La
suerte varia que corren las "reapariciones por un día"
A
mediados de julio lo hará Ortega Cano en Benidorm, para el 20 de agosto se
anuncia la de Cristina Sánchez en Cuenca. Los interesados afirman que se trata
de reapariciones por un día. Cada cual tiene su motivo para hacerlo. Y todos
pueden ser legítimos. Pero la historia enseña que estos regresos, ya sean
ocasionales, ya más sostenidos en el tiempo, luego resultan imprevisibles en
sus resultados. Para unos les bastó esa tarde ocasional, para otros fue el
inicio de una segunda parte en su carrera. En cualquier caso, no hay una ley
fija de cómo van a salir las cosas.
Para el 16 de julio Ortega Cano se ha
autocontratado para su plaza de Benidorm, donde irá de “primero” en un cartel que integran Morante de la
Puebla y José María Manzanares, con toros de Núñez el Cuvillo. Y más o menos un
mes después, el 20 de agosto, reaparecerá ocasionalmente Cristina Sánchez en Cuenca, en compañía de
Enrique Ponce y El Juli con toros de Daniel Ruíz.
Las “reapariciones por un día” tienen hasta una
cierta tradición. Por lo general, se trata de hechos muy ocasionales. Por un
día volvieron a vestirse de luces Miguel Báez ”Litri” y Paco Camino para darle
la alternativa sus hijos en Nimes. Por un día “Espartaco” reapareció un domingo
de Resurrección en Sevilla, por un compromiso moral que tenía con la memoria de
Diodoro Canorea, que era el único que se acordaba de él en los tiempos duros.
Para conmemorar aniversarios de la ganadería
de su Casa, por ahora por dos días reaparece Dávila Miura, primero lo hizo en
Sevilla y ahora se anuncia en Pamplona, pero
incluso piensa por qué no hacerlo también en Madrid con idéntico motivo.
Otros, en cambio, reaparecen por un día más bien
para probarse y luego decidir. A final de 1970 se anunciaron en un festival en
Madrid Luis Miguel y Antonio Bienvenida, en un beneficio por las víctimas de un
terremoto acaecido en Perú; en la primavera siguiente ya hicieron el paseíllo
vestidos de luces. Inicialmente iban a formar pareja de la mano de Domingo
Dominguín, pero ya en la primera ocasión se plantearon divergencias y cada cual
tiró por su camino. Por un día reapareció Manolo Vázquez para darle la
alternativa su sobrino Pepe Luís; luego enjaretó tres temporadas espléndidas,
de las mejores de toda su carrera, culminada con dos Puertas del Príncipe.
En la que iba a ser su tercera reaparición también
intentó el regreso a los ruedos Manuel Benítez “El Cordobés” en el año 2000.
Toreó dos tarde y lo dejó, porque "con el toro actual no se puede,
sencillamente no anda...”, declaró entonces.
En cambio, se cumplió lo de reaparecer por un día en 2007, cuando vistió
de luces para conceder la alternativa a su hijo Julio.
Como el toreo es tan diferente en todo, estas
reapariciones, por un día o por todos en los que se contraten, no
necesariamente se debe a problemas económicos; por el contrario, en no pocas
ocasiones tienen su motivación en el vacío interior que nace con una retirada.
De hecho, no muchos han sido los que han resistido ese vacío y han sido toreros
de ida sin vuelta; en los tiempos modernos el caso más emblemático fue el de
Diego Puerta, que nunca se planteó volver.
Ahora, cuando pasa de los 60 años, Ortega Cano
reaparece, aunque sea ocasionalmente, después de 9 años de retiro; Cristina
Sánchez, después de 17 años de su adiós solemne en Madrid; de hecho, en el
cartel anunciado para Cuenca deberá ir en segundo lugar, pues cuenta en el
escalafón con dos años más de antigüedad que “El Juli”. El torero de Cartagena reaparece “porque sí”;
Cristina Sánchez lo hace por la buena causa de ayudar a una unidad oncológica
infantil y por la nostalgia de que la vean sus hijos en el ruedo.
Todos dicen, y se lo creen, que toreando en el
campo y matando unos cuantos toros a puerta cerrada, se vuelve a coger la forma
necesaria para no andar agobiados durante la lidia. Sin embargo, sean nueve
o sean 17, los años de inactividad no se
asimilan tan fácilmente. Por eso estas segundas partes no siempre resultan
fáciles. Al toreo le ocurre como a la vida misma: cambia a una velocidad que da
vértigo. Cambian los gustos y las exigencias de la afición, cambia por completo
el escalafón y cambia, en fin, el toro, que es la base de todo.
Pero pese a los riesgos que conllevan, estos
regresos nostálgicos resultan entendibles. Sean realmente por un día, o sean
como prueba para aventuras mayores. Si un oficio deja una huella imborrable,
ese es el de los ruedos. Y a partir de ahí, que la suerte les acompañe a cada
cual en su destino.
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