El
torero de Galapagar cuaja una soberbia faena de pulso y yemas a un toro de
vuelta al ruedo de Núñez del Cuvillo y sale a hombros con el matador
alicantino, que también desoreja al sexto con empaque y elegancia.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Alicante
Diario
ELMUNDO de Madrid
Una ciudad colapsada al reclamo de un solo nombre,
una presencia insuperable, como dice Simón Casas, un impacto económico que
desborda los ocho millones de euros: José Tomás ha abonado la Feria de Hogueras
-en cristiano de San Juan-, la tierra y la taquilla. Su "no hay
billetes", los otros llenos y el reventón de hoteles, restaurantes, bares
y lupanares. Así el formidable lío 48 días después de Jerez; 20 cumplía José
María Manzanares desde la inabarcable faena de Madrid que inmortalizó a Dalia. Todo
junto llamaba al éxtasis precoz y presentido desde el paseíllo -erizada la
ovación al deshacerse- encabezado por el Manzanares caballista. Fecha de duelo
y honor para los hermanos en el 45 aniversario de la alternativa del padre
llorado y maestro inolvidado.
Somos el tiempo que se fue... A José Tomás no le
sirvió de mucho que Manuel Manzanares abriese plaza: hizo más hielo que el que
había por romper en tan caliente ambiente. Y tampoco el cuvillo tan suelto y
tan poco dado a humillar... Pero a JT le pegaban oles cuando sí y cuando no;
hubo contados síes. El obediente toro se salía de la muleta. Como se fue del
capote hacia chiqueros en el quite de apretadas chicuelinas.
La faena se inició sin probaturas sobre la derecha
en los medios. Una serie de toma de contacto antes de que en la siguiente le
bajase la mano en busca de la despaciosidad y la entrega de la embestida que no
llegó. Serie frondosa de seis hasta los obligados de pecho. La ausencia de
ritmo en el núñezdelcuvillo, como solía escribir Villán, se incrementó con su
tarda respuesta al natural. Dos buenos pero sin la posibilidad de la
continuidad quedaban como islotes. Y así la faena. De mucha plaza recorrida,
por cierto. Intercaló manos, trincheras, molinetes y varios afarolados un tanto
desangelados el viejo guerrero de Galapagar. Las manoletinas se celebraron como
un descubrimiento. Un tesoro. A estas alturas... La estocada pasada y rinconera
valió para una oreja de protocolo. Tan alicantina.
Al altón, corpulento y bien lleno colorado de
Cuvillo le acompañaba una mansedumbre de arrollar, cruzada ya desde el capote.
Elegiría el veedor por la cara recogida, por reata o nota, pero por hechuras ni
de coña. José María Manzanares abrevió con un toro que se rajó en banderillas y
volvió grupas en la muleta tal cual se volvía del revés.
Del paréntesis desafortunado de Manuel Manzanares
con el muy sangrado cuarto (de Bohórquez los de rejones y buenos los dos),
despertó a la plaza José Tomás por delantales dormidos y una lenta despedida.
Serio y engatillado el soberbio quinto de Álvaro Núñez del Cuvillo, llamado «Cacareo»,
un jaleo de armonía. Y un quite curioso en la tauromaquia de JT por delantales
o seminavarras y tafalleras. Como la serpentina. Como un géiser de pasión se
incendió Alicante con los estatuarios impertérritos sobre la boca de riego. Un
puñado de quietud resuelto con un monumental pase del desprecio como un
estallido. Un tsunami de oles. Una locura.
La faena transcurrió con un pulso privilegiado.
Los derechazos compusieron bronces macizos. Y al natural José Tomás jugó los
vuelos, muñeca y codo; la muleta en las yemas. El fondo del torero de siempre
pulido como en una nueva expresión. No sé. Un algo diferente -la cabeza que
cae, el codilleo que gira- al José Tomás roto que se recuerda. Ya toda la obra
creció en su zurda de seda, como un reloj de sol en el que la luz se comiese
las sombras. La última tanda de naturales supuso un broche de oro. Como la
estocada. Tardó «Cacareo» en morir. Una resistencia brava en los mismos medios.
Por tres veces se levantó muerto sin ganas de rendirse. Cuando acudía el
puntillero, se encampanaba. JT puso calma y se apartó. No importaba el aviso.
Las dos orejas para tan magna sinfonía estaban ahí. Ahora sí; hoy sí. La vuelta
al ruedo en el arrastre para el cuvillo de cartel también cayó con justicia a
falta de un tranquito.
Manzanares se arreó con el bonito y buen sexto. Un
quite por chicuelinas se tornó casi en un atragantón. Atadas las zapatillas y
la voluntad ante la fuerza de la arrancada. Y esa voluntad fue luego empaque y
elegancia. Tacto para afianzar al toro en la derecha para torearlo luego a
placer en la izquierda. Zurda espejo de Madrid. Como si hubiera redescubierto
una nueva primavera en su pecho. La estocada en la suerte de recibir sonó como
un crujido. Un reventón de huesos. Rodó el toro como los pañuelos y la puerta
grande.
Con José Tomás a la espera. Resucitan los
"viejos" el toreo de siempre cuando los jóvenes emergentes
desperezan. Una procesión mecía las glorias. Somos el tiempo que nos queda. Y
el que se fue.
FERMÍN BOHÓRQUEZ / NÚÑEZ DEL CUVILLO |
Manuel Manzanares, José Tomás y José María Manzanares
Plaza de toros de Alicante. Viernes, 24 de
junio de 2016. Tercera de feria. Lleno de "no hay billetes". Toros de
Fermín Bohórquez para rejones (bueno
el 1º y muy sangrado el 4º) y Núñez del
Cuvillo, de diferentes hechuras y seriedades; bravo el engatillado 5º,
premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; rajado el altón y corpulento
3º; suelto y sin entrega ni ritmo el 2º; bueno el 6º cuando se afianzó.
Manuel
Manzanares, pinchazo y rejonazo
(saludos). En el cuarto, rejonazo (silencio).
José
Tomás, de negro y oro. Estocada
pasada, rinconera y tendida (oreja). En el quinto, gran estocada. Aviso (dos
orejas).
José
María Manzanares, de azul pavo y
oro. Pinchazo y estocada honda (silencio). En el sexto, gran espadazo en la
suerte de recibir (dos orejas).
Salió a hombros con José Tomás.
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