El grave riesgo de ir
languideciendo poco a poco
La experiencia de las Corridas
Generales de 2016 no ha hecho más que ahondar en la crisis que viene de atrás.
Los alicientes que ofrecen al gran público no son suficientes para atraerlos en
el número necesario a los tendidos. Siempre sobre lo base de mantener el
prestigio y la ideosincracia taurina de la capital vizcaína. La realidad es
cabezona, viene pidiendo cambios en profundidad, pero el tratamiento de la
enfermedad se sigue queriendo centrar en una aspirina. El cambio necesario es
mucho más profundo, de personas, de ideas, de propuestas. A nuevos tiempos,
nuevos remedios, no más de lo mismo.
Se anunció como la feria del optimismo y del cambio, pero ha
acabado de forma bastante controvertida. Y no ya por los incidentes del mano a
mano del día 26, que al final no dejarán de ser una triste anécdota; sino por
el tono general del desarrollo del abono y por la escasa respuesta del público
bilbaíno.
Después de las Corridas Generales que acabaron este domingo,
volver a desembarcar en las orillas de nueva primavera para la fiesta de los
toros en una plaza de tanto abolengo como Bilbao no será una propuesta cómoda
ni fácil para los protagonistas de su gestión, pero se ha hecho indispensable.
Podemos alargar esta agonía decadente, que ya dura demasiado, pero acabará por
imponerse la realidad, si se quiere la Fiesta siga ocupando el papel que
siempre mantuvo en la vida de la Villa.