La inauguró
"Desperdicios" el 11 de junio de 1876
Al menos cinco plazas de toros
tuvo Málaga antes de que se levantara la actual Malagueta, cuya inauguración
corrió a cargo de Manuel Domínguez "Desperdicios", con el toro
"Salamanquino", con el hierro Murube, en una tarde en la que también
se anunciaron "El Gordito" y "Lagartijo". Declarada
monumento histórico-artístico en 1981, el coso de la capital dela Costa del Sol
ha sido escenario de grandes tardes de toros, muchos de ellos construidos en
torno a la figura de Antonio Ordoñez, que siempre se sintió muy identificado
con esta afición, como en nuestros días ocurre, por ejemplo, con Enrique Ponce
o José Tomás. Pero también fue el escenario de la cornada mortal de Manuel Báez
"Litri", en febrero de 1926.
CARMEN DE LA MATA
ARCOS
La bella y cuidada plaza de toros de Málaga cumple el
próximo 11 de junio 140 años desde que abrió sus puertas por primera vez. A lo
largo de este extenso período de tiempo, multitud de toros y toreros han
contribuido, gracias a lo realizado sobre el ruedo, a engrandecer la historia
de La Malagueta y a que la afición, que desde siempre había existido en la
ciudad, se consolidara y, si cabe, se incrementara aún más. En la actualidad,
el coso malacitano goza de buena salud, convirtiéndose cada mes de agosto en
cita obligada en el orbe taurino.
Cuando abrió sus puertas
Tras atravesar diversas vicisitudes, el 11 de junio de 1876
se estrenaba la nueva plaza de toros de Málaga. El coso lucía espléndido para
la ocasión, con los tendidos, gradas y palcos repletos de público, engalanadas
la mayoría de las mujeres que asistían al espectáculo con la tradicional
mantilla española. La corrida también contaba con la presencia de destacadas
autoridades políticas de la ciudad, como el que sería posteriormente diputado y
ministro de la gobernación, Bernabé Dávila, así como Liborio García. En los
corrales de La Malagueta estaban preparados ocho toros con la divisa de Murube
a los que se enfrentarían Manuel Domínguez “Desperdicios”, Antonio Carmona “El
Gordito” y Rafael Molina “Lagartijo”.
El primer ejemplar que salió por toriles llevaba por nombre
“Salamanquino” y era, como todos los que saltarían al ruedo en aquella jornada
tan especial, de capa negra. El astado del hierro sevillano se reveló bravo y
codicioso ante el caballo que montaba Antonio Calderón, dejando para el
arrastre a tres jamelgos y a otros dos heridos. Después de cubrirse de manera
eficaz el tercio de banderillas, Manuel Domínguez intentó realizar la suerte de
recibir por dos veces, sin especificarse en los medios consultados el modo de
finiquitar a “Salamanquino” por parte del diestro hispalense.
Al segundo cornúpeta del festejo, “Capachita”, le
instrumentó “Lagartijo” un gran quite, que fue recibido con abundantes aplausos
de la concurrencia. Cuatro extraordinarios pares de banderillas le colocaron
entre Vicente Méndez “El Pescadero” y “Regaterín”, tomando muleta y espada
Antonio Carmona “El Gordito”. Destacar del quehacer con la pañosa ocho pases
que el torero sevillano ejecutó de frente que provocaron el entusiasmo de los
espectadores. Coronó su labor de pinchazo y volapié.
El tercer animal de Murube, “Loumo”, demostró escasa
voluntad frente a los varilargueros. De la faena de “Lagartijo” subrayar,
especialmente, cinco muletazos por el mando y el poder ejercido por el matador
cordobés. Rafael Molina le recetó una sensacional estocada, culminando su obra
con un golpe de verduguillo. El público le tributó una atronadora ovación,
premiándole también con cigarros.
