PACO AGUADO
El 2016 se lleva muchas cosas del mundo del toro. Las más
importantes, las vidas de Víctor Barrio, de El Pana y de Renato Motta,
enganchadas en los pitones de esos toros que siguen saliendo a los ruedos para
desmontar el buenismo y desmentir el concepto de víctimas pasivas que de ellos
tienen e intentan propagar las corrientes zoofílicas.
Pero, más allá de la bofetada de evidencia que han supuesto
estas tres muertes, el desarrollo de la temporada española, al margen del
ruedo, se ha llevado por delante antiguas glorias de despacho y ha descabalado
viejos tronos que parecían inamovibles, en el que ha sido el último tramo del
forzoso proceso de cambios que se inició con la crisis económica de finales de
la pasada década.
La nula reacción a la crisis de un sistema empresarial mal
acostumbrado por tanto poder oligopólico, su pasividad y la ausencia total de
medidas coherentes para adaptarse a la nueva situación y a los problemas que la
propia crisis trajo aparejados en el sector, han hecho que, ocho años después,
el propio entramado sostenido por las cuatro o cinco familias habituales se
haya desmoronado por completo.
Tal es así que, visto lo visto, sólo cabe señalar que el
poder taurino en España, a día de hoy, ya no es ni vasco, ni catalán ni
toledano, sino francés y mexicano. Exactamente como las ideas y el capital que
este mismo año han terminado de tomar el relevo en la cima del empresariado,
acaparando, mediante una u otra fórmula, las más importantes plazas europeas.
La llegada de Simón Casas a Las Ventas, después de décadas
de asedio, le sitúa por fin en la sala de mandos, allí donde tendrá la ocasión
de materializar, de una vez y a lo grande, los refrescados conceptos que tanto
tiempo lleva propugnando en sus apasionados discursos.
La responsabilidad del francés es grande, pues, contando con
las trabas que encontrará entre una minoría inmovilista, esos necesarios
cambios para revitalizar la marchita plaza madrileña habrán de ser, al tiempo,
un modelo a seguir en otros cosos y un primer paso fundamental para adecuar,
tarde pero aún a tiempo, el negocio taurino al siglo XXI.
Por su parte, el segundo desembarco taurino de Alberto
Bailleres en España, con su entrada -aún no bien especificada- en las plazas de
la casa Chopera, se antoja como una inyección de fuerza económica, el aval
necesario y el reconstituyente que frene la paulatina pérdida de vigor del que
llegó a ser un imperio taurino en el que no se ponía el sol. Curiosamente, el
poder taurino ha cambiado también de sentido al cruzar el Atlántico.
Casas, por un lado, con Madrid, Valencia, Alicante, Nimes y
Zaragoza (ésta con participación del magnate mexicano a través de la FIT) y el
mismo Bailleres con/sobre/tras/junto a o al margen de los Chopera en San
Sebastián, Salamanca, Logroño, Almería, Palencia, Córdoba, Badajoz, Olivenza y
alguna plaza más por caer, son, a tres días del cambio del calendario, los
dos nuevos grandes grupos de poder casi en solitario, en una situación que en
México no parecerá muy extraña…
Ese es, nítido y palpable, el nuevo escenario del toreo al
finalizar 2016, como fruto de un cambio radical de protagonistas que,
extrañamente, se ha producido casi en silencio, sin apenas análisis de fondo
por parte de quienes, más que de hacer su trabajo y como si aquí no hubiera
pasado nada, andan pendientes de reubicar sus intereses sin molestar a los
responsables del nuevo entramado.
Pero el cambio está ahí, clamoroso, a falta de ver
únicamente cuáles serán las consecuencias que, a lo largo de la próxima
temporada, acarreará tan tremenda acumulación de plazas y de fuerza en los
despachos.
Teniendo en cuenta la ausencia casi total de figuras y de
apoderados independientes tras tantos años de persecución, así como la
imposibilidad de los nuevos empresarios de acceder a los cosos grandes, el
terreno parece perfectamente abonado para que el duopolio imponga sus criterios
sin mayor oposición.
Por eso, ya que estamos en días de buenos deseos, sólo cabe
esperar y pedirles que lo hagan con amplitud de miras y generosidad para el
conjunto del toreo.
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