El torero
alicantino inmortaliza a «Dalia» un toro de ensueño de Victoriano del Río con
una faena para el recuerdo. *** Discutida la salida a hombros del matador de
Barajas. *** Gran corrida del ganadero de Guadalix que suma ocho Puertas Grande
en 10 años.
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario
ELMUNDO de Madrid
La plaza se volteó entera hacia el Palco Real
esperando al Rey de España. Pero apareció Don Juan Carlos por Don Felipe, a
quien parece que los toros no le entran en su apretada agenda oficial. Más se
perdió en Cuba sin que por ello no se lamentase la perdida: la afición taurina
es una de las colonias más importantes de la Corona. El Monarca emérito recogió
una tarde más, sin que la Beneficencia haya sido nunca una tarde más, la
ovación unánime de Madrid. Un agradecimiento recíproco a los sones del Himno
español. Ni un silbido entre tanta ovación. Fue el momento más normal de una
plaza muy rara. Los criterios se han perdido. De otro modo no se pueden
explicar las dos orejas que le entregaron a López Simón. Quizá por la voltereta
de última hora. A la hora de matar. A Simón se le cuentan las Puertas Grandes
por volteretas. Ya van cuatro. Al presidente Julio Martínez se le aflojaron las
meninges.
La faena de LS había sido obra partida en actos.
De los inútiles estatuarios a un toro suelto (y entero) que lógicamente no se
sujetó pasó al reinicio en los medios directamente con tres tandas de derechazos
raudos, nada limpios y viciados con el extraño movimiento de muñeca que hace
una uve de expulsión con la muleta. Entre los pases de pecho un cambio de mano
desplazó de tal modo al toro que López quedó al descubierto y por poco a
merced. Desde este punto, con el toro humillando a velocidad encastadita, el
torero de Barajas recondujo la faena por unos parámetros de mayor verticalidad
y un muletazo más corto y a la vez embrocado. Un toreo más sincero con el que
el toro viajaba más libre y por lo tanto la emotividad creció. A Simón le va
más ese palo que correr la mano. El trámite de la izquierda fue eso con el
fondo del ejemplar de Victoriano basculando ya a tablas como apuntó en los
tercios previos y en el caballo. Pero allí dentro de las rayas todavía tuvo
unas arrancadas veteadas de la raza que le acompañó para que Alberto cuajase
probablemente la mejor serie de toda la faena por la mano derecha. Se presentía
la oreja, nunca las dos... Pero vino la voltereta con la estocada, que ni
siquiera fue un estocadón, se pidieron y Martínez las concedió.
A Sebastián Castella se le ha tratado con una
exigencia brutal en esta feria de San Isidro. Más allá de cómo a la postre se
puedan evaluar su cuatro tardes en Madrid, que han pesado como apuesta
excesiva. Pero el trabajo serio y concentrado, muy metido con el toro, que ya
hacía el cuarto de la tarde, se trató de reventar. Un toro que obedeció a todo
yendo a menos. Castella lo exprimió desde su firme planta. Hasta un final con
el sello de la casa. Le Coq se olvidó del ambiente. Pero se contrarió por el
pinchazo que bajaba un escalón más la percepción de su esfuerzo. Porque un
esfuerzo es, al fin y al cabo, pese a la frialdad de su concepto.
Sebastián Castella |
Cumplimentó Sebastián Castella con el brindis del
toro noble de Victoriano del Río que estrenaba la Beneficencia. De contado
poder. Castella planteó una apertura errónea de faena. Por estatuarios y
ayudados por alto ciertamente violentos. Del primer embroque con la estatua
salió el toro de costado. La obra encontró después el temple o el pulso. Mas
los momentos se perdieron con el tiempo y la falta de estructura. Como un mal
endémico de Castella que nunca sabe cuando acabar una faena.
López Simón |
Y de pronto y de repente se apareció José María
Manzanares con los mimbres de aquel 2011 que cautivó. Un toro de ensueño de
nombre «Dalia» como quinto -no había pasado nada en el manso anterior-, las
hechuras perfectas, las sienes concentradas, tocado arriba de pitones y, sobre
todo, con una calidad, una humillación y un temple descomunales. Desde que Manzanares
lo bamboleó en el capote a la verónica con empaque y majestad. Las chicuelinas
no le fueron a la zaga. Las chicuelinas de mano baja, tan del maestro, tan del
padre. Con una envoltura barroca y alada. La faena rompió con una trinchera
monumental. Josemari lo había visto claro desde el brindis al público. Pero
cuando tomó cuerpo el espíritu santo fue al natural. La seda, el toreo por su
camino, la lentitud, el aroma... Los pases de pecho de eternidad pasmosa habían
arreglado las tandas con la derecha y culminado con soberbia el toreo en la
izquierda. Giraba Manzanares los talones y quedaba colocado, embraguetado
luego, jugando la muñeca y la cintura a compás. Un molinete invertido como
broche. Otra tanda de redondos que de nuevo en su final adquirió tintes
mayúsculos con una cambio de mano acongojante. La plaza se caía. Se cerró el
toro, la «Dalia» inmortalizada, en tablas solo. Andaba. Y el matador excelso lo
esperó con la suerte contraria y la querecia a la espalda: la estocada entre a
toro arrancado y en la suerte de recibir reventó del todo la magna obra. Una
barbaridad de espadazo. Las dos orejas clamorosas. Indiscutibles.
Se producía 25 años después la doble Puerta Grande
la Beneficencia de Rincón y Ortega Cano; una salida a hombros de Simón y Manzanares
de diferente rasero pero histórica.
Simón salió a por todas con el último y se fue a
portagayola. Sabía que tenía que apuntalar lo discutido. Tapar bocas. Sirvió a
su manera el último de la gran corrida de Victoriano del Río. Con el hierro de
Cortés. Y López a su manera dio el resto. Valor a palo seco.
Una marabunta se llevó en procesión a Manzanares y
Simón. Por el mismo sitio. De distinto modo. La puerta del cielo de Madrid.
VICTORIANO DEL RÍO | Castella,
Manzanares y López Simón
Toros de Victoriano del Río y Toros
de Cortés (2º y 6º), de diferentes hechuras en su seria presentación,
extraordinario el 5º; bueno y encastado el suelto y finalmente rajadito 3º;
noble el 1º; manso y desagradecido el 2º; manajeble y a menos el 4º.
Sebastián
Castella, de tabaco y oro.
Estocada muy tendida y atravesada y seis descabellos. Aviso (silencio). En el
cuarto, pinchazo y media estocada. Aviso (ovacion).
José María
Manzanares, de grana y oro.
Estocada (silencio). En el quinto, estocada en la suerte de recibir (dos
orejas). Salió a hombros con Simón.
López
Simón, de azul marino y oro.
Estocada pasada y tendida (dos orejas). En el sexto, estocada (saludos).
El Rey emérito presidió la corrida desde el
Palco Real.
Monumental de las Ventas. Miércoles, 1 de
junio de 2016. Corrida de Beneficencia. Lleno de "no hay billetes".
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