DOMINGO DELGADO DE LA
CÁMARA
Han pasado ya días de la muerte de mi amigo Rodolfo
Rodríguez “El Pana”, y no soy capaz de hilar cuatro párrafos medianamente
decentes que puedan explicar la grandeza de “El Pana”. Es evidente que es mucho
más fácil hablar de aquello que ves de lejos, mientras que hablar de los amigos
y de las cosas que verdaderamente amas, es tremendamente difícil. Así que será
mejor empezar por el principio…
La primera persona que me habló de “El Pana” fue mi amigo
Gastón Ramírez. Gastón es un aficionado mejicano que presencia todos los años
la Feria de Sevilla, y él me habló por primera vez de “El Pana”, del que era un
furibundo partidario. Al parecer se trataba de un torero muy artista y gran
personalidad. Gastón me dijo: si “El Pana” fuera de Sevilla o Jerez de la
Frontera, sería un mito del El Toreo, porque tiene un arte y una personalidad
incomparables. Y ahí quedó el comentario, suspendido en el éter sin que nadie
lo rebatiera, pero el comentario era muy certero.
A los dos años de aquella conversación, veo por satélite una
corrida desde la Monumental Plaza México. El festejo fue tan divertido como
caótico. En corrida de ocho toros y cuatro matadores, tres de los espadas van a
la enfermería y un torero veteranísimo se ve obligado a despachar sólo unos
durísimos toros de la ganadería de “La Misión”. Aquél hombre era “El Pana” y se
dejó vivos tres toros. El escándalo fue estratosférico, pero aquél tipo me cayó
bien. Y en medio del caos, apuntó algún esbozo del toreo más caro.
Y así llegamos al día siete de enero de 2007. “El Pana”
volvía a la Plaza México después de purgar el petardo anteriormente descrito
durante varias temporadas. Le habían puesto en el cartel después de mil
súplicas y para que se despidiera de una vez y dejara de dar el coñazo. Pero
aquella que iba a ser su despedida resultó ser su resurrección y consagración.
Para abrir boca, brindó el toro a las putas, así como suena.
Este brindis es sin duda el más inspirado y famoso de toda la Historia del
Toreo. Al escucharlo fue imposible no esbozar una sonrisa. Mientras los demás
brindan toros a políticos, banqueros, magnates y demás gentucilla patética que
sólo tiene dinero, “El Pana” brindaba a esas buenas samaritanas, tan fáciles,
tan simpáticas, paño de tantas lágrimas… Este brindis define al personaje,
mientras los otros están con el poder, “El Pana” está con los apestados y los
perseguidos.
Y entonces se hizo el milagro. Delante del toro “Rey Mago”,
de Javier Garfias, “El Pana” desgranó una de las más bellas faenas de toda la
Historia del Toreo. Faena comparable a la de Rafael de Paula en Vista Alegre o
la de Paco Camino en Querétaro, por citar dos faenas bellísimas y ampliamente
celebradas por su deslumbrante inspiración. Con “Rey Mago”, Rodolfo Rodríguez
resucitó la Edad de Oro del Toreo Mexicano. En realidad, él es el último
componente extemporáneo de esta Edad de Oro del Toreo Mexicano. “El Pana” es el
heredero de Silverio a la hora de arrastrar la muleta perezosamente barriendo
la arena, o dando ese trincherazo dormido. Hereda de Procuna el toreo por alto,
de “El Calesero” hereda la variedad. También tiene chispazos de Lorenzo Garza,
por ejemplo, en los pases de costadillo. La faena a “Rey Mago” fue un compendio
de todas estas maravillas. Las series transcurrían lentas y solemnes ante el
pasmo de los pocos aficionados que habían acudido al festejo. Los trincherazos
eran truenos de emoción ante el asombro de la afición y el toreo por alto del
final de la faena fue de una enorme fuerza estética. Mató mal, dio igual, tuvo
que dar hasta siete vueltas al ruedo ante el entusiasmo frenético de la
afición. Luego hubo otro toro y otro brindis, esta vez a los maletillas, pero
lo importante ya estaba hecho. Y aquella que iba a ser su despedida, fue su
resurrección.
