Los recuerdos que quedan después de 30 tardes de toros
A la historia pasará ésta de 2016 como la feria de "la faena de
José María Manzanares". Y con toda razón. Pero en su primera página también constarán cuatros
nombres: David Mora y Roca Rey, "Malagueño", del hierro de
Alcurrucén, y "Dalia", con el
de Victoriano del Río. Luego el libro del abono no será precisamente breve.
Rara fue la tarde, incluso entre las
peores, de la que no pueda espigarse un recuerdo bueno, aunque a lo mejor no
fuera más que un ramillete de grandes
capotazos de un banderillero. La
Taurodelta actual se despide de San Isidro después de haber
congregado del orden de 600.000 personas
en los tendidos, que se dice pronto. Y aunque al principio nos hiciera un mal
guiño, la mayor parte del serial
discurrió con buen tiempo, pero con ese azote insufrible de los vendavales.
Antonio Petit Caro
30 días
de toros sin uno sólo de descanso, salvo la circunstancial tarde del 10 de
mayo, cuando la lluvia lo hizo
imposible. No menos de 600.000 personas pasando por la taquilla. No hay
quien encuentre otros espectáculo con esta
programación continuada y con
esta asistencia de público. Y con un balance razonablemente positivo. Si nos
fiamos de la estadística, en ocasiones
falaces, 17 orejas se han concedido a los matadores de toros, 2 a novilleros y 12 a los rejoneadores; en total 31. Y la poco habitual
cifra de 8 puertas grandes, aunque no todas fueran del mismo calibre.
Pero más
allá de los números, ¿que es lo que queda en la memoria? Eso es lo más certero
para valorar una feria, porque luego
cuando pase el tiempo no se pone uno a buscar la libretilla de los números,
sino que tira de recuerdos.
Pues
queda, naturalmente, la faena monumental de José María Manzanares a un toro
también excelente de nombre “Dalia”, en la Beneficencia. Hasta
el propio torero tendrá difícil volver a repetir algo tan redondo, tan rotundo.
Los Jurados dirán su palabra última,
pero ha sido la faena de la feria. Digamos sin exageración que se encuentra en
el frontispicio de este año de 2016,
como su señera marca de identidad para el futuro: será el abono de “la faena
de Manzanares”.
El gran
protagonismo se lo disputaron a Manzanares principalmente dos toros. En la memoria echaremos a pelear a “Dalia”, de Victoriano del Río, con aquel
otro “Malagueño”, de los alcurrucenes de la Casa Lozano. No será
fácil, salvo buscando muchos matices,
elegir entre uno y otro. En mi opinión, sobre todo por el comportamiento
durante el primer tercio, me inclino por
“Malagueño”. Pero como en el deporte, se trata de una diferencia de las de
“foto finish”. En cualquier caso, dos
toros de bandera.
Los toros
¿Más
toros buenos? Los hubo, desde luego, pero no con semejantes índice de calidad.
Al menos, tres en la memoria. Alcanzó
una nota apreciable el sobrero de Buenavista, que remendó la corrida de Fuente
Ymbro, el 17 de mayo. Otro tanto hizo el
2º de Baltasar Ibán --“Camarín” de nombre”-- al que le cortó una oreja Alberto
Aguilar el domingo 29 de mayo. El
terceto lo completa un novillo de El Montecillo, que permitió la sorpresa de
Luis David Adame, el 16 de mayo. Pero
también hubo ejemplares que sin ser de tanta nota sí facilitaban el triunfo de
los toreros; así a vuela pluma, al menos
cuatro se arrastraron con ellas puestas.
La
corrida más completo bien podría ser declarada la de Victoriano del Río en la Beneficencia. Junto
al referido “Dalia” echó un par de toros
de triunfo. Y a partir de ese nivel, ninguna otra que se lidiara completa.
En el
lado opuesto, dos corridas mastodóntica defraudaron por completo: las de
Pedraza de Yeltes, fuera de tipo y de
todo, y la de Parladé, que más parecía una limpieza de cinqueños antes
de que pasaran la línea de los 6 años en la
dehesa. Una tercera, qué pena de hierro en régimen de extinción, resultó
ilidiable: la de Saltillo que echaron el 31 de
mayo. Y, naturalmente, las dos corridas que en su integridad no
alcanzaron los mínimos para ser aprobadas por la autoridad veterinaria: la de Robert Margé y
la de Jandilla.
