domingo, 12 de junio de 2016

La plaza de la Malagueta cumple 140 años

La inauguró "Desperdicios" el 11 de junio de 1876
Al menos cinco plazas de toros tuvo Málaga antes de que se levantara la actual Malagueta, cuya inauguración corrió a cargo de Manuel Domínguez "Desperdicios", con el toro "Salamanquino", con el hierro Murube, en una tarde en la que también se anunciaron "El Gordito" y "Lagartijo". Declarada monumento histórico-artístico en 1981, el coso de la capital dela Costa del Sol ha sido escenario de grandes tardes de toros, muchos de ellos construidos en torno a la figura de Antonio Ordoñez, que siempre se sintió muy identificado con esta afición, como en nuestros días ocurre, por ejemplo, con Enrique Ponce o José Tomás. Pero también fue el escenario de la cornada mortal de Manuel Báez "Litri", en febrero de 1926.

CARMEN DE LA MATA ARCOS

La bella y cuidada plaza de toros de Málaga cumple el próximo 11 de junio 140 años desde que abrió sus puertas por primera vez. A lo largo de este extenso período de tiempo, multitud de toros y toreros han contribuido, gracias a lo realizado sobre el ruedo, a engrandecer la historia de La Malagueta y a que la afición, que desde siempre había existido en la ciudad, se consolidara y, si cabe, se incrementara aún más. En la actualidad, el coso malacitano goza de buena salud, convirtiéndose cada mes de agosto en cita obligada en el orbe taurino.

Cuando abrió sus puertas

Tras atravesar diversas vicisitudes, el 11 de junio de 1876 se estrenaba la nueva plaza de toros de Málaga. El coso lucía espléndido para la ocasión, con los tendidos, gradas y palcos repletos de público, engalanadas la mayoría de las mujeres que asistían al espectáculo con la tradicional mantilla española. La corrida también contaba con la presencia de destacadas autoridades políticas de la ciudad, como el que sería posteriormente diputado y ministro de la gobernación, Bernabé Dávila, así como Liborio García. En los corrales de La Malagueta estaban preparados ocho toros con la divisa de Murube a los que se enfrentarían Manuel Domínguez “Desperdicios”, Antonio Carmona “El Gordito” y Rafael Molina “Lagartijo”.

El primer ejemplar que salió por toriles llevaba por nombre “Salamanquino” y era, como todos los que saltarían al ruedo en aquella jornada tan especial, de capa negra. El astado del hierro sevillano se reveló bravo y codicioso ante el caballo que montaba Antonio Calderón, dejando para el arrastre a tres jamelgos y a otros dos heridos. Después de cubrirse de manera eficaz el tercio de banderillas, Manuel Domínguez intentó realizar la suerte de recibir por dos veces, sin especificarse en los medios consultados el modo de finiquitar a “Salamanquino” por parte del diestro hispalense.

Al segundo cornúpeta del festejo, “Capachita”, le instrumentó “Lagartijo” un gran quite, que fue recibido con abundantes aplausos de la concurrencia. Cuatro extraordinarios pares de banderillas le colocaron entre Vicente Méndez “El Pescadero” y “Regaterín”, tomando muleta y espada Antonio Carmona “El Gordito”. Destacar del quehacer con la pañosa ocho pases que el torero sevillano ejecutó de frente que provocaron el entusiasmo de los espectadores. Coronó su labor de pinchazo y volapié.

El tercer animal de Murube, “Loumo”, demostró escasa voluntad frente a los varilargueros. De la faena de “Lagartijo” subrayar, especialmente, cinco muletazos por el mando y el poder ejercido por el matador cordobés. Rafael Molina le recetó una sensacional estocada, culminando su obra con un golpe de verduguillo. El público le tributó una atronadora ovación, premiándole también con cigarros.
“Harmoso” fue el cuarto de la tarde, que en los sucesivos encuentros con los piqueros acabó con la vida de dos jacos. Con el capote en la mano se resaltan desde las distintas tribunas periodísticas, tres navarras que le endosó Manuel Domínguez durante el tercio de quites. Éste lo trasteó capaz, pasaportándolo de una estocada corta.

