Seis albaserradas de hechuras y
condición dispares. Corrida de menos nota que la de hace mes y medio en
Sevilla. Sin suerte Uceda Leal, más voluntad que acierto de El Cid y una tarde
buena de Abellán con un segundo difícil y un quinto de buen trato.
Uceda Leal |
BARQUERITO
Fotos: EFE
EL PRIMER VICTORINO, de aire felino, muy bello, se estrelló
de salida contra un burladero. Un trastazo brutal de caras secuelas: el toro,
corretón y sin fijeza, se puso por delante, no descolgaba. Un puyazo trasero y
durísimo de Diego Ochoa. Encelado en el peto, empujó el toro. El puyazo desató
las iras de quienes lo vieron más cerca. Una bronca sonora que ganó volumen
después de una segunda vara protestada por el propio toro, que sangraba a
chorro por la herida en el espinazo y, la mirada perdida, pero asomándose por
encima de los engaños, deambulaba por el ruedo y buscaba objetos lejanos. De
todo se soltaba sin atender a reclamo. Uceda Leal tiró por la calle de en
medio. Una faena que quiso ser de castigo y no llegó a tanto. Sí de aliño. La
inmensa mayoría no entendió la razón del trabajo, que fue de razón
precisamente. La bronca más cerrada de toda la feria. Un pinchazo y una
estocada alargando el brazo.
También el segundo victorino, de lindo porte, largo, muy
astifino, se cobró de partida un trastazo, pero no tan aleve. Guerrero en el
caballo, pero de desigual empleo. De los que se cansan de empujar. Trasero el
segundo de los dos puyazos en regla. Muy elástico el toro, agilidad de atleta,
la prontitud de la casta, pero todavía más revoltoso que elástico. Listeza del
victorino legítimo, empezó a revolverse enseguida, no consintió el toreo por
arriba, se rebelaba entonces. Tomaba engaño con casi dulzura, pero al entrar en
jurisdicción se rebotaba. Toro, por tanto, difícil. Abellán no volvió la cara
ni renunció a la pelea. Se puso por las dos manos con asiento y fe. Hasta el
momento en que se sintió en el punto de mira del toro, que lo buscaba con el
dedo en el gatillo. Dos pinchazos, una estocada y acierto en el primer
descabello.
Victorino padre estaba en el que fue hace años su asiento de
abono de sol y sombra encina del burladero de capotes y El Cid tuvo el cariñoso
gesto de brindarle la muerte del tercero de corrida, que remató de salida pero
sin estrellarse, galopó con son –lances estirados de El Cid a pies juntos o a
compás abierto- y pareció de condición más clara que los dos recién
arrastrados. El toro cumplió con nota en dos varas perfectas de Juan Bernal,
uno de los contados piqueros que en San Isidro ha movido el caballo de pica
como se debe. Uceda salió a quitar en su turno y casi se lo comen. No boyante,
revoltoso pero noble, el toro enterró pitones en el segundo lance del quite. El
Cid tomó la decisión arriesgada de abrirse fuera de rayas, donde tanto pesan en
Madrid los toros. Encaje desigual, nervios no del todo sujetos, algo forzado el
torero de Salteras que tardó tres tandas en ponerse por la mano buena del toro,
la izquierda. Muletazos en línea, de abajo arriba. Detalles buenos: un remate
de trinchera, un desplante como suerte de dominio. Soltando engaño, una
estocada sin puntilla.
Bizco, bien armado, hocico de rata, el cuarto se revolvió al
tomar capa. Carretero le pegó por abajo cinco magistrales lances de brega. No
se empleó en varas el toro, que hizo sonar los estribos, esperó en banderillas y llegó a la muleta sin alma ni
gas. Uceda se dobló con estilo bueno para ahormarlo, pero claudicó el toro dos
veces entonces. Fuelle mínimo. Humillaba pero se frenaba, se quedó debajo dos o
tres veces. Ágil de cuello, se revolvió no poco. Uceda se justificó. Una
estocada caída, cuatro descabellos.
Abierto de cuerna, veleto también, alto, largo y sacudido,
el quinto fue hermoso. Lo lidió de maravilla el propio Abellán, se adornó con
revolera cuando tuvo fijado al toro, que no peleó en varas pero fue en la
muleta de menos a más. Frágil en los primeros escarceos, fijo en el engaño
siempre, ganó asiento a medida que creció una faena de Abellán muy resuelta,
ligada sin esconderse, en las rayas de sombra toda entera, con la soltura e
inteligencia del torero experto. Irregular el ritmo del toro –la cara a veces
por encima del palillo- pero francos los viajes. Notable la idea de Abellán de
torear al natural de frente con temple y pulso. Con sus momentos brillantes,
largo trasteo, tres pinchazos, un descabello.
El Cid brindó al público el sexto, un toro muy cabezón,
aleonada estampa mientras estuvo levantado, protestado por falta de trapío pero
astifino y elástico. Una faena de sol, pues a terrenos de tablas del 6 hizo
llevar el Cid el toro antes de ponerse, pero solo para salirse a los medios
toreando por delante. La muleta en la zurda sin demora. Gesto y guiño. No bastó
con el gesto. Una colada de toro incierto, la mirada desparramada, dos quedadas
en mitad de suerte, rachitas de viento que descubrieron a El Cid, poco asiento,
más ruido que nueces y una estocada saldada con un palotazo en la mandíbula.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Una conversación captada al vuelo. Resultó que uno de la fila
7 de mi tendido era de Ciudad Real. Yo no lo sabía, porque mi tendido es de
público nómada y de gente con invitación pero sin asiento, y de un día para
otro cambian las caras y todo lo demás. Pero el hombre de un matrimonio de la
fila 6, justo debajo, por no sé qué motivo se volvió a comentar algo y de
pronto descubrieron que eran paisanos. Nadie se imagina la alegría que sintieron.
El de la fila 6 quiso dejar clara una cosa: que él trabajaba en Miguelturra
pero que no era miguelturreño sino ciudadrealeño de nacimiento. De Ciudad Real
capital. Ojito al dato. Como si ser tenido por miguelturreño fuera hacerle a
uno de menos. Y no.
De Miguelturra eran y seguirán siendo dos novilleros
hermanos gemelos, y, si no gemelos, idénticos. Lo hermanos De Natalia, que se
anunciaban así por el nombre de la madre. siguiendo el modelo indigne del
Paula, o de Rafael de Julia, un torero de muy buen estilo a quien vi en
Valencia un verano de hace cosa de quince años torear con grandeza dos toros
inmensos de Cuadri. A los De Natalia los vi en la placita del Batán una mañana
de mayo. Toreaban al alimón con una sincronización comparable a la de las
nadadoras olímpicas que parecen pensar con las piernas cuando se zambullen a la
vez y retozan en las aguas mansas como las sirenas de la Odisea. Toreando al
alimón o álimon no es fácil ganarse la vida. Ni siquiera en Miguelturra. Es
ancha la Mancha.
FICHA DEL FESTEJO
Viernes, 3 de junio de 2016. Madrid. 29ª de San Isidro. No hay
billetes. 24.000 almas. Primaveral. Una hora y cincuenta y cinco minutos de
función. Un minuto de silencio en señal de duelo por la muerte, en la noche del
jueves, del gran torero mexicano Rodolfo Rodríguez “El Pana”. Miguel Abellán
llevaba un lazo negro de luto en una manga.
Seis toros de Victorino Martín.
Uceda Leal, bronca y silencio. Miguel Abellán, silencio y silencio tras aviso. El Cid, saludos y silencio.
Juan Bernal picó perfecto al tercero. Cinco capotazos
de brega magistrales de José Antonio
Carretero al cuarto. Pares notables de Miguel
Martín.
El Cid |
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