Las explicaciones que aportó en
el programa el reputado veterinario taurino D. Julio Fernández Sanz, nos
llenaron de dudas e incluso nos inquietaron por su indefinición. Programa de gran
audiencia y, por lo tanto de importancia formativa indudable.
José Mª Moreno
Bermejo
Denodado esfuerzo el que realizan los responsables de
Tendido Cero, de TVE, para acercarnos cada sábado a mediodía en nuestros
televisores las noticias taurinas acaecidas durante los siete días anteriores.
Hoy, cuando en España la Tauromaquia está perseguida tanto o más que la
Religión Católica, es digno de elogio que buenos periodistas que son, además,
grandes aficionados, Federico, Belén, Javier, nos ilustren sobre las fuentes
más destacadas de la historia, la cultura y la actualidad de una Fiesta que, a
decir de Eugenio d´Ors, ha
conformado la naturaleza del pueblo español.
En uno de los capítulos del programa del pasado sábado,
18/VI/2016, se presentó un interesantísimo trabajo sobre la Suerte de varas,
con motivo del estudio, y de su ensayo, realizados por el torero D. Manuel
Sales Garrido sobre una puya especial, de su invención, que procura menores
destrozos en la anatomía del toro al ser privada del relativo tope que supone
el “encordado” o el protector plástico que conforman la que se utiliza en la
actualidad. Obviamente estamos de acuerdo totalmente con que innovaciones que
mejoren la lidia, como la que nos presenta ahora el inquieto Manolo Sales, se
apliquen de inmediato en la corrida, como ya se hizo con otro invento suyo, las
banderillas retráctiles, que tanto bien procuraron a la lidia. Pero éste con
matices, como veremos luego.
Sin embargo, las explicaciones que aportó en el programa el
reputado veterinario taurino D. Julio Fernández Sanz, nos llenaron de dudas e
incluso nos inquietaron por su indefinición. Sabemos de la calidad profesional
y conocimientos de D. Julio así como de su preparación pedagógica, de la que
hemos disfrutado en el Aula de Tauromaquia de la Universidad CEU-San Pablo y en
la lectura de alguna de sus conferencias sobre el tema del toro de lidia. Por
ello, pensamos que sus palabras ante las cámaras de Tendido Cero carecieron del
sosiego y acierto que en sus intervenciones suele desarrollar. Veamos nuestras
dudas sobre las explicaciones que dio D. Julio Fernández.
El tope actual de la puya, el que forma el acordado, supone un
impedimento para realizar un buen puyazo.
Esta aseveración trae como corolario que para realizar un
buen puyazo hay que meter la puya hasta la cruceta, algo con lo que no estamos
de acuerdo en absoluto. Es cierto que en los últimos 50 años, más o menos, se
toma como costumbre el que tengan que entrar “las cuerdas” en el cuerpo del
toro, pero eso no quiere decir que sea lo correcto o imprescindible. Siempre
fue la puya, y sólo la puya, la encargada de ahormar la embestida, templarla,
regularla y corregirla. Recordemos los topes de limoncillo, anaranjados, etc.
Antes, cuando el toro era más violento, más fiero, menos bravo y noble, para
que la Suerte de varas lograse su cometido era conveniente varias entradas al
caballo "para regular el castigo gradualmente", como bien señalaba D.
Julio en la conferencia que impartió en Logroño el 17/XI/2013. Ahora, con el
toro más “ahormado” por selección anatómica y de bravura, como acertadamente
indica D. Julio, la Suerte de varas debe ser aplicada con objetivos más
adecuados a las condiciones de cada toro. Por ello, pensamos, debe ser más
técnica y medida, y no debe ser, como de hecho lo es generalmente, la misma
para todas las reses.
La pérdida de sangre no descongestiona a la res
Es acertada la afirmación de nuestro veterinario cuando apostilla
que el sangrado del toro es insuficiente para conseguir esa “descongestión” de
la que hablan algunos, y de la que nosotros hemos tratado en nuestros estudios.
Una descongestión, en caso de que fuera necesaria, que no lo es en el del toro
de lidia, requeriría una hemorragia del tercio de la volemia [Volemia: cantidad
de sangre del cuerpo animal] del animal, y teniendo en cuenta que ésta es de
entre un 7 y un 8% de su peso, el toro de 500 kgs. debería perder sobre 12
litros para “descongestionarse”, en caso de que lo necesitare; en la Suerte de
varas la pérdida de sangre ronda los 2 o 3 litros. O sea, poco más o menos que
cuando el hombre hace una donación de sangre de 300 cc., que sólo le provoca
una ligera laxitud que resuelve rápidamente con un bocadillo y una coca cola.
