sábado, 25 de junio de 2016

El regreso ocasional de Ortega Cano y Cristina Sánchez

La suerte varia que corren las "reapariciones por un día"
A mediados de julio lo hará Ortega Cano en Benidorm, para el 20 de agosto se anuncia la de Cristina Sánchez en Cuenca. Los interesados afirman que se trata de reapariciones por un día. Cada cual tiene su motivo para hacerlo. Y todos pueden ser legítimos. Pero la historia enseña que estos regresos, ya sean ocasionales, ya más sostenidos en el tiempo, luego resultan imprevisibles en sus resultados. Para unos les bastó esa tarde ocasional, para otros fue el inicio de una segunda parte en su carrera. En cualquier caso, no hay una ley fija de cómo van a salir las cosas.


Para el 16 de julio Ortega Cano se ha autocontratado para su plaza de Benidorm, donde irá de “primero”  en un cartel que integran Morante de la Puebla y José María Manzanares, con toros de Núñez el Cuvillo. Y más o menos un mes después, el 20 de agosto, reaparecerá ocasionalmente  Cristina Sánchez en Cuenca, en compañía de Enrique Ponce y El Juli con toros de Daniel Ruíz.

Las “reapariciones por un día” tienen hasta una cierta tradición. Por lo general, se trata de hechos muy ocasionales. Por un día volvieron a vestirse de luces Miguel Báez ”Litri” y Paco Camino para darle la alternativa sus hijos en Nimes. Por un día “Espartaco” reapareció un domingo de Resurrección en Sevilla, por un compromiso moral que tenía con la memoria de Diodoro Canorea, que era el único que se acordaba de él en los tiempos duros. Para conmemorar  aniversarios de la ganadería de su Casa, por ahora por dos días reaparece Dávila Miura, primero lo hizo en Sevilla y ahora se anuncia en Pamplona, pero  incluso piensa por qué no hacerlo también en Madrid con idéntico motivo.

Otros, en cambio, reaparecen por un día más bien para probarse y luego decidir. A final de 1970 se anunciaron en un festival en Madrid Luis Miguel y Antonio Bienvenida, en un beneficio por las víctimas de un terremoto acaecido en Perú; en la primavera siguiente ya hicieron el paseíllo vestidos de luces. Inicialmente iban a formar pareja de la mano de Domingo Dominguín, pero ya en la primera ocasión se plantearon divergencias y cada cual tiró por su camino. Por un día reapareció Manolo Vázquez para darle la alternativa su sobrino Pepe Luís; luego enjaretó tres temporadas espléndidas, de las mejores de toda su carrera, culminada con dos Puertas del Príncipe.

En la que iba a ser su tercera reaparición también intentó el regreso a los ruedos Manuel Benítez “El Cordobés” en el año 2000. Toreó dos tarde y lo dejó, porque "con el toro actual no se puede, sencillamente no anda...”, declaró entonces.  En cambio, se cumplió lo de reaparecer por un día en 2007, cuando vistió de luces para conceder la alternativa a su hijo Julio.

Como el toreo es tan diferente en todo, estas reapariciones, por un día o por todos en los que se contraten, no necesariamente se debe a problemas económicos; por el contrario, en no pocas ocasiones tienen su motivación en el vacío interior que nace con una retirada. De hecho, no muchos han sido los que han resistido ese vacío y han sido toreros de ida sin vuelta; en los tiempos modernos el caso más emblemático fue el de Diego Puerta, que nunca se planteó volver.

Ahora, cuando pasa de los 60 años, Ortega Cano reaparece, aunque sea ocasionalmente, después de 9 años de retiro; Cristina Sánchez, después de 17 años de su adiós solemne en Madrid; de hecho, en el cartel anunciado para Cuenca deberá ir en segundo lugar, pues cuenta en el escalafón con dos años más de antigüedad que “El Juli”.  El torero de Cartagena reaparece “porque sí”; Cristina Sánchez lo hace por la buena causa de ayudar a una unidad oncológica infantil y por la nostalgia de que la vean sus hijos en el ruedo.

Todos dicen, y se lo creen, que toreando en el campo y matando unos cuantos toros a puerta cerrada, se vuelve a coger la forma necesaria para no andar agobiados durante la lidia. Sin embargo, sean nueve o  sean 17, los años de inactividad no se asimilan tan fácilmente. Por eso estas segundas partes no siempre resultan fáciles. Al toreo le ocurre como a la vida misma: cambia a una velocidad que da vértigo. Cambian los gustos y las exigencias de la afición, cambia por completo el escalafón y cambia, en fin, el toro, que es la base de todo.

Pero pese a los riesgos que conllevan, estos regresos nostálgicos resultan entendibles. Sean realmente por un día, o sean como prueba para aventuras mayores. Si un oficio deja una huella imborrable, ese es el de los ruedos. Y a partir de ahí, que la suerte les acompañe a cada cual en su destino.

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