“Harmoso” fue el cuarto de la tarde, que en los sucesivos
encuentros con los piqueros acabó con la vida de dos jacos. Con el capote en la
mano se resaltan desde las distintas tribunas periodísticas, tres navarras que
le endosó Manuel Domínguez durante el tercio de quites. Éste lo trasteó capaz,
pasaportándolo de una estocada corta.
El quinto ejemplar de la función, “Baratero”, fue el de
mejor condición de todos los que aparecieron en día tan señalado por los
chiqueros del circo malagueño, pues se empleó con clase en los puyazos que le
suministraron los de a caballo. Un instante de peligro se vivió cuando uno de
ellos fue derribado por el burel de la divisa grana y negra, salvándolo
“Lagartijo” de un más que probable percance. A pesar de las dificultades que
desarrolló el astado en banderillas, “El Gordito” le prendió tres soberbios
pares de rehiletes al cuarteo, si bien con anterioridad había intentado poner
alguno citando desde una silla. Esta particular forma de colocar los
palitroques la realizó por primera vez Antonio Carmona en la Maestranza
sevillana el 18 de septiembre de 1860. El espada, que brindó la lidia y muerte
de “Baratero” al Sr. Dávila, ejecutó una faena interesante que culminó de una
buena estocada y dos descabellos. La cabeza de la res se la llevó un doctor
alemán para exhibirla en la Exposición de Viena.
Al igual que había sucedido con “Baratero”, el sexto
cornúpeta del festejo, “Almendrito”, también provocó durante el primer tercio
una situación de riesgo para el picador que realizaba la suerte en ese momento,
por fortuna, todo se saldó con bien. Los hermanos Molina, Rafael y Juan, fueron
los responsables de prenderle los garapullos al animal del hierro hispalense,
premiándolos el respetable con una formidable ovación. “Lagartijo” compuso una
labor de gran nivel, dominando y sometiendo al toro. Concluyó de media estocada
cobrada a volapié y un descabello, utilizando en esta última operación la
puntilla. Tras ello, el público lo aplaudió con fuerza, obsequiándolo con
cigarros y sombreros.
El último ejemplar de los que estoqueó “Desperdicios”,
“Pestañoso”, exhibió de salida muchos pies, aunque frente a los equinos su
actitud se manifestó menos boyante. El matador destacó, una vez más, manejando
el percal, quitando como ya había hecho en el cuarto de la suelta por navarras.
Después del brillante quehacer con las banderillas, fundamentalmente de Rico,
Domínguez se fajó con el burel pañosa en mano, cuadrándolo con rapidez. Una
estocada baja y algo atravesada fue el punto y final al trasteo del diestro
nacido en la ciudad de la Giralda.
A “Sigüeño” le cupo el honor de ser la res con la que
terminara la función que sirvió para inaugurar La Malagueta. Peleó con fiereza
en varas, tanto que finiquitó a doce jacos. Con tres pares de rehiletes le
adornaron el morrillo al de Murube Hipólito y “Regaterín”, pasándolo de muleta
Antonio Carmona sin excesiva confianza. Su actuación con el estoque fue muy
desafortunada, entrando a matar con precauciones y cobrando una estocada tan
defectuosa que degolló al astado.
En las valoraciones finales que los distintos diarios
realizan acerca del festejo, se tilda al ganado de Murube simplemente de
regular. Por lo que respecta a los tres matadores, el mejor parado es
“Lagartijo”, quien según la mayoría de los informadores, respondió a su
acreditada fama. Domínguez estuvo discreto ante los cornúpetas que le
correspondieron, si bien tan sólo “Salamanquino” le brindó verdaderas opciones
de lucimiento. Para finalizar, todo lo bueno que llevó a cabo Carmona se
minimizó a causa de la deficiente utilización de la espada en el toro que cerró
la corrida.
El estreno del nuevo coso malagueño se completó con la
celebración de tres espectáculos más, que tuvieron lugar los días 12, 15 y 18
de dicho mes de junio. Las reses pertenecieron a las vacadas de Anastasio
Martín, Pérez de la Concha, Saltillo y Laffite, rivalizando entre éstas en la
postrera de las funciones indicadas. Además de los espadas ya mencionados,
también trenzó el paseíllo en la ciudad andaluza en aquellas señaladas fechas
Manuel Fuentes “Bocanegra”.
Los antecedentes de la Malagueta
La construcción de La Malagueta dio comienzo en 1874
basándose en los planos trazados por el arquitecto Joaquín Rucoba. El recinto
taurino, de estilo neomudéjar, conforma un polígono regular de 16 lados,
acomodándose los espectadores entre la planta baja, donde se ubican las filas
de tendido, y los dos pisos superiores, donde se encuentran las gradas. Ambos
espacios se separan mediante arquerías, rodeándose todo el perímetro de la
parte alta con barandillas de hierro fundido. Exteriormente, la fachada cuenta
con numerosos huecos, presentándose en cada uno de sus lados tres grandes
puertas por las que accedían a la plaza todos los asistentes. Éstas tenían su
analogía en la planta superior con un trío de balcones adornados con arcos de
medio punto. El remate a todo el edificio se efectúa con una leve cornisa en
ladrillo visto, superponiéndose a ella una cubierta a dos aguas. Después de las
sucesivas reformas desarrolladas desde su apertura, la plaza cuenta con unas
instalaciones magníficas: cuatro corrales, diez chiqueros, caballerizas,
enfermería, sala de toreros, museo… Su ruedo mide 52 metros de diámetro,
pudiendo albergar actualmente hasta 10.202 personas. En 1981 fue declarado
monumento histórico-artístico.
Hasta finales del siglo XVIII, Málaga no tuvo una plaza de
toros construida para tal fin sino que los festejos se celebraban en la Plaza
Mayor, que para ello se cerraba con armazones de madera. Este mismo material se
empleó en el primer recinto creado ex profeso para los espectáculos taurinos,
situado en las cercanías del convento del Carmen. Dicho coso tenía un total de
5.000 localidades.
En 1818 se levanta otro circo que sustituiría al anterior,
realizado también en madera y con mayor capacidad. Éste se encontraba próximo
al mar, circundado por varios almacenes de vino propiedad de la familia Heredia.
Parece ser que el aludido emplazamiento fue la razón principal para su
desaparición ya que el miedo a la propagación de un incendio entre los
depósitos llevó a que se abandonara.
La que se ubicó en el sitio de la Puerta Nueva podía
albergar a un escaso número de personas, por lo que solamente se programaron
festejos menores. Posteriormente, se construyó otra plaza en el lugar donde se
hallaba la huerta del convento de San Francisco, llamada del Señor Álvarez por
ser él su promotor. En ella ya se utilizó piedra y ladrillo, exceptuando las
catorce gradas de tendido que eran de madera pintada. Ésta fue inaugurada el 14
de agosto de 1849 con reses de Alvareda, actuando Montes y José Parra.
Tras la sustitución del graderío por otro de cantería, fue
reestrenada el 29 de mayo de 1853, pudiendo acoger en sus escaños hasta 14.000
individuos. Este coso se mantuvo en pie hasta 1864 cuando se procede a su
derribo después del enfado de su dueño ante la suspensión de una corrida por
motivos políticos. Para hacer frente a la situación creada, se optó por una
solución de emergencia, como fue habilitar el Teatro Circo de la Victoria como
recinto taurino. Tenía forma elíptica, edificándose el tendido sobre el antiguo
escenario. Su aforo quedó finalmente en 3.000 espectadores. La encargada de
llevar a cabo todas las mejoras citadas fue una Sociedad constituida al efecto
que organizó también algunas novilladas que tuvieron, en todos los aspectos, un
resultado bastante positivo. A los pocos años ya se comenzó a pensar en la construcción
de lo que sería La Malagueta.