Por
debajo de las expectativas que siempre levantan entre los aficionados, las dos
“albaserradas”: la de Adolfo Martín y la
de Victorino. Muy alejada de la gran corrida de 2015, la de Juan Pedro Domecq.
Desencantó las esperanzas la de Flor de
Jara, que además tan sólo pudo lidiar 4. Muy adecuados para la lidia a caballo,
la de Benítez Cubero. A menos nivel que
en otras ocasiones, a salvo siempre “Malagueño”, los dos encierros de
Alcurrucén y el de Fuente Ymbro. Sin
clase alguna de la Núñez
del Cuvillo. Decepcionaron, en fin, los tres hierros elegidos para las
novilladas.
Los toreros
Es lo
cierto que Manzanares eclipsó a todos los demás que hicieron el paseíllo. Pero
eso no puede tomarse como si todos los
demás 42 matadores anunciados caminaran en el ostracismo. Y así, sorprendió a
lo grande Roca Rey el día de su
confirmación, cuando abrió la
Puerta Grande ; pero no devolvió el triunfo en las otras dos
tardes que compareció en Las Ventas
aunque sus actuaciones no fueran redondas. Tiene mérito que unos meses después
de su alternativa, el torero de Lima
diera la cara hasta tres tardes en San Isidro. Semejante actitud significa
mucho.
Sublime
estuvo David Mora con el toro de su reaparición en Madrid, en una tarde plena
de emotividades y nostalgias. No es que
toreara como si aquí no hubiera pasado nada, que lo hizo; fueron las formas con
las que se entendió con el bueno de
“Malagueño”. Y ya es difícil que un grandioso toro bravo no deje al aire las
carencias de un torero, como bien
aseguraba Juan Belmonte. Es el mérito añadido que alcanzó Mora.
Cosas muy
sólidas, con la contradicción de unos lotes muy diversos, dejó sobre el ruedo
Alejandro Talavante. Mató seis toros,
cortó una oreja a dos de ellos. Pero en lo que luego fueron sus vísperas de
abandonar al conglomerado mexicano de la FIT , dejó claro que no es por
casualidad por lo que hoy está en el selecto grupo de las primeras figuras. Se consolida ahí.
Sin
suerte en los sorteos y hasta con un cierto clima enrarecido, torero anduvo El
Juli, que con un complicado “alcurrucen”
dio toda una lección de poderío y de honradez. Los que jugaban aquel 20 de mayo
en el bando contrario se lo perdieron,
si es que no supieron calibrar los valores de su faena con el 5º.
También
en medio de ambiente rarito, Sebastián Castella no solo se echó sobre sus
espaldas el peso de este abono, sino que
además toreó al natural a uno de los “adolfos” con una despaciosidad muy
difícil de superar. Y cuando puedo
alcanzar algún trofeo, por medio se cruzaron las espadas. Excelsa
también la estética de la faena de Enrique Ponce a un toro potable de Puerto de San Lorenzo.
En el
patio de su casa Paco Ureña sigue toreando en Madrid. La verdad y la
autenticidad de su toreo ha calado muy
hondo y la afición está con él. En cambio, más difuso se le vio a López
Simón, también tan apreciado por esta afición;
en ningún toro llegó al nivel del pasado año y su Puerta Grande, en la Beneficencia , tiene
mucho de engañosa.
Juan del
Álamo en plan de torero muy consolidado y con interés, al que en Madrid se le
niega la opción de un triunfo rotundo.