El toro puede perder relativo poder si sangra mucho a lo largo de la lidia,
pues él no toma reconstituyentes y realiza ejercicios atléticos que requieren
esfuerzos que no siempre emergen de su casta. Hay pues que tener cuidado en el
sangrado excesivo. Una cosa es no descongestionar y otra debilitar en exceso a
un animal que realiza un gran ejercicio.
No es necesario que el puyazo caiga en un lugar determinado para que
el toro humille. Se ha demostrado que humilla por su anatomía, por su columna
paralela…
Bueno, no creo que sea acertada o completa la explicación de
D. Julio. Estudios realizados por D. Luis Barona, D. Antonio Cuesta y D.
Ildefonso Montero, de la Universidad de Córdoba en 1997, y por el propio D.
Julio Fernández y D. Juan Villalón en 1998 dicen otra cosa. Concretamente D.
Julio y D. Juan decían sobre las misiones de la Suerte e varas que: "A.-
Ahormar la cabeza mediante la rotura de los músculos extensores o elevadores
[Los músculos epiaxiales] de la cabeza para facilitar que el toro descuelgue o
baje la cabeza, y que ésta tenga movimientos menos bruscos". O sea, que sí
es necesario que caiga el puyazo en el morrillo, que es donde están los citados
músculos extensores, como bien decía el mismo D. Julio en su conferencia en
Logroño en noviembre del 2013.
Otra cosa es que la acertada selección de los ganaderos y
veterinarios hayan conseguido hoy un toro con más tendencia a humillar que el
que se criaba hace años; no cabe duda de ello. Pero también es cierto que no
todas las castas tienen la tendencia con los mismos niveles de humillación. D.
Julio, que nos habló con argumentos sólidos y científicos en su charla con el
Dr. Cañón en el Aula de Tauromaquia de la CEU-San Pablo en el curso 2013/2014
de lo conseguido en la “raza de razas” del toro bravo y bien conoce estas
tendencias según las castas; así pues, no sólo la anatomía de cada res
determina el humillar.
La Suerte de varas ha separado al toro bravo del manso
Es cierto que una de los argumentos de selección del toro
bravo es y ha sido su comportamiento en varas, pero no el único. Después de
aquellas selecciones intuitivas de los ganaderos carniceros y las de los
frailes de los “diezmos”, pasando por las que aconsejaban buscar hijos de
aquellos padres que tuvieron comportamiento agresivo en su lid pretérita,
llegaron las tientas a campo abierto y, luego la vara, ya muy pasado el último
tercio del siglo XVIII, cuando los varilargueros compartían plaza con
rejoneadores y picadores con vara de detener. Recuérdese las notas que al
respecto de la selección intuitiva nos dejó la Baronesa d´Aulnoy en el libro
sobre su viaje a España entre 1675 y 1685, en las que, para recalcar la maldad
del hispano, aseguraba que los toros que se elegían para las corridas eran los
hijos de aquellos que habían matado a más hombres cuando se lidiaron.
Recuérdese a los ganaderos Vicente José Vázquez y su selección de toros de
origen Bécquer, Ulloa y Cabrera que logró cruzar con Vistahermosa para dotarlos
de “toreabilidad”. Lo mismo que hizo Pedro José Picabea de Lesaca con sus
bravos toritos navarros que cruzó con Vistahermosa en 1827 y que luego dieron
origen a los “saltillos”. D. Vicente José y el Sr. Picabea pululaban por la
vida en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX; las varas de
detener empezaron a utilizarse después, allá por el tercer tercio del XIX [“La
saga de los Merchante”, José Mª Moreno Bermejo. UBT, 2006]. Ya se separaba al
bravo del manso.
Otra vez la “raza de razas”, peculiaridad magnífica del
maravilloso toro de lidia. La selección por el comportamiento en varas es cada
vez menos empleada hoy por algunos ganaderos, aquellos que buscan el toro más
válido para la faena de muleta, y ello mutila la verdadera finalidad de la
corrida y la justificación de que un ser vivo pueda ser sacrificado en la
plaza. Los hay que postulan por la supresión de la Suerte de varas, ¡qué cosas!
El público no quiere sangre
Dice D. Julio en su intervención en Tendido Cero que el
público no quiere sangre, y nosotros lo compartimos, aún más, aseguramos que es
letal para la Fiesta nacional el que se siga realizando una Suerte de varas tan
sanguinolenta como la actual pues ello imposibilita de forma absoluta la
posibilidad de defensa de nuestra corrida. Sin embargo, y a pesar de que dice que
lo ideal es picar en el morrillo, no repara en que en la cruz, y más aún detrás
de ella, donde dice D. Julio en su estudio compartido citado que caen más del
33% