miércoles, 1 de junio de 2016

FERIA DE SAN ISIDRO – VIGESIMAQUINTA CORRIDA: Una corrida muy difícil de Moreno de Silva

Solo un toro de buen trato y Alberto Aguilar firma los momentos más felices de la tarde. Un cuarto pregonado y Sánchez Vara acreditan su oficio. Al corral tras los tres avisos un tercero fiero.
Sánchez Vara
BARQUERITO
Fotos: EFE

LOS SEIS SALTILLOS del hierro de Moreno de Silva eran cárdenos. La pinta, en las tres gamas de lo cárdeno, fue, sin contar las cuernas astifinas, la dureza de manos y la correa general, nota común de una corrida abierta de sementales y líneas, según todas las apariencias. El primero, degollado, hocico de rata y sacudido, cumplió con la estampa del toro de Saltillo que más se ha perpetuado. El clásico. Toro distraído, de los que salen de engaño con la cara alta y suelta; mirón, de los que no se entregan sin tampoco resistirse; nada sencillo, ni siquiera en los viajes humillados, que los hubo. Muy entero Sánchez Vara, que acertó con manejo, terrenos, distancia y sentido de la medida.
El segundo, terciado, justo de trapío, menguada cabeza, las borlas o flecos del rabo barriendo la arena, sacó el aire felino tan propio del encaste y, con ese aire, la elasticidad para humillar al emplearse. Pese a escupirse del caballo, fue el toro de la corrida. Alberto Aguilar lo fijó con lances de brega de mano baja, consintió que se pegaran al toro dos puyazos traseros muy dañinos y se animó con una faena corta, de emoción, resuelta, de despegado pero limpio trazo. No siempre gobernado ni metido en la muleta el toro, que fue pronto y de largo viaje, repetidor, guerrero y de fiar. Por lo que sea, el toro de Saltillo es muy fino de oído.

A este lo distrajo más una vez algún sonido conocido o tentador. Con ambiente a favor, tres pinchazos, una estocada, muchas demoras, sonó un segundo aviso.
Muy ofensivo –más astifino que ninguna, abiertas las palas, cresta corta e hirsuta, ojos saltones-, largo y bajo, el tercero era de estirpe que dentro de Saltillo ya empieza a rarear. En La Quinta sobrevive una rama, pero sin el fondo tan agresivo e incierto que saco ese tercero de corrida, que se acabó yendo vivo al corral después de sonar un tercer aviso. El único toro que tardó en sucumbir, solo lo justo, a la irresistible  seducción de los bueyes de Florito, el magistral mayoral de las Ventas. Llevaba cobrados cinco picotazos tal vez ligeros, los seis arpones de otras tantas banderillas, media estocada que acabó escupiendo, la herida de un pinchazo y una estocada desprendida. Desde el callejón Rafael González, banderillero de gran experiencia, acertó a sacarle la espada antes de que los bueyes fueran en su busca para envolverlo. La estrategia de la devolución, cumplida al tercer intento, fue un prodigio. Florito llegó a alinear los ochos bueyes de la parada en los medios, de raya a raya, como en formación de tiradores, y luego se puso a traerlos con la voz. Se distrajo el toro en plena maniobra. Al tercer intento, casi suelto, el toro tomó la ruta de corrales. Al trote vivo y casi galope.
Alberto Aguilar
Las galopadas del toro en algunos de sus arreones fueron escalofriantes. No se había visto nada parecido en toda la feria. No tuvo el toro trato por la mano derecha –siempre levantado, sería vicio de manejo-, pero sí una velocidad de galope extraordinaria, como de purasangre, y la agilidad y la viveza tan propia de los saltillos. Por la mano izquierda pasó sin queja pero sin repetir. A esos viajes sueltos se avino José Carlos Venegas con muletazos a pies juntos y de perfil, ayudados o no, de buen dibujo. Hasta la hora de pasar con la espada. Un trago amargo.

El cuarto, un galán de solo 500 kilos, cornipaso, cabezudo, pechugón y muy corto de cuello hizo desde salida cosas de toro pregonado. Frenarse, venirse al bulto y no a engaño, soltarse del caballo tan solo sentir el hierro de la puya, huir de un caballo a otro para pegar solo topetazos de blandearse. La plaza, tomada, porque parecía misión imposible pegarle al toro un pase. Pañuelo rojo, banderillas negras. El eje en las manos en gesto defensivo, esperó el toro. Arrojo mayúsculo y sabio del tercero de cuadrilla de Sánchez Vara, Raúl Ramírez, para prender dos pares de sobaquillo y hasta hacerle al toro un regate. Todos los toros tiene su lidia, reza un viejo dicho. Pero este no. Ni Domingo Ortega. Ni el padre de Domingo Ortega, rezaba otro dicho no tan viejo pero casi. Muy listo Sánchez Vara, curtido en tantas batallas, para torear por delante tapando la cara al toro con la muleta como anzuelo. Y, metiendo el brazo, un espadazo que no todos habrían sabido cobrar.  
José Carlos Venegas
Arrastrado el toro pregonado y fogueado, Cazarratas de nombre, tomó la corrida de Moreno de Silva la recta final. Con dos toros muy distintos. Un quinto cornipaso, que se emplazó de salida, fue bien sangrado en dos duras varas y banderilleado con pares de recurso. Toro de embestidas trepidantes pero no inciertas. Escarbador por agresivo. De agresivo los arreones antes de ser domado en el caballo. Otra faena de decisión y ánimo resuelto de Alberto Aguilar. Oficio, carácter, serenidad para correr la mano. Perseguido tras un pinchazo. Una estocada muy hábil. Y entonces pareció que la inmensa mayoría de la gente recobraba el aliento y respiraba.

El sexto, el más alto de todos, cabezón y badanudo, fue en el caballo de un genio terrible, desmontó y derribó en una primera vara, zurció a cornadas el peto en la segunda. La fiereza. Aunque apalancado de partida, y enterado por sistema al tercer viaje seguido, resultó menos problemático de lo presumido. Alguna salida suelta, más de un trallazo. Se hizo de ánimo Venegas, firme, mucho más seguro ahora que antes, segunda versión mejorada del muletazo de perfil a pies juntos con la zurda –el toreo de Frasquito- y, al fin, acierto con la espada.

FICHA DE LA CORRIDA
Seis toros de Saltillo-Moreno de Silva (José Joaquín Moreno de Silva).
Sánchez Vara, silencio y aplausos. Alberto Aguilar, silencio tras dos avisos y saludos. José Carlos Venegas, palmas tras tres avisos y silencio.
Juan Carlos Sánchez se agarró en dos varas buenas con el quinto. César del Puerto fijó de salida a ese quinto con categoría. Pares muy celebrados de David Adalid a tercero y sexto. Buen trabajo como terceros de Raúl Ramírez y Juan Carlos Tirado.
Madrid. 26ª de San Isidro. 17.000 almas. Primaveral. Dos horas y veinte minutos de función.

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