PACO AGUADO
El novillero madrileño Ángel Téllez,
que paseó la única oreja del festejo, hizo valer su cuajo y su bien aprendido
oficio para imponerse a los descastados utreros de Guadajira lidiados hoy en la
primera de las dos novilladas de la feria de Fallas de Valencia.
Téllez, que ya tiene anunciada su
alternativa para dentro de un mes en Guadalajara, demostró estar más que
preparado para dar tan importante paso profesional, en tanto que, técnica y
artísticamente, acertó a sacar partido con gran solvencia de dos novillos que
no le ofrecieron demasiadas opciones de triunfo.
A su primero, que amagó rajarse en
cuanto comenzó la faena de muleta, lo sujetó en la tela y le ligó relajadamente
muletazos limpios y de largo trazo, incluso cuando, podido y vencido, el animal
quiso pararse y renunciar a la pelea. Solo un pinchazo y una estocada baja
hicieron que la presidencia, con buen criterio, no le concediera el trofeo
solicitado.
La oreja, pues, se la cortó Téllez
al quinto, un novillo áspero y protestón al que mató mejor y al que sometió con
idéntica firmeza y criterio, manejando perfectamente los vuelos de la muleta
para atemperarlo y terminar así de redondear la excelente imagen de novillero
puesto y dispuesto para miras mayores que ofreció en Valencia.
Con los otros cuatro ejemplares del
descastado encierro de Guadajira no se alcanzaron apenas notas destacables,
pues el valenciano Juan Cervera, a sus 26 años de edad y diez de novillero con
picadores, quemó el que podía ser su último cartucho entre la indecisión y las buenas
intenciones.
Poco toreado a pesar de su
veteranía, el de Valencia hizo el esfuerzo ante las secas arrancadas del
primero de la tarde, que fue de los dos quien marcó siempre el ritmo de una
larga faena en la que el matador, también molestado por el viento, nunca llegó
a concretar.
Más fácil se lo puso el mansito
cuarto, que se abría en cada embroque sin ponerle en apuros. En cambio, tardó
mucho en verlo claro Cervera, que, cuando se confió por fin, vio cómo la poca
raza del utrero se traducía en una constante huida hacia las tablas.
Tampoco tuvo su mejor tarde
Francisco de Manuel, al que no se le puede negar las ganas y el valor
derrochado ante el tercero, el mejor novillo del encierro, solo que, por
atacarle y exigirle en exceso, sin darle sitio ni respiro, no consiguió que el
toreo le fluyera más y mejor.
Con el sexto, ya a tarde vencida y
fría, De Manuel se prodigó en una faena voluntariosa, sí, pero cargada de
muchos y anodinos pases, contagiado tal vez del escaso celo y la falta de
emoción de un utrero que mantuvo la tónica general de sus hermanos de camada. / EFE
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