sábado, 25 de junio de 2016

Óscar y Pablo

FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN

Óscar y Pablo se vieron las caras en Almería.

Se dice esto en el ambiente taurino, y quien más quien menos piensa que se trata de los hermanos Chopera, gestores de la plaza de toros de aquella ciudad. Pero, no. Óscar, es, en efecto, uno de los herederos del emporio empresarial de su señor padre, el siempre recordado Manolo Chopera, pero  Pablo (Iglesias) es el factótum de esa ensalada de siglas o patulea de ideologías que tangentean la izquierda más extremosa de este país y aspira a gobernarlo en un no muy lejano futuro.

El caso es que Óscar (Chopera) y Pablo (Iglesias) se encontraron de forma fortuita en el aeropuerto almeriense y aquél, ni corto ni perezoso, va y le entrega a éste un pequeño dossier, al tiempo que le reconviene, dentro de las más elementales reglas de cortesía: Me gustaría que lo leyera con atención. Para hablar de Tauromaquia es importante estar bien informado.

El documento en cuestión contempla el impacto económico de la Tauromaquia en la geografía española, los puestos de trabajo que genera, la atención que despierta dentro y fuera de nuestras fronteras y la seña de identidad que representa para la llamada Marca España, mal que les pese a los furibundos animalistas que no cejan de guerrear y de maltratar a la gente del toro, en una cruzada que va más allá del insulto, del escrache permanente o de la libertad de expresión.

Le escena de la entrega de Óscar a Pablo, es buena para la foto, pero inocua, en lo que al resultado pretendido se refiere. Pablo recibiría sonriente aquél tocho y prometería todo lo que se puede prometer, y más, en estos días de campaña electoral, pero ya verán como el hombre de la coleta se lo ha echado al coleto de la indiferencia.

Que nadie se engañe: los toros están sentenciados por estas nuevas corrientes políticas de izquierdas que meandrean por nuestro mapa político. El partido Podemos ya llevaba claramente en su anterior Programa la frase supresión de la Tauromaquia, pero ahora se ha soslayado, en cuanto huelen que puede restar algún voto, más que sumar. ¡Ay, el voto! Estos políticos nuestros son esclavos de la urna. Como aquella canción de Jarabe de Palo, en la que por un beso de la Flaca daría lo que fuera, la gente de los partidos políticos de nuestra querida España también daría lo que falta hiciere con tal de lograr el voto. Hasta vestirse de luces. Al fin y al cabo, como ya dije en cierta ocasión, este Pablo ya tiene coleta natural.

La coalición que lidera Podemos, centra ahora su antitaurinismo en la supresión de subvenciones a todo lo que suene a toro y toreo; pero ¿acaso saben que estas subvenciones son mínimas, incluso pírricas o nulas?

Pero hay algo más grave y más ladino. Estos sujetos tienen la pretensión de anular la declaración de la Tauromaquia como Bien Patrimonial Cultural de España, aquello que tanto nos costó que fuera consagrado por el Parlamento y enunciado en una Ley, la 18/2013, de 12 de noviembre, según la cual, el Estado se viene obligado a protegerla y potenciarla, algo que ni el mismísimo Ministerio de Cultura se ha preocupado de velar por su estricto cumplimiento.

Pues bien, sepan ustedes que Unidos Podemos tiene previsto en su Programa actual la revisión de dicha Ley, o lo que es lo mismo, cargársela de un plumazo. Que no vengan con milongas.

Óscar (Chopera) ha obrado bien, con limpieza de espíritu, con sinceridad, porque cree, como muchos creemos, que esta Fiesta nuestra ha sido explicada muy malamente durante años y años. Demasiados años. Ahora es rehén de la falsa pedagogía y de los gurús internos que se valen de ella. Demasiados baldones, también. Tierra abonada para el Pacma, ese colectivo que pretende humanizar a los animales y animalizar a los humanos y que, por cierto, desechó la intención de Podemos de meterles en el redil de su pastiche electoral, para enjugar unos miles de votos más.

Sepan, también, que, dadas las especiales circunstancias de estos días electorales, he dudado muy seriamente escribir sobre el asunto; pero ya estoy harto de tantas hipocresías y tantas tibiezas. He decidido no callarme, porque me apena que la buena voluntad de Óscar Chopera sea el hazmerreir de un conglomerado de hombres y mujeres que nos odian por haber sabido comprender y disfrutar un Arte inigualable. En la cartelería de su propaganda, de momento, ya se están riendo.

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