La torera, única mujer en
desorejar a un astado en la historia de Las Ventas y última española en tomar
la alternativa, espera que su inclusión entre las 100 figuras femeninas más
influyentes de todo el mundo sirva para «acercar la tauromaquia a más gente».
Anunciada para debutar en San Cristobal, la afición venezolana le espera. Foto: EFE |
Ismael del Prado
@isma83svb
Diario LARAZON de
Madrid
Era una de esas tardes de loza abrasadora. De guiris, muchos
guiris, y fieles, los de casi siempre, salpicando el tendido. Cemento a
raudales. Las Ventas, en pleno julio. La interminable resaca de la maratoniana
isidrada. Exhaustos del mes completo, enterito, de toros. Treinta tardes. Una
detrás de la otra. Y una novillada de domingo sólo apta para turistas o fieles,
muy fieles. Hubo recompensa. Histórica, incluso. Una murciana, Conchi Ríos, en
volandas. Puerta Grande y primera mujer de la Historia en desorejar a un toro
en La Meca del toreo. Madrid, rendida. Impactada. Hoy, más de cinco años
después, sólo quedan rescoldos de aquella epopeya. El sistema devoró a los
anales. Se esfumaron los contratos. Sólo dos en 2016, uno de ellos su alternativa
–clave en la vuelta por sus fueros–, para la única española incluida en la
lista de las 100 mujeres más influyentes del mundo para la BBC británica.
«Nadie podía esperar que me llegara este reconocimiento, me
enteré por mi prima, es profesora de inglés y suele meterse por la noche a leer
las noticias en los medios extranjeros. Me llamó al momento gritando: «Prima,
que eres famosa». Ha sido una grata sorpresa y un guiño fantástico tanto a la
tauromaquia como a esa lista interminable, no de 100, de mujeres luchadoras,
que persiguen cada mañana su sueño», analiza Ríos, tan halagada como abrumada
por una lluvia de llamadas y entrevistas inesperadas después de una temporada
parca en paseíllos.
Y es el que el teléfono no ha dejado de sonar, sobre todo,
«de medios ajenos al toro». «Esta fiebre ha salido más de la gente que no suele
seguir el circuito de ferias, pero lo valoro más precisamente por eso, porque
es una baza perfecta para acercar la tauromaquia a mucha más gente que no
conoce este mundo, si sirve para convencer a una sola persona más...
encantada», se autoconvence, a pesar de no ser «demasiado amiga» de todo lo que
no late como el toro.
«No lo termino de ver, las redes sociales, por ejemplo, casi
las tengo por obligación de mi apoderado», sonríe, antes de pensar en voz alta:
«Soy muy del cara a cara, en cuanto me llaman para una tertulia, voy donde haga
falta, ni lo pienso. Más que de las nuevas tecnologías, soy del vínculo
personal directo, de contar las cosas y enseñarlas, como decía Víctor». Ese Víctor
es Víctor Barrio, el añorado torero con el que compartía apoderado, Alberto
García. La mañana de cada festejo, Conchi repite el mismo ritual. Una clase de
toreo de salón para los más pequeños, más de 300 en algunas de ellas, que
acuden gratis por la tarde a verla torear: «Ellos son inteligentes, si hubiera
maldad o no les gustaría, lo rechazarían al instante».
«Un enésimo gesto»
Para Ríos, entrar en este top 100, «al lado de mujeres con
trayectorias tan impresionantes», supone un «pequeño pero enésimo gesto hacia
la tauromaquia desde fuera» de nuestras fronteras. «Me quedo con el respeto que
demuestran siempre todos los países, taurinos y no taurinos, como esta vez Gran
Bretaña, por el toreo; está recibiendo una libertad que, aquí, la mayoría de
las veces, en la propia cuna del arte, se echa de menos... En plena polémica en
España, fuera valoran más el mérito de tener esta seña de identidad», lamenta
la murciana, afincada en la toledana Torrijos.
Allí, la joven espada busca recuperar el tiempo perdido.
Volver a sonar y asomar la cabeza después de tres años en el banquillo. «Es
duro estar en casa sin vestirte de luces; en su día, era la pregunta del
millón, y no pude explicar por qué después de una Puerta Grande en Madrid y
otra oreja en Valencia el año siguiente... me caí de todos los carteles»,
recuerda con un tono serio que tiñe durante unos minutos su alegría sin mácula.
«De 2013 a 2015, no salía nada. No es que no salieran fechas para mi
alternativa, es que ni siquiera novilladas para seguir sin dar el salto. Me
tuve que ir a Perú, porque en España los meses caían como una losa», insiste,
presa de «un sistema que baraja constantemente las mismas cartas, un monopolio»
que ha devorado nombres y proyectos ilusionantes.
«Necesito empresarios valientes que me abran las puertas de
las plazas; no pido oportunidades para demostrarlo, sólo lo que creo que me he
ganado en el ruedo. Con mis actuaciones, ya he enseñado mis condiciones»,
defiende, sin achacar el problema a una cuestión de sexo. «No, para nada,
porque está el 90 por ciento del escalafón igual, y son hombres. El problema es
que en todas partes torean los mismos, a veces algún comentario de tal o cual
torero que te puede vetar los escuchas, pero ser mujer creo que sólo es una
gota más en todo el océano», comenta sobre una situación que la ha hecho más
fuerte mentalmente.
Tanto que incluso está estudiando sobre ello. «Había dejado
las clases en 3º de la ESO, con 16 años, porque se hicieron incompatibles con
los entrenamientos, pero aproveché estos años de parón para completar mi
formación y me apunté a Psicología por la UNED», relata sobre una carrera que
la ayuda «a trabajar la mente del torero». «Mi etapa de novillera tuvo una
intensidad brutal; mi primera novillada fue en Granada y la cuarta era ya en
Bilbao... Debuté en casi todas las plazas de primera y segunda. Todo sucedió
muy rápido, a veces seguía toreando por la inercia de la temporada, pero ni
pude saborear algo tan esperado ni logré sacudirme esa ansiedad», confiesa,
contenta de que la alternativa en Cehegín, en septiembre pasado, fuera su
instante de «mayor madurez de luces».
Madrid da y quita
Fue su único paseíllo junto a otra corrida en Alcañiz. Allí
fue, precisamente, a grabarla un equipo de la BBC para montar un documental, a
punto de estrenarse, sobre la última matadora de toros española en tomar la
alternativa. Logrado el doctorado, Conchi Ríos tiene entre ceja y ceja
confirmarlo. En Madrid, por supuesto. «Cuando hablo de Madrid, mi gente
enseguida cambia de tema, porque saben que lo persigo y no quieren
presionarme... A Las Ventas no se puede ir de cualquier forma. Qué menos que un
rodaje de una docena de corridas de toros. Entiendo que tengo mucho que ganar,
como en aquella tarde, pero también mucho que perder», advierte, aferrándose a
la manida frase: Madrid da y quita.
A Conchi, una tarde de julio, con una de las 11 cornadas que tatúan su cuerpo aún fresca –abrió la Puerta Grande 13 días después de ser corneada en Francia– ya se lo dio. «Todo, realmente, igual que creo que he pagado un peaje muy grande por las cornadas, también sé que le debo mucho a Madrid. La gente se volcó, crujió conmigo y vio ese toreo en largo, luciendo al toro, aguantando su galope para someterlo en la muleta, como hacía el maestro César Rincón; ése es el toreo en el que creo», concluye, convencida de que, además de ser la única mujer española entre las 100 más influyentes, será lo que más anhela: figura del toreo.
A Conchi, una tarde de julio, con una de las 11 cornadas que tatúan su cuerpo aún fresca –abrió la Puerta Grande 13 días después de ser corneada en Francia– ya se lo dio. «Todo, realmente, igual que creo que he pagado un peaje muy grande por las cornadas, también sé que le debo mucho a Madrid. La gente se volcó, crujió conmigo y vio ese toreo en largo, luciendo al toro, aguantando su galope para someterlo en la muleta, como hacía el maestro César Rincón; ése es el toreo en el que creo», concluye, convencida de que, además de ser la única mujer española entre las 100 más influyentes, será lo que más anhela: figura del toreo.
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