Te escribo esto […] para que, tú,
al sentirla, parpadees lances de orgullo, de amistad, de fe en este toreo que
te quiere y te mata. *** Ole tú por decidir lo que te pudo llegar y ha llegado
o lo que decidiste y te llegó. Vale madres. Eres torerazo igual.
CARLOS RUIZ VILLASUZO
Me gustaría poder leértela yo. Pana. Maestro. Pero se antoja
imposible coincidir de nuevo allá por los callejones de ese México que me
traslada a lo que eres. Que no es otra cosa que lo que el hombre jamás debió de
abandonar. Ese crazy enamorado de la vida: las fatales mujeres benditas, los
benditos amigos fatales y el toreo como y cuando dé lugar. Y ‘tantito’ de
tequila. Ese hombre que albergaba la duda de serlo sólo cuando el amanecer le
pillaba ya en la cama. Un día dije, sólo por respeto, eso de: hay mujeres tan
poco interesantes que a las doce de la noche deberían estar recogidas. Ahora,
con el tiempo, trato de dale la vuelta pero si la leo, no las respeto y no me
cuadra. Como no cuadras tú en esta vida de cuadrícula donde bohemia se escribe
con ‘m’ de multinacional patrocinada.
No te escribo esto por nostalgia, pues me vale madre. Te
escribo porque quizá haya alguien amoroso que te la lea ahí mero, en el
hospital de Guadalajara, en la tierra, entraña y barriga del tequila. Y que,
tú, al sentirla, parpadees lances de orgullo, de amistad, de fe en este toreo
que te quiere y te mata. Nos quiere y nos mata. A unos el toro, Pana, maestro.
A otros estos ‘pendejitos’ de cartón piedra que creen que esto tiene el horario
de oficina o que la bohemia se escribe sin b de borrachera. Qué carajo sabrán.
Por ahí al lado de tu Apizaco, en la Tlaxcala de toros de hierro, en la Zona
Rosa de CDM ahora transitada por el transgénero que toleramos con la
naturalidad de que en esta pinche vida bella todos caben, ahí sentí que hay
corazones muy puros al lado de hígados trasnochados de alcohol. Mezcla perra,
pero ‘chingona’, pues de esa cópula sale un arte de pureza inigualable.
Lo que es la pinche vida, que es pinche y a toda madre a la vez.
Apenas terminaba de torear Talavante a un toro en ‘Aguas’ cuando ‘El Torero’
Hernández me llamó. Iba en carretera y me informó de lo tuyo. Neta. No te
sabría decir ahora, maestro, Pana, si las lágrimas que se escaparon venían de
lo que hizo ese cabrón del Tala o la cabronada de lo tuyo. Neta. Ahí de
madrugada, en el Hotel Alameda hicimos en este Mundotoro tripas que atamos al
corazón para que encajara lo tuyo y lo del Alejandro. Encajó nomás porque cómo
no van a encajar vivir y morir. Si es lo mismo, solo que al revés.
La muerte, maestro. Pana. Bueno, pues nomás creo que el
mejor síntoma de que hubo vida. Puede que hasta sea el remedio de todos los
males, pero no debemos abusar de ella. No sé si creer que elegiste tu vida
sabiendo todo lo que de esa elección podría salir. Si lo creo, te admiro. Pero
si no lo creo, te sueño. Pinche y jodida elección. Porque en la dos andas con
el habano en boca y mi trainer ya me va a pedir divorcio si no me alejo del
tabaco. Pero, ole tú por decidir lo que te pudo llegar y ha llegado o lo que
decidiste y te llegó. Vale madres. Eres torerazo igual.
Que si andabas o no en condiciones para el toreo. Yo creo
que lo que andabas era en condiciones para ser otra pinche cosa que no fuera
ser torero. Eres una novela andante y las novelas tiene más riesgo de cornada
que una balacera. Si lo abre yo. Las vidas de novela son para los que tienen
los bemoles de hacer que otros escriban por él y sobre él. Aunque, neta, dudo
orita si hay alguien interesado en una vida de novela pues si nadie se interesa
por la vida ni por la novela, pues ni modo. O qué. Leer la vida es vivirla a
tope. Ojalá te puedan leer esto que tú ya sabes.
Escribió Séneca (no era un pendejo, era un tipo con neurona
propia) que la vida era según la feria: para unos un castigo, para otros un
regalo, y para muchos un favor. Lo tercero jamás fue para ti, y aún no se si
fue castigo o regalo la del Rodolfo. La del Pana fue regalo seguro. Aunque
reconocerás, maestro, Pana, que una mezcla de regalo y castigo es a toda madre.
Ahí le doy la mano maestro. Pana. No me da usted lástima
alguna. Ni me causa esa pendejada de sentimiento que es la piedad. No me la da
aunque me pueda arrancar una lágrima. Una nomás. Fíjese que hasta le digo adiós
como se dice hasta siempre, que es la manera en la que los hombres se dicen
adiós diciéndose quehubo de nuevo. Y que no le digo que se cuide pues quien
vivió al cuidado del toro no necesita cuidado alguno cuando torear no puede. Me
vale madre lo que me digan allá o acá por decir esto. Y que es usted grande.
Muy grande. Y que nadie le llore. Y que todos le gocen. /
MUNDOTORO
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