Nombres en la historia
Durante el largo período de tiempo desde su apertura hasta
la actualidad, gran número de astados se han ganado, merced a los atributos
manifestados sobre el ruedo, el aplauso y la admiración de la afición. Algunos
de ellos merecen subrayarse.
Del encierro que envió Anastasio Martín para la corrida del
3 de junio de 1877, dos ejemplares sobresalieron del resto. Se trató de
“Cigarrero” y “Cucharero”. El primero atesoró una nobleza inmensa, que permitió
a “Lagartijo”, que era su matador, y a “Chicorro” lucirse en diversos quites y
en la interpretación de variadas suertes, como el salto de la garrocha. El
diestro, nacido en la ciudad de la Mezquita, paseó una oreja de este cornúpeta.
Por su parte, “Cucharero” vendió cara su vida, arremetiendo con fiereza a los
caballos. Mariano Antón y Juan Molina sólo pudieron colocarle un palitroque
cada uno mientras que “Lagartijo” tuvo verdaderas dificultades a la hora de
pasaportarlo. El burel de nombre “Finito” que lucía las cintas grana y negra de
Murube, fue embarcado con dirección a la ciudad andaluza el 17 de julio de
1884. Tras una vibrante pelea en el primer tercio, el gran Rafael lo finiquitó
con un formidable volapié. Otro de los astados importantes jugados en Málaga
fue “Gorrete” de Miura que se distinguió por su bravura y acometividad a todo
lo que le provocaba, ya fuera a pie o a caballo, originando distintas heridas y
lesiones a varios subalternos, así como también a los tres diestros que se anunciaban
en aquella corrida: “Lagartijo”, Mazzantini y “El Espartero”. El hecho sucedió
el 31 de agosto de 1887.
Dando un gran salto para situarnos en la segunda mitad del
siglo XX, año 1961, mencionar a un toro y a un novillo que, en el espacio de
siete días, obtuvieron el honor de la vuelta al ruedo. El 28 de mayo se trató
de “Cortijero”, utrero de la vacada de José Quesada, ganadero de la tierra que
había adquirido sus productos hacía escasas fechas a Juan Belmonte. El
novillero de Torremolinos, Baldomero Martín “Terremoto de Málaga”, le cortó el
rabo. Idéntico resultado consiguió el 4 de junio siguiente otro diestro
malagueño, Manolo Segura, ante “Roteño”, astado del hierro de José Luis
Osborne.
En la temporada de 1964 hasta tres animales fueron paseados
por el redondel, “Desertor”, “Soldadito” y “Tintorero”. El primero de ellos,
cuatreño perteneciente a la ganadería de José García Barroso, se jugó el 7 de
mayo. El torero zamorano Andrés Vázquez conquistó los dos apéndices de su
antagonista. Manuel Cano “El Pireo” logró un clamoroso éxito el 12 de julio
frente a “Soldadito”, novillo que llevaba la divisa verde, encarnada y blanca
del Marqués de Albaserrada. El último de los cornúpetas citados saltó al coso
ubicado en el paseo de Reding el 7 de agosto. Ejemplar éste que encabezó la
larga lista que, procedentes de las fincas gaditanas de la familia Núñez,
arribaron a Málaga para aportar gloria y grandeza a la plaza y a la propia
vacada. Su matador, Manuel Benítez “El Cordobés”, obtuvo los máximos trofeos de
“Tintorero”.
El 18 de abril de 1965, Domingo de Resurrección, se vivía en
la capital de la Costa del Sol un auténtico acontecimiento, como era la
reaparición en ruedos españoles de Antonio Ordóñez. El maestro de Ronda tuvo la
fortuna de sortear a “Angelito”, burel de la referida ganadería de Carlos Núñez
que se hizo acreedor a la vuelta al anillo. El hijo de “El Niño de la Palma” le
dio cumplida réplica, cortándole el rabo.