Desde ese momento, yo me hice partidario incondicional de
“El Pana” y comencé una investigación exhaustiva sobre el personaje. Supe que
nació en Apizaco, Tlaxcala, que asesinaron a su padre cuando era niño y que
tuvo que desempeñar los más diversos oficios. Y fue panadero, de ahí el apodo.
También supe que su número cabalístico era el siete. Llenó siete veces la Plaza
México siendo novillero, se dejó siete toros vivos en la México y el siete de
enero de 2007 fue su consagración, cuando dio siete vueltas al ruedo.
La trayectoria taurina de “El Pana” es tan insólita como el
personaje. Harto de dar tumbos por las capeas de Tlaxcala, se tiró de
espontáneo en el transcurso de una novillada en la Plaza México, mientras que
José Antonio Ramírez “El Capitán” estaba trasteando al novillo “Pelotero” de la
ganadería de San Martín. El trasteo estaba siendo de los más anodino, hasta que
Rodolfo descubrió las virtudes de un gran novillo. A raíz de esto, le pusieron
en la México y triunfó ruidosamente muchas tardes de novillero. Tomó la
alternativa el 18 de marzo de 1979 en la Plaza México, con el toro “Mexicano”,
de Campo Alegre. Mariano Ramos y Curro Leal oficiaron la ceremonia. Y aquí
empezó el infierno del “El Pana”.
A este respecto, he escuchado dos versiones contradictorias.
Los partidarios de “El Pana” dicen que Manolo Martínez y Eloy Cavazos, los
mandones del toreo mejicano del momento, le vetaron temerosos de la calidad y
del gancho con el público que tenía nuestro torero. Sus detractores dicen que
la querencia por el alcohol de nuestro hombre, su irregularidad crónica delante
del toro y su predisposición para hacer enemigos insultando hasta al lucero del
alba; hicieron que él solito se hundiera en un pozo de miseria. Probablemente
las dos versiones sean ciertas, todos los personajes tienen una cara brillante
y un dorso oscuro, nadie es perfecto. Y sólo conocemos bien a un personaje
cuando somos capaces de ensamblar lo que dicen detractores y partidarios. Estoy
harto de las biografías oficiales, siempre tan falsas y exculpatorias. Siempre
son más interesantes las biografías no autorizadas…
No sé si esto que voy a contar, será del todo cierto, pero
lo voy a referir tal y como me lo narraron. Corría 1982 y Manolo Chopera había
aterrizado un años antes en la Plaza de Toros de Madrid como empresario. Cuando
Chopera estaba pergeñando el San Isidro de 1982, comentó:
- Habrá que
poner a algún mexicano. Pero como hace tiempo que el toreo español vive
totalmente de espaldas a México, yo no sé quiénes son los toreros jóvenes ni
los toreros que interesan. ¿A quién podemos poner?
Y alguien le habló de que había un torero muy artista y de
mucha personalidad que se llamaba Rodolfo Rodríguez “El Pana”. Y Chopera quiso
contratarlo, y “El Pana”, inmerso en un delirio de alcohol desechó la oferta.
Al final confirmó la alternativa Jorge Gutiérrez. Si todo esto es cierto, “El
Pana” hizo muy mal. Esta y no otra, era su gran oportunidad. Solamente estar
anunciado en San Isidro hubiera resultado una bofetada para Martínez y Cavazos.
Y a pesar de los petardos, con cuatro detalles y una faenita resultona, se
hubiera hecho todo un personaje en la temporada española. Y entonces ninguna
figura mejicana habría podido maniobrar en su contra. Pero el alcohol y la
disipación de nuestro héroe lo impidieron. Una lástima.
Después de la conmoción de “El Pana” con “Rey Mago” hasta
figuras del toreo español tan importantes como José Tomás y Morante de la
Puebla, se interesaron por él. Morante lo trajo a un mano a mano en Vista
Alegre en tarde en que no soplaron las musas. Pero hete aquí que a Rodolfo le
gustó España e hizo de España parada y fonda. Su máxima ilusión era confirmar
su alternativa en la Plaza de Las Ventas, y no lo pudo lograr. Una empresa que
anuncia un día sí y otro también a auténticas mediocridades, no se atrevió a
anunciar al Pana. La empresa temía un escándalo o que uno de esos torazos que
se lidian en Madrid, desbaratara a tan veterano espada.
Antiguamente se anunciaba, por ejemplo, a un Rafael El Gallo
muy veterano, y el petardo que pudiera dar o la cornada que pudiera sufrir, era
un problema exclusivo del torero. Ahora las empresas se han vuelto muy
prudentes y temerosas. Y con tanta prudencia han hurtado a los aficionados
emociones enervantes y tardes inolvidables. Así se puso de manifiesto en la
Guadalajara española, uno de los pocos cosos peninsulares que anunció a Rodolfo
Rodríguez “El Pana”. El taco que formó fue espectacular. Hasta que salió el
sexto, allí no había pasado prácticamente nada. Pero cuando salió el último
toro de la tarde, “El Pana” armó la mundial.
Primero dio unos extraños lances, daba un farol sin toro y
cuando este llegaba a su jurisdicción, daba una verónica cuando el capote caía
del farol. Luego puso dos pares al quiebro y como postre, un par de su
creación, el par de Calafia, que es un violín con quiebro al hilo de las
tablas. En este momento la plaza toda estaba cardiaca. El éxtasis llegó cuando
en la puerta de toriles nuestro hombre dio un péndulo ajustadísimo, el toro
estuvo a punto de llevárselo por delante. ¡Hay que ver el valor que tiene este
torero!, comenté. Y es que con sesenta años cumplidos era capaz de tamaños
alardes. Después dio una serie de derechazos de gran sabor y el toro se paró.
Si le dura solamente veinte muletazos, “El Pana” habría cortado un rabo, porque
a pesar de tres pinchazos le dieron una oreja. Las peñas alcarreñas estaban
como locas, todos los mozos bajaron al ruedo y no le dejaban salir de la plaza.
Y yo pregunto ¿cómo hubieran reaccionado las peñas de Pamplona si hubieran
conocido a tan carismático personaje?
Al ver este espectáculo pensé en la estupidez de la patronal
taurina, tanto mejicana como española. En México pusieron hasta el aburrimiento
a auténticas mediocridades, mientras tenían arrumbado a un torero carismático,
que con su personalidad única hubiera podido sacar a la Fiesta mejicana de su
marasmo. Y en cuanto a los empresarios españoles, cuando había afición y olfato
empresarial, una tarde como la de septiembre de 2014 en Guadalajara, hubiera
servido a Rodolfo para confirmar en Madrid y estar anunciado en todas partes.
No le sirvió para nada.
A raíz del exitazo con “Rey Mago” los amigos de mi cuadrilla
bilbaína fundamos la Peña “El Pana”, una peña irreverente y taurinamente
incorrecta que jamás se inscribió en ningún registro de asociaciones. Tamaño
formalismo burocrático es incompatible con la devoción por el Brujo de Apizaco.
Pero no conocí al maestro hasta que no vino por España. Nuestra amistad se
consolidó el año pasado. Se da la circunstancia de que El Pana iba mucho por
San Sebastián de los Reyes, al bar de su banderillero Juan Antonio Bautista. Y
Juan Antonio es buen amigo y su bar estaba al lado de donde yo trabajo. Esto me
permitió intimar más con Rodolfo y hablar despacio con él. Hasta vino a
visitarme al despacho y yo le dediqué mi último libro. Me decía que yo era muy
“echao p´adelante” y que chanelaba los mío de toros, que hablábamos el mismo
idioma. El Pana ha sido un torero de una gran cultura taurina, cosa infrecuente
entre los coletudos.
Y cuando estábamos esperando su próxima venida a España, nos
enteramos que en Ciudad Lerdo, el último uno de mayo, un toro le había dejado
tetrapléjico. “El Pana” ha estado un mes debatiéndose entre la vida y la
muerte, mientras en Madrid se celebraba la Feria de San Isidro, que nunca
toreó. El día tres de junio nos enteramos de su fallecimiento… “El Pana”
siempre deseó que le matara un toro, para entrar en la mitología del Toreo por
la Puerta Grande. Y así lo quiso el destino…
Pero “El Pana” ya es inmortal, porque quienes le conocimos y
le vimos torear, jamás le olvidaremos. ¡Gloria a “El Pana”, último romántico
del Toreo!
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