El matador albaceteño deja constancia de su sitio y
serenidad y saluda las únicas ovaciones en una actuación no lo suficientemente
valoradaPesadora, densa e inmensa corrida de Cuadri muy agarrada al piso.
Fernando Robleño |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de Madrid
Un diminutivo en Cuadri cae como a un cura dos pistolas. A «Berraquillo»
el illo se le quitaba con sólo asomar un pelo de su trapío. Hondo como una
barrica, badanudo como un buque, chato bajo un morrillo redondo y armado como
la 133 acorazada.
Rubén Pinar se vistió de valiente, el grana y oro, de
decisión y templanza. Javier Ambel se marcó una brega como si fuera a hacer un
quite por delantales. Y cuando el cuadri alcanzaba su jurisdicción perdía los
pasos pertinentes, volteaba las palmas de las manos hacia adentro, elevaba los
brazos y el capotazo le salía por sevillanas. Ordóñez le hubiera dicho aquello
de toma y ahora le pones tú la izquierda. Pero el que se la puso fue Pinar con
serenidad para saberlo esperar y temple para vaciarlo. Desde una colocación de
exacto conocimiento, el albaceteño lo condujo con largura en tandas que
crecieron desde el asentamiento. «Berraquillo» respondió con agradecimiento al
trato pero con respeto de todo lo que pesa un cuadri en la muleta.
Una cuestión más allá de la física. La faena desprendió una
importancia no suficientemente valorada. En los medios y en el tercio, donde el
toro parecía ayudar más. Pero ya tocaba a su fin. Una estocada como un puñetazo
en la mesa, así de perpendicular, se hundió con toda la muerte a cuestas. La
ovación para Rubén Pinar se antojó tímida.
De nuevo Pinar volvió a estar en un nivel superior a las
condiciones ofrecidas. Y eso que el enorme último descolgó más que ninguno de
los densos cuadris en principio. Pero la disposición acabó por encima de una
embestida que se fue apagando. Un cambio de mano destelló entre los momentos
diestros y la permanente búsqueda de la colocación cabal. Un único pero que es
mal endémico de la tauromaquia actual: la medición del tiempo de la faena.
Luis Miguel Encabo peina ya 20 años de alternativa y unas
cuantas canas. Un mayo del 96 de miedos compartidos. Una nebulosa de recuerdos.
Cuando el tremebundo y difícil cuadri que hacía cuarto convertía su piel en
coraza para la espada, la imagen de aquel chaval que desde la Escuela de Tauromaquia ha
entregado su vida a esta plaza se manifestaba con nostalgia.
Pasado el naufragio saltó un antitaurino solidario con el
cadáver del toro. Jorge Arellano, el apoderado de Encabo, le persiguió con
fuego en los ojos para reducirlo entre todos sin llegarle a hacerle nada. Un
día estos antis que violentan y profanan las plazas van a provocar un incidente
grave.
Encabo había cumplido con un primero más fino que nunca
humilló. Tardo en banderillas y con un movimiento de ataque en corto a modo de
empellones. La dignidad de Luis Miguel en todos los tercios volvió a perderse
con los aceros.
Fernando Robleño como Encabo dibujó una media verónica al
hocicudo y badanudo segundo considerable pero todavía con un punto más de
sabor. El toro de Cuadri siguió una progresión de excavadora pero en ascensión.
En cada tanda menos descolgado hasta acabar distraído. Todo con oficio hasta
que la espada se le fue a los sótanos.
No se resignó Fernando y ante el gigantesco quinto, cuya
cruz pasaba por el nudo de su corbatín una marea creciente, se colocó para
torear al natural como si fuese un cuvillo. Y, jodé, aquel camión pasaba
compacto con todo a la vez por el palillo. Mérito y oficio que con el estoque
volvieron a irse.
Caído el telón de la tarde, Madrid despidió a Rubén Pinar
con una ovación. Y pese a los fallos a espadas uno también hubiera aplaudido a
Encabo y Robleño. En los tendidos no se sabe con certeza el miedo que provoca
un toro de Cuadri, lo que se pasa ahí abajo y lo que no transciende de sus
miradas, de ese aparente pacifismo tan agarrado al piso, de su densidad
interior. Y de su volumen, y sus cuellos, y sus pechos. Un respeto especial
para Rubén Pinar. Pero también para sus compañeros.
CUADRI | Encabo,
Robleño y Rubén Pinar
Toros de Cuadri, cuajados, imponentes, muy
serios; el armado 3º se prestó por el izquierdo; apuntó el 6º a menos;
complicado y duro el 4º; en general se agarraron mucho al piso con escasa humillación.
Luis Miguel Encabo, de rosa palo y oro.
Pinchazo hondo y ocho descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo en los
bajos y tres pinchazos y 10 descabellos. Aviso (pitos).
Fernando Robleño, de blanco y plata.
Bajonazo (silencio). En el quinto, metisaca y estocada honda (silencio).
Rubén Pinar, de grana y oro.
estocada perpendicular (saludos). En el sexto, estocada honda atravesada. Aviso
(saludos y ovación de despedida).
Monumental de las Ventas. Jueves, 2 de junio de 2016. Vigésimo sexta de feria. Tres cuartos de entrada.
Monumental de las Ventas. Jueves, 2 de junio de 2016. Vigésimo sexta de feria. Tres cuartos de entrada.
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