En la feria de ese año, 5 de agosto, apareció por toriles
“Hachero”, toro de Juan Pedro Domecq que fue considerado por el Club Taurino
Malagueño como el de mayor bravura de todos los jugados en el aludido serial.
Posteriormente, el 12 de septiembre, se repiten los mismos protagonistas del
mencionado festejo de pascua, es decir, Ordóñez junto a un bravo animal, de
nombre “Lancero”, señalado con la “R” de Rincón. El balance final para toro y
torero fue también el mismo del Domingo de Resurrección anterior.
El 25 de mayo de 1967 prosigue una tarde más el idilio de la
divisa celeste, blanca y grana de Núñez con La Malagueta, pues ese día saltó a
la arena “Relámpago”, que acabó por ser paseado por el redondel. El espada
rondeño volvió a unir su nombre al de una res embarcada en los campos de Cádiz,
alcanzando una nueva apoteosis. El cornúpeta más bravo del tradicional ciclo
agosteño, fue en esta oportunidad “Coronel”, de la vacada de Álvarez Hermanos.
El referido con anterioridad Club Taurino, designó como astado más destacado de
todos los que pisaron el redondel en la siguiente feria a “Hastasiempre”, animal
del hierro albaceteño de Samuel Flores. Frente a él Antonio Ordóñez sumó un
rabo más a su marcador de trofeos.
El 9 de agosto de 1974, el toro que centralizó el interés de
los asistentes al festejo fue “Andador”, que sobresalió dentro del encierro
enviado por Marcos Núñez. De todos los toros lidiados en Málaga durante la
década de los 80, hay una terna que será especialmente recordada entre los
aficionados: “Indispuesto”, “Flor de Acebo” y “Baleiro”. Las ganaderías que
tuvieron el privilegio de lidiarlos fueron las de Benítez Cubero, Manuel San
Román y Murteira Grave. Algunos de los premios con más solera de los que cada
serial señalan al ejemplar de mayor nota que ha salido por la puerta de
chiqueros, fueron a adornar las vitrinas de los citados criadores. Reseñar,
simplemente, la gran actuación de Miguel Márquez (que había reaparecido
recientemente) ante el animal del hierro portugués. El torero que revolucionó
la Fiesta en aquellos años, Paco Ojeda, también impactó al público malagueño.
Resaltar, fundamentalmente, su grandiosa faena a un encastado jandilla en el
ciclo de 1985.
En los tiempos actuales
El 3 de junio de 1990 se celebró una novillada con reses de
Joaquín Buendía, resultando un conjunto de gran nivel. De ellos, “Callejuelo”,
recibió como premio la vuelta al ruedo. El diestro sevillano Antonio Manuel
Punta le cortó la oreja. Otro torero nacido en la capital andaluza, en concreto
en el barrio de Triana, cosechó un rotundo triunfo en el ciclo veraniego de ese
año: Emilio Muñoz. El 15 de agosto realizó una magnífica faena a “Ojicano”,
burel de Puerta Hermanos, que fue el destinatario de la mayoría de los trofeos
que se conceden desde los distintos jurados a la res de mayores virtudes.
Seguramente, una de las obras que mayor calado tuvieron entre
profesionales y aficionados en el coso abrigado por el Monte Gibralfaro, fue la
que firmó José María Manzanares el 22 de agosto de 1993. Una nobleza extrema y
una clase extraordinaria evidenció en la muleta de Javier Conde “Hostigador”,
jandilla que fue el compañero ideal para crear una gran obra. El suceso se
fechó el 19 de agosto de 1995.
Enrique Ponce es, actualmente, uno de los toreros
predilectos de la afición malacitana, gracias a tardes como la que brindó el 20
de agosto del 2000. En esa ocasión, consiguió indultar a “Guisante”, astado de
Buenavista que se ganó con creces el perdón de su vida. Otra lección más dictó
el maestro en La Malagueta el 17 de agosto de 2007, en este caso frente a un
toro de Román Sorando, “Cornibajo”, que a su vez recibió el homenaje de la vuelta al ruedo.
