Víctor Diusabá
Diario ELPAIS de
Bogotá
A la muy respetable edad de 103 años ha fallecido ‘Canito’
(Cano, en realidad). Además, con el mérito de haber hecho lo que más le gustaba
hasta casi el último de sus días. El hombre supo marcar la diferencia entre
haber llegado a viejo y sentirse viejo, asunto que pasa antes por el corazón y
la cabeza que por el calendario.
¿Quién era ‘Canito’? El ‘Manuelhache’ de los españoles. ¿Y
quién era ‘Manuelhache’? El’ Canito’ de los colombianos. Dos personajes
inolvidable forjados en la sabiduría popular, ajenos a cualquier apetito de
poder, historiadores por naturaleza y reporteros gráficos hechos de pasión y
convicción.
Ambos supieron retratar un largo trecho de nuestra época,
sin que se les hiciera justicia en vida. Cosa de la que, eso sí seguro, deben
estar muertos de la risa, sobre todo de aquellos pretenciosos que posaron para
ellos, mientras uno y otro hacían clic en cámaras sin rollo (cuando las cámaras
tenían rollo, que, juro, existieron).
Ah, olvidaba decir que, en su momento (hace casi 70 años, en
agosto de 1947) se hicieron célebres a costillas de un mismo hombre y un mismo
hecho. Hablo de la trágica muerte de ‘Manolete’, el torero más importante de
mediados del siglo pasado. Aunque si uno se detiene en la secuencia de sucesos
políticos y sociales que los dos vieron en sus lentes y no dejaron pasar de
largo, lo suyo va mucho más allá de esa fecha icónica para nosotros, los
taurinos.
La vida me dio la oportunidad de encontrarlos en los
callejones de los ruedos. Pero a medida que fui descubriéndolos, supe que no
alcanzaría ningún tiempo para conocer muchos de sus secretos que ahora se han
marchado con ellos.
‘Canito’ nació en la España de la primera mitad del siglo
pasado y sobrevivió a la Guerra Civil que, entre otras cosas, acaba de pasar de
puntillas en la conmemoración de los 80 años de aquel hecho que la desencadenó,
el infame golpe del 18 de julio del 36. Ostracismo que uno no sabe si atribuir
a la desmemoria selectiva, a la corrección política o a la hipocresía. Aunque
quizás sean las tres juntas.
Decía, ‘Canito’, puesto en las circunstancias de esos tres
años terribles (36 al 39), vio como una y otra España, tal cual decía Antonio
Machado, le helaba el corazón con tantas atrocidades. Y después vivió los años
de hambruna y de persecución de la tiranía de Franco, absuelta luego, entre
otros, por los condicionamientos de la Guerra Fría.
Las Españas de la preguerra, de la guerra, de la posguerra,
de la dictadura, de la transición, de la falsa bonanza y del actual declive,
quedaron en su archivo, detenidas en el tiempo. Sí, al lado de la instantánea
del ‘Manolete’ corneado, en andas de quienes lo auxilian en la arena de
Linares, mientras él intenta parar con su mano ese río de sangre por el que
escapa su existencia.
‘Manuelhache’ se graduó de fotógrafo de prensa el viernes 9
de abril del 48, y de cazador de noticias. Él y Felipe González Toledo
encontraron en el Cementerio Central de Bogotá, entre centenares de cuerpos, el
de Juan Roa Sierra, autor material del crimen del siglo, ese que acabó con
Gaitán e incendió este país.
Pero su foto más reconocida fue la que le tomó al mismo
‘Manolete’ en 1946, cuando pasó por Bogotá. Más recordada que aquella
emblemática de Alberto Lleras Camargo, con la v de la victoria, en la lucha
contra la dictadura de Rojas Pinilla. O esa otra que denunció las rondas
nocturnas, y non sanctas, del entonces presidente Guillermo León Valencia en la
mojigata Bogotá de los 60.
‘Canito’ y Manuelhache. Manuelhache y ‘Canito’. Dos genios y
una sola dignidad, la del oficio bien hecho y sin ataduras. Imágenes calladas
que gritarán por siempre.
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