miércoles, 1 de junio de 2016

FERIA DE SAN ISIDRO – CORRIDA DE LA BENEFICENCIA: Histórica doble Puerta Grande para Simón y un Manzanares monumental

El torero alicantino inmortaliza a «Dalia» un toro de ensueño de Victoriano del Río con una faena para el recuerdo. *** Discutida la salida a hombros del matador de Barajas. *** Gran corrida del ganadero de Guadalix que suma ocho Puertas Grande en 10 años.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de Madrid 


La plaza se volteó entera hacia el Palco Real esperando al Rey de España. Pero apareció Don Juan Carlos por Don Felipe, a quien parece que los toros no le entran en su apretada agenda oficial. Más se perdió en Cuba sin que por ello no se lamentase la perdida: la afición taurina es una de las colonias más importantes de la Corona. El Monarca emérito recogió una tarde más, sin que la Beneficencia haya sido nunca una tarde más, la ovación unánime de Madrid. Un agradecimiento recíproco a los sones del Himno español. Ni un silbido entre tanta ovación. Fue el momento más normal de una plaza muy rara. Los criterios se han perdido. De otro modo no se pueden explicar las dos orejas que le entregaron a López Simón. Quizá por la voltereta de última hora. A la hora de matar. A Simón se le cuentan las Puertas Grandes por volteretas. Ya van cuatro. Al presidente Julio Martínez se le aflojaron las meninges.


La faena de LS había sido obra partida en actos. De los inútiles estatuarios a un toro suelto (y entero) que lógicamente no se sujetó pasó al reinicio en los medios directamente con tres tandas de derechazos raudos, nada limpios y viciados con el extraño movimiento de muñeca que hace una uve de expulsión con la muleta. Entre los pases de pecho un cambio de mano desplazó de tal modo al toro que López quedó al descubierto y por poco a merced. Desde este punto, con el toro humillando a velocidad encastadita, el torero de Barajas recondujo la faena por unos parámetros de mayor verticalidad y un muletazo más corto y a la vez embrocado. Un toreo más sincero con el que el toro viajaba más libre y por lo tanto la emotividad creció. A Simón le va más ese palo que correr la mano. El trámite de la izquierda fue eso con el fondo del ejemplar de Victoriano basculando ya a tablas como apuntó en los tercios previos y en el caballo. Pero allí dentro de las rayas todavía tuvo unas arrancadas veteadas de la raza que le acompañó para que Alberto cuajase probablemente la mejor serie de toda la faena por la mano derecha. Se presentía la oreja, nunca las dos... Pero vino la voltereta con la estocada, que ni siquiera fue un estocadón, se pidieron y Martínez las concedió.

A Sebastián Castella se le ha tratado con una exigencia brutal en esta feria de San Isidro. Más allá de cómo a la postre se puedan evaluar su cuatro tardes en Madrid, que han pesado como apuesta excesiva. Pero el trabajo serio y concentrado, muy metido con el toro, que ya hacía el cuarto de la tarde, se trató de reventar. Un toro que obedeció a todo yendo a menos. Castella lo exprimió desde su firme planta. Hasta un final con el sello de la casa. Le Coq se olvidó del ambiente. Pero se contrarió por el pinchazo que bajaba un escalón más la percepción de su esfuerzo. Porque un esfuerzo es, al fin y al cabo, pese a la frialdad de su concepto.
Sebastián Castella
Cumplimentó Sebastián Castella con el brindis del toro noble de Victoriano del Río que estrenaba la Beneficencia. De contado poder. Castella planteó una apertura errónea de faena. Por estatuarios y ayudados por alto ciertamente violentos. Del primer embroque con la estatua salió el toro de costado. La obra encontró después el temple o el pulso. Mas los momentos se perdieron con el tiempo y la falta de estructura. Como un mal endémico de Castella que nunca sabe cuando acabar una faena.
López Simón
Y de pronto y de repente se apareció José María Manzanares con los mimbres de aquel 2011 que cautivó. Un toro de ensueño de nombre «Dalia» como quinto -no había pasado nada en el manso anterior-, las hechuras perfectas, las sienes concentradas, tocado arriba de pitones y, sobre todo, con una calidad, una humillación y un temple descomunales. Desde que Manzanares lo bamboleó en el capote a la verónica con empaque y majestad. Las chicuelinas no le fueron a la zaga. Las chicuelinas de mano baja, tan del maestro, tan del padre. Con una envoltura barroca y alada. La faena rompió con una trinchera monumental. Josemari lo había visto claro desde el brindis al público. Pero cuando tomó cuerpo el espíritu santo fue al natural. La seda, el toreo por su camino, la lentitud, el aroma... Los pases de pecho de eternidad pasmosa habían arreglado las tandas con la derecha y culminado con soberbia el toreo en la izquierda. Giraba Manzanares los talones y quedaba colocado, embraguetado luego, jugando la muñeca y la cintura a compás. Un molinete invertido como broche. Otra tanda de redondos que de nuevo en su final adquirió tintes mayúsculos con una cambio de mano acongojante. La plaza se caía. Se cerró el toro, la «Dalia» inmortalizada, en tablas solo. Andaba. Y el matador excelso lo esperó con la suerte contraria y la querecia a la espalda: la estocada entre a toro arrancado y en la suerte de recibir reventó del todo la magna obra. Una barbaridad de espadazo. Las dos orejas clamorosas. Indiscutibles.

Se producía 25 años después la doble Puerta Grande la Beneficencia de Rincón y Ortega Cano; una salida a hombros de Simón y Manzanares de diferente rasero pero histórica.

Simón salió a por todas con el último y se fue a portagayola. Sabía que tenía que apuntalar lo discutido. Tapar bocas. Sirvió a su manera el último de la gran corrida de Victoriano del Río. Con el hierro de Cortés. Y López a su manera dio el resto. Valor a palo seco.

Una marabunta se llevó en procesión a Manzanares y Simón. Por el mismo sitio. De distinto modo. La puerta del cielo de Madrid.

VICTORIANO DEL RÍO | Castella, Manzanares y López Simón
Toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (2º y 6º), de diferentes hechuras en su seria presentación, extraordinario el 5º; bueno y encastado el suelto y finalmente rajadito 3º; noble el 1º; manso y desagradecido el 2º; manajeble y a menos el 4º.
Sebastián Castella, de tabaco y oro. Estocada muy tendida y atravesada y seis descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo y media estocada. Aviso (ovacion).
José María Manzanares, de grana y oro. Estocada (silencio). En el quinto, estocada en la suerte de recibir (dos orejas). Salió a hombros con Simón.
López Simón, de azul marino y oro. Estocada pasada y tendida (dos orejas). En el sexto, estocada (saludos).
El Rey emérito presidió la corrida desde el Palco Real.
Monumental de las Ventas. Miércoles, 1 de junio de 2016. Corrida de Beneficencia. Lleno de "no hay billetes".

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