El año siguiente, la ganadería de El Pilar cosechó un éxito
importante en el recinto taurino de la capital de la Costa del Sol,
sobresaliendo del conjunto enviado desde tierras salmantinas, “Alambisco” y
Sospechillo”. El primero de ellos fue, a juicio del Colegio de Veterinarios, el
burel que mayores cualidades exhibió en toda la feria.
El 20 de agosto de 2009, la vacada que dirige Moisés Fraile
repitió triunfo en Málaga. “Dudanado” y “Resistente” se encargaron de dejar en
alto el pabellón de la divisa. Manolo Sánchez y José Tomas respondieron, cada
uno con sus armas, a la bravura de los cornúpetas de El Pilar. Para finalizar
esta relación de grandes ejemplares lidiados en el coso malagueño, citar a
“Minero” y “Patacorta”, criados en la finca “Fuen la Higuera” de La Quinta y
que pisaron la arena en el ciclo de 2012.
Las tardes en que salió cruz
Junto a la cara que supone para la Fiesta las tardes de
gloria ya reseñadas, se encuentra también la cruz, cornadas y muertes que a lo
largo de estos 140 años han sobresaltado al público. El único matador que ha
perecido en las astas de un toro ha sido Manuel Báez “Litri”, quien resultó
gravemente corneado en la pierna derecha por el astado “Extremeño” del Marqués
de Guadalest en la corrida regia celebrada en La Malagueta el 11 de febrero de
1926. A consecuencia de la gangrena que afectó a la herida, le amputaron el
miembro el día 17, falleciendo en la jornada siguiente.
Además de “Litri”, otros diestros tanto a pie como a caballo
dejaron de existir a causa de percances acontecidos en dicha plaza. El primero
tuvo lugar el 6 de agosto de 1878 cuando el cabestro “Boticario” arremetió en
los corrales contra el picador José Pérez Moreno “Bigornia” hasta producirle la
muerte.
Posteriormente, cuatro varilargueros más fenecieron sobre el
ruedo mientras ejercían su labor. Manuel Bastón sufrió una tremenda caída,
afectándole básicamente a la cabeza. Fue ingresado en el hospital de dementes
de Sevilla, expirando en 1889. El 1 de junio de 1893 el novillo “Condenado” de
la ganadería de José Orozco derribó del caballo a Juan Benítez Llorente,
ocasionándole tan grandes destrozos que falleció en el traslado al
hospital. Otro utrero, esta vez del hierro
de Goizueta Hermanos, mandó a la enfermería primero y después a la otra vida a
Miguel Cerezo Vargas “Pescadero”, en el transcurso del festejo del 29 de junio
de 1919.
Por último, “Cicatero” de la vacada del Marqués de
Villamarta tumbó del jaco que montaba a Francisco Embí Martínez “El Chófer”,
derivándose de tal caída daños irreparables en la columna vertebral. Dos días
después de la corrida, 11 de agosto de 1944, murió. A esta nómina de tragedias
se añaden también las de un empleado del coso, Fernando Brenes, a quien hirió
un novillo de Páez el 5 de mayo de 1912 y la del subalterno Julián Ramos
Borobia “Pacorrillo”, que pereció el 21 de mayo de 1925 como consecuencia de la
cornada de un ejemplar del Conde de la Corte cuatro días antes.
Como queda expuesto a través de estas páginas, La Malagueta
es una de esas plazas que rezuma historia de la tauromaquia, pues en todas las
épocas acudir a la ciudad andaluza tanto para ganaderos como para toreros ha
tenido una gran importancia. En la actualidad, y a pesar de las dificultades
globales y particulares que está atravesando la Fiesta, el coso malagueño
continúa siendo cada verano parada obligada para los actores principales del
toreo y los aficionados de postín.
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