda la secuencia de la cogida.
-Después de la serpentina, quise ligar con el pase de pecho,
me quedé en el sitio y me vio. Ya no hubo solución, fue todo muy rápido. Desde
ese mismo momento me tenía fichado, me dio la cornada del glúteo y me lanzó
hacia arriba.
- Luego, cuando te
tenía en el suelo, te buscó con auténtica saña.
Cuando estás en el suelo es muy peligroso. Ahí te pueden
herir fuerte. Contra el suelo el pitón hace más presión y además no puedes
escapar, estás a merced, a lo que Dios quiera.
- En ese momento hubo
un quite providencial, el capote de Jocho se llevó al toro cuando parecía que
no tenías escapatoria.
Yo miré y vi la cara del toro en mi cara. Fue tremendo pero
al instante desapareció tras el vuelo del capote. Fue milagroso. Mis hombres
estuvieron espectaculares en el quite.
- ¿Fue un exceso de
confianza o un exceso de amor propio?
Cuando te cogen los toros puede ser por varias razones. A mí
me cogió porque tenía media puerta grande abierta. Había cortado la oreja del
primero y necesitaba cortar otra. Y aunque el toro no era bueno, lo estaba
moviendo bien y hasta parecía mejor de lo que era…
“Me
cogió porque no fue un buen toro y yo estaba delante de él como si lo fuese. Y
porque quería abrir la puerta grande”
- Eso forma parte de
tu tauromaquia, tu facilidad para andar con los toros los hace parecer mejores
de lo que son.
Yo estoy andando muy bien en estos momentos, muy confiado,
diría que mejor que nunca, pero por encima de eso un toro te agarra en nada, en
menos que cuesta contarlo. Aunque el otro día hubo un momento en que casi me
escapo.
Y vuelve a rememorar el fatal momento.
-Primero me lanza un derrote al pecho y me desequilibra un
poco. En ese instante, si no saca la saña que llevaba dentro, si no sigue
haciendo por mí, no me la pega, pero me siguió y ya no me escapé.
- ¿Maldices al toro?
No. El toro cumple con su obligación de embestir y esto son
cosas que ocurren. ¿Qué vas a hacer?... Hay que asumirlo como he asumido todos
los percances que he tenido. ¿Sabes lo que más rabia me da?
- ¿Qué?
Que estaba en un momento fenomenal y tengo que parar, pero
volveremos con más fuerza.
- No esperaba menos.
¿Eres muy cabezón?
Lo vas a ver.
- Como aficionado es
una respuesta que me encanta, como amigo no tanto.
Ya… pero nos quedan unos añitos buenos.
- Ahora, después de
treinta años de matador al máximo nivel, lo que no había conseguido nadie, es
tal tu actualización que se puede decir que eres novedad. Tu pausa con el
capote, tus creaciones con la muleta… suenan a un torero nuevo.
Yo trato de mantenerme fresco. No es fácil, te diría que es
lo más difícil, pero para eso entreno y para eso vivo en torero. Si no, ya
estaría en mi casa hace años.
- Habría que
anunciarte Ponce 1.0 e incluso Ponce 2.0.
No sé, pero el otro día me pasaban los pitones muy cerca.
Dejémoslo en el Ponce que llegó donde nadie.
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