“Rafaelillo”, que pudo cortar oreja sus dos tardes si no fuera por la espada,
toreó de manera soberbia al natural a un
miura. En un excelente tono Juan Bautista, al que se le suspendió su segunda
tarde. Mucho más que detalles dejó
Morenito de Aranda. Sin suerte Jiménez
Fortes y El Cid. Luego se supo –que es muy torero eso de hablar después de torear, para que no se
utilicen sus palabras como excusa— que disminuido por una lesión de cervicales, Diego Urdiales no pudo ser él
mismo en dos buenos carteles. A seguir la positiva evolución de Rubén Pinar. Y en su línea de honradez los “hombres
esforzados”, como les llamaba a gentes como ellos Sánchez de Neyra: Alberto Aguilar, Sánchez Vara y Fernando
Robleño, con muchas dificultades que vencer pero que nunca dejaron de dar la cara.
Entre los
confirmantes, Roca Rey al margen, dos salvaron las esperanzas del día: José
Garrido, que se batió el cobre con dos
lotes complicados, y Juan Leal, hecho un jabato con las moles que enviaron los
de Pedraza de Yeltes. Peleón y
entregado, esperanzador también, anduvo Román, en tanto Posada de Maravillas
pasó desapercibido.
A
caballo, sobre todo Leonardo Hernández. Y una faena de Ventura. Entre los
novilleros esa sorpresa que se tenía
guardada Taurodelta: el mexicano Luis David Adame, al que ya se le
espera para la feria de Otoño. Honradísimo y valiente Juan de Castilla, que no regateó
esfuerzos, y se les plantearon demasiados para su bisoñez.
Otros cinco detalles
Primer caso. Las cuadrillas se han movido mejor
y con mayor eficacia que en otras ocasiones. A lo mejor ha sido por un factor que no ha podido pasar
desapercibido: hubo hasta cuadrillas casi completas que hicieron el paseíllo
con más de un torero, en un movimiento
liberalizador de compromisos fijos. Y como eran de las de primer nivel, pues
eso se nota bastante. La experiencia y
la sapiencia de Víctor Hugo Pirri, de José Antonio Carretero, de Miguel Martin, o de Ibán García, por citar cuatro ejemplos, es
efectivamente un grado. Un ejemplo grandioso: los lances de Cesar del
Puerto sometiendo de salida al 5º de Saltillo. Son detalles que se
agradecen desde el tendido, porque son lecciones de torería. De oro o plata resulta
indiferente.
Segundo caso: Debe resultar muy difícil de
alcanzar, pero quedaron en evidencia las distintas varas de medir que se vieron en el palco según el equipo rector que
lo ocupara cada día. Debutó y con buenos criterios Jesús Mª Gómez Martín al mando de los pañuelos.
Tercer caso: Salvo una de las de rejones, todos
los festejos pasaron con holgura el listón de las dos horas y media. Y no sólo por incidencias que reclamaran de los
buenos oficios de “Florito”, sino por la lentitud con la que se desarrolla
la lidia, plagada de tiempos muertos por
las más diversas causas. Por ejemplo: ¿Es completamente necesario que los toreros hagan esperar, día tras día, a los
alguaciles para iniciar el paseíllo? Salir del tendido camino de las 10 de
la noche se hace bastante cuesta arriba.
Y un botón de muestra: las numerosísimas tardes en las que el público abandonada,
antirreglamentariamente, sus localidades en cuanto intuía que en el sexto no
iba a ocurrir nada que contar a los
amigos. No fue una casualidad que en esta feria la Presidencia haya
tenido que enviar 56 avisos.
Cuarto caso: Una cuestión no resuelta, que a lo
mejor lo acertado es dejarla estar: por dos veces en este abono, la primera a Diego Ventura y la segunda a
Manzanares, un sector del público ha solicitado con insistencia la
concesión del rabo. El tema lo dejó
sobre la arena el sonado caso de Palomo Linares, el 22 de mayo de 1972, que al
Presidente Pangua le costó su puesto en
el palco. ¿Es hora de abrir tan polémica cuestión? Posiblemente, no.
Quinto caso: Las numerosas ocasiones en las que
el Rey don Juan Carlos, acompañado de su hija la Infanta Elena y
de sus nietos, ha acudido a Las Ventas.
Cuando quien debiera hacerlo no lo hace, reconforta a la Fiesta todo el apoyo que representa esa presencia, cuando se viven
momentos de controversia en torno a la Tauromaquia. Pero
unas presencias no justifican la otra
ausencia.
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