El quinto ejemplar de la función, “Baratero”, fue el de mejor condición de todos los que aparecieron en día tan señalado por los chiqueros del circo malagueño, pues se empleó con clase en los puyazos que le suministraron los de a caballo. Un instante de peligro se vivió cuando uno de ellos fue derribado por el burel de la divisa grana y negra, salvándolo “Lagartijo” de un más que probable percance. A pesar de las dificultades que desarrolló el astado en banderillas, “El Gordito” le prendió tres soberbios pares de rehiletes al cuarteo, si bien con anterioridad había intentado poner alguno citando desde una silla. Esta particular forma de colocar los palitroques la realizó por primera vez Antonio Carmona en la Maestranza sevillana el 18 de septiembre de 1860. El espada, que brindó la lidia y muerte de “Baratero” al Sr. Dávila, ejecutó una faena interesante que culminó de una buena estocada y dos descabellos. La cabeza de la res se la llevó un doctor alemán para exhibirla en la Exposición de Viena.

Al igual que había sucedido con “Baratero”, el sexto cornúpeta del festejo, “Almendrito”, también provocó durante el primer tercio una situación de riesgo para el picador que realizaba la suerte en ese momento, por fortuna, todo se saldó con bien. Los hermanos Molina, Rafael y Juan, fueron los responsables de prenderle los garapullos al animal del hierro hispalense, premiándolos el respetable con una formidable ovación. “Lagartijo” compuso una labor de gran nivel, dominando y sometiendo al toro. Concluyó de media estocada cobrada a volapié y un descabello, utilizando en esta última operación la puntilla. Tras ello, el público lo aplaudió con fuerza, obsequiándolo con cigarros y sombreros.

El último ejemplar de los que estoqueó “Desperdicios”, “Pestañoso”, exhibió de salida muchos pies, aunque frente a los equinos su actitud se manifestó menos boyante. El matador destacó, una vez más, manejando el percal, quitando como ya había hecho en el cuarto de la suelta por navarras. Después del brillante quehacer con las banderillas, fundamentalmente de Rico, Domínguez se fajó con el burel pañosa en mano, cuadrándolo con rapidez. Una estocada baja y algo atravesada fue el punto y final al trasteo del diestro nacido en la ciudad de la Giralda.

A “Sigüeño” le cupo el honor de ser la res con la que terminara la función que sirvió para inaugurar La Malagueta. Peleó con fiereza en varas, tanto que finiquitó a doce jacos. Con tres pares de rehiletes le adornaron el morrillo al de Murube Hipólito y “Regaterín”, pasándolo de muleta Antonio Carmona sin excesiva confianza. Su actuación con el estoque fue muy desafortunada, entrando a matar con precauciones y cobrando una estocada tan defectuosa que degolló al astado.

En las valoraciones finales que los distintos diarios realizan acerca del festejo, se tilda al ganado de Murube simplemente de regular. Por lo que respecta a los tres matadores, el mejor parado es “Lagartijo”, quien según la mayoría de los informadores, respondió a su acreditada fama. Domínguez estuvo discreto ante los cornúpetas que le correspondieron, si bien tan sólo “Salamanquino” le brindó verdaderas opciones de lucimiento. Para finalizar, todo lo bueno que llevó a cabo Carmona se minimizó a causa de la deficiente utilización de la espada en el toro que cerró la corrida.

El estreno del nuevo coso malagueño se completó con la celebración de tres espectáculos más, que tuvieron lugar los días 12, 15 y 18 de dicho mes de junio. Las reses pertenecieron a las vacadas de Anastasio Martín, Pérez de la Concha, Saltillo y Laffite, rivalizando entre éstas en la postrera de las funciones indicadas. Además de los espadas ya mencionados, también trenzó el paseíllo en la ciudad andaluza en aquellas señaladas fechas Manuel Fuentes “Bocanegra”.
                                              
Los antecedentes de la Malagueta

La construcción de La Malagueta dio comienzo en 1874 basándose en los planos trazados por el arquitecto Joaquín Rucoba. El recinto taurino, de estilo neomudéjar, conforma un polígono regular de 16 lados, acomodándose los espectadores entre la planta baja, donde se ubican las filas de tendido, y los dos pisos superiores, donde se encuentran las gradas. Ambos espacios se separan mediante arquerías, rodeándose todo el perímetro de la parte alta con barandillas de hierro fundido. Exteriormente, la fachada cuenta con numerosos huecos, presentándose en cada uno de sus lados tres grandes puertas por las que accedían a la plaza todos los asistentes. Éstas tenían su analogía en la planta superior con un trío de balcones adornados con arcos de medio punto. El remate a todo el edificio se efectúa con una leve cornisa en ladrillo visto, superponiéndose a ella una cubierta a dos aguas. Después de las sucesivas reformas desarrolladas desde su apertura, la plaza cuenta con unas instalaciones magníficas: cuatro corrales, diez chiqueros, caballerizas, enfermería, sala de toreros, museo… Su ruedo mide 52 metros de diámetro, pudiendo albergar actualmente hasta 10.202 personas. En 1981 fue declarado monumento histórico-artístico.

Hasta finales del siglo XVIII, Málaga no tuvo una plaza de toros construida para tal fin sino que los festejos se celebraban en la Plaza Mayor, que para ello se cerraba con armazones de madera. Este mismo material se empleó en el primer recinto creado ex profeso para los espectáculos taurinos, situado en las cercanías del convento del Carmen. Dicho coso tenía un total de 5.000 localidades.

En 1818 se levanta otro circo que sustituiría al anterior, realizado también en madera y con mayor capacidad. Éste se encontraba próximo al mar, circundado por varios almacenes de vino propiedad de la familia Heredia. Parece ser que el aludido emplazamiento fue la razón principal para su desaparición ya que el miedo a la propagación de un incendio entre los depósitos llevó a que se abandonara.

La que se ubicó en el sitio de la Puerta Nueva podía albergar a un escaso número de personas, por lo que solamente se programaron festejos menores. Posteriormente, se construyó otra plaza en el lugar donde se hallaba la huerta del convento de San Francisco, llamada del Señor Álvarez por ser él su promotor. En ella ya se utilizó piedra y ladrillo, exceptuando las catorce gradas de tendido que eran de madera pintada. Ésta fue inaugurada el 14 de agosto de 1849 con reses de Alvareda, actuando Montes y José Parra.

Tras la sustitución del graderío por otro de cantería, fue reestrenada el 29 de mayo de 1853, pudiendo acoger en sus escaños hasta 14.000 individuos. Este coso se mantuvo en pie hasta 1864 cuando se procede a su derribo después del enfado de su dueño ante la suspensión de una corrida por motivos políticos. Para hacer frente a la situación creada, se optó por una solución de emergencia, como fue habilitar el Teatro Circo de la Victoria como recinto taurino. Tenía forma elíptica, edificándose el tendido sobre el antiguo escenario. Su aforo quedó finalmente en 3.000 espectadores. La encargada de llevar a cabo todas las mejoras citadas fue una Sociedad constituida al efecto que organizó también algunas novilladas que tuvieron, en todos los aspectos, un resultado bastante positivo. A los pocos años ya se comenzó a pensar en la construcción de lo que sería La Malagueta.
                                              
Nombres en la historia

Durante el largo período de tiempo desde su apertura hasta la actualidad, gran número de astados se han ganado, merced a los atributos manifestados sobre el ruedo, el aplauso y la admiración de la afición. Algunos de ellos merecen subrayarse.

Del encierro que envió Anastasio Martín para la corrida del 3 de junio de 1877, dos ejemplares sobresalieron del resto. Se trató de “Cigarrero” y “Cucharero”. El primero atesoró una nobleza inmensa, que permitió a “Lagartijo”, que era su matador, y a “Chicorro” lucirse en diversos quites y en la interpretación de variadas suertes, como el salto de la garrocha. El diestro, nacido en la ciudad de la Mezquita, paseó una oreja de este cornúpeta. Por su parte, “Cucharero” vendió cara su vida, arremetiendo con fiereza a los caballos. Mariano Antón y Juan Molina sólo pudieron colocarle un palitroque cada uno mientras que “Lagartijo” tuvo verdaderas dificultades a la hora de pasaportarlo. El burel de nombre “Finito” que lucía las cintas grana y negra de Murube, fue embarcado con dirección a la ciudad andaluza el 17 de julio de 1884. Tras una vibrante pelea en el primer tercio, el gran Rafael lo finiquitó con un formidable volapié. Otro de los astados importantes jugados en Málaga fue “Gorrete” de Miura que se distinguió por su bravura y acometividad a todo lo que le provocaba, ya fuera a pie o a caballo, originando distintas heridas y lesiones a varios subalternos, así como también a los tres diestros que se anunciaban en aquella corrida: “Lagartijo”, Mazzantini y “El Espartero”. El hecho sucedió el 31 de agosto de 1887.

Dando un gran salto para situarnos en la segunda mitad del siglo XX, año 1961, mencionar a un toro y a un novillo que, en el espacio de siete días, obtuvieron el honor de la vuelta al ruedo. El 28 de mayo se trató de “Cortijero”, utrero de la vacada de José Quesada, ganadero de la tierra que había adquirido sus productos hacía escasas fechas a Juan Belmonte. El novillero de Torremolinos, Baldomero Martín “Terremoto de Málaga”, le cortó el rabo. Idéntico resultado consiguió el 4 de junio siguiente otro diestro malagueño, Manolo Segura, ante “Roteño”, astado del hierro de José Luis Osborne.

En la temporada de 1964 hasta tres animales fueron paseados por el redondel, “Desertor”, “Soldadito” y “Tintorero”. El primero de ellos, cuatreño perteneciente a la ganadería de José García Barroso, se jugó el 7 de mayo. El torero zamorano Andrés Vázquez conquistó los dos apéndices de su antagonista. Manuel Cano “El Pireo” logró un clamoroso éxito el 12 de julio frente a “Soldadito”, novillo que llevaba la divisa verde, encarnada y blanca del Marqués de Albaserrada. El último de los cornúpetas citados saltó al coso ubicado en el paseo de Reding el 7 de agosto. Ejemplar éste que encabezó la larga lista que, procedentes de las fincas gaditanas de la familia Núñez, arribaron a Málaga para aportar gloria y grandeza a la plaza y a la propia vacada. Su matador, Manuel Benítez “El Cordobés”, obtuvo los máximos trofeos de “Tintorero”.

El 18 de abril de 1965, Domingo de Resurrección, se vivía en la capital de la Costa del Sol un auténtico acontecimiento, como era la reaparición en ruedos españoles de Antonio Ordóñez. El maestro de Ronda tuvo la fortuna de sortear a “Angelito”, burel de la referida ganadería de Carlos Núñez que se hizo acreedor a la vuelta al anillo. El hijo de “El Niño de la Palma” le dio cumplida réplica, cortándole el rabo.

En la feria de ese año, 5 de agosto, apareció por toriles “Hachero”, toro de Juan Pedro Domecq que fue considerado por el Club Taurino Malagueño como el de mayor bravura de todos los jugados en el aludido serial. Posteriormente, el 12 de septiembre, se repiten los mismos protagonistas del mencionado festejo de pascua, es decir, Ordóñez junto a un bravo animal, de nombre “Lancero”, señalado con la “R” de Rincón. El balance final para toro y torero fue también el mismo del Domingo de Resurrección anterior.

El 25 de mayo de 1967 prosigue una tarde más el idilio de la divisa celeste, blanca y grana de Núñez con La Malagueta, pues ese día saltó a la arena “Relámpago”, que acabó por ser paseado por el redondel. El espada rondeño volvió a unir su nombre al de una res embarcada en los campos de Cádiz, alcanzando una nueva apoteosis. El cornúpeta más bravo del tradicional ciclo agosteño, fue en esta oportunidad “Coronel”, de la vacada de Álvarez Hermanos. El referido con anterioridad Club Taurino, designó como astado más destacado de todos los que pisaron el redondel en la siguiente feria a “Hastasiempre”, animal del hierro albaceteño de Samuel Flores. Frente a él Antonio Ordóñez sumó un rabo más a su marcador de trofeos.

El 9 de agosto de 1974, el toro que centralizó el interés de los asistentes al festejo fue “Andador”, que sobresalió dentro del encierro enviado por Marcos Núñez. De todos los toros lidiados en Málaga durante la década de los 80, hay una terna que será especialmente recordada entre los aficionados: “Indispuesto”, “Flor de Acebo” y “Baleiro”. Las ganaderías que tuvieron el privilegio de lidiarlos fueron las de Benítez Cubero, Manuel San Román y Murteira Grave. Algunos de los premios con más solera de los que cada serial señalan al ejemplar de mayor nota que ha salido por la puerta de chiqueros, fueron a adornar las vitrinas de los citados criadores. Reseñar, simplemente, la gran actuación de Miguel Márquez (que había reaparecido recientemente) ante el animal del hierro portugués. El torero que revolucionó la Fiesta en aquellos años, Paco Ojeda, también impactó al público malagueño. Resaltar, fundamentalmente, su grandiosa faena a un encastado jandilla en el ciclo de 1985.
                                              
En los tiempos actuales

El 3 de junio de 1990 se celebró una novillada con reses de Joaquín Buendía, resultando un conjunto de gran nivel. De ellos, “Callejuelo”, recibió como premio la vuelta al ruedo. El diestro sevillano Antonio Manuel Punta le cortó la oreja. Otro torero nacido en la capital andaluza, en concreto en el barrio de Triana, cosechó un rotundo triunfo en el ciclo veraniego de ese año: Emilio Muñoz. El 15 de agosto realizó una magnífica faena a “Ojicano”, burel de Puerta Hermanos, que fue el destinatario de la mayoría de los trofeos que se conceden desde los distintos jurados a la res de mayores virtudes.

Seguramente, una de las obras que mayor calado tuvieron entre profesionales y aficionados en el coso abrigado por el Monte Gibralfaro, fue la que firmó José María Manzanares el 22 de agosto de 1993. Una nobleza extrema y una clase extraordinaria evidenció en la muleta de Javier Conde “Hostigador”, jandilla que fue el compañero ideal para crear una gran obra. El suceso se fechó el 19 de agosto de 1995.

Enrique Ponce es, actualmente, uno de los toreros predilectos de la afición malacitana, gracias a tardes como la que brindó el 20 de agosto del 2000. En esa ocasión, consiguió indultar a “Guisante”, astado de Buenavista que se ganó con creces el perdón de su vida. Otra lección más dictó el maestro en La Malagueta el 17 de agosto de 2007, en este caso frente a un toro de Román Sorando, “Cornibajo”, que a su vez  recibió el homenaje de la vuelta al ruedo.

El año siguiente, la ganadería de El Pilar cosechó un éxito importante en el recinto taurino de la capital de la Costa del Sol, sobresaliendo del conjunto enviado desde tierras salmantinas, “Alambisco” y Sospechillo”. El primero de ellos fue, a juicio del Colegio de Veterinarios, el burel que mayores cualidades exhibió en toda la feria.

El 20 de agosto de 2009, la vacada que dirige Moisés Fraile repitió triunfo en Málaga. “Dudanado” y “Resistente” se encargaron de dejar en alto el pabellón de la divisa. Manolo Sánchez y José Tomas respondieron, cada uno con sus armas, a la bravura de los cornúpetas de El Pilar. Para finalizar esta relación de grandes ejemplares lidiados en el coso malagueño, citar a “Minero” y “Patacorta”, criados en la finca “Fuen la Higuera” de La Quinta y que pisaron la arena en el ciclo de 2012.
                                              
Las tardes en que salió cruz

Junto a la cara que supone para la Fiesta las tardes de gloria ya reseñadas, se encuentra también la cruz, cornadas y muertes que a lo largo de estos 140 años han sobresaltado al público. El único matador que ha perecido en las astas de un toro ha sido Manuel Báez “Litri”, quien resultó gravemente corneado en la pierna derecha por el astado “Extremeño” del Marqués de Guadalest en la corrida regia celebrada en La Malagueta el 11 de febrero de 1926. A consecuencia de la gangrena que afectó a la herida, le amputaron el miembro el día 17, falleciendo en la jornada siguiente.

Además de “Litri”, otros diestros tanto a pie como a caballo dejaron de existir a causa de percances acontecidos en dicha plaza. El primero tuvo lugar el 6 de agosto de 1878 cuando el cabestro “Boticario” arremetió en los corrales contra el picador José Pérez Moreno “Bigornia” hasta producirle la muerte.

Posteriormente, cuatro varilargueros más fenecieron sobre el ruedo mientras ejercían su labor. Manuel Bastón sufrió una tremenda caída, afectándole básicamente a la cabeza. Fue ingresado en el hospital de dementes de Sevilla, expirando en 1889. El 1 de junio de 1893 el novillo “Condenado” de la ganadería de José Orozco derribó del caballo a Juan Benítez Llorente, ocasionándole tan grandes destrozos que falleció en el traslado al hospital.  Otro utrero, esta vez del hierro de Goizueta Hermanos, mandó a la enfermería primero y después a la otra vida a Miguel Cerezo Vargas “Pescadero”, en el transcurso del festejo del 29 de junio de 1919.

Por último, “Cicatero” de la vacada del Marqués de Villamarta tumbó del jaco que montaba a Francisco Embí Martínez “El Chófer”, derivándose de tal caída daños irreparables en la columna vertebral. Dos días después de la corrida, 11 de agosto de 1944, murió. A esta nómina de tragedias se añaden también las de un empleado del coso, Fernando Brenes, a quien hirió un novillo de Páez el 5 de mayo de 1912 y la del subalterno Julián Ramos Borobia “Pacorrillo”, que pereció el 21 de mayo de 1925 como consecuencia de la cornada de un ejemplar del Conde de la Corte cuatro días antes.

Como queda expuesto a través de estas páginas, La Malagueta es una de esas plazas que rezuma historia de la tauromaquia, pues en todas las épocas acudir a la ciudad andaluza tanto para ganaderos como para toreros ha tenido una gran importancia. En la actualidad, y a pesar de las dificultades globales y particulares que está atravesando la Fiesta, el coso malagueño continúa siendo cada verano parada obligada para los actores principales del toreo y los aficionados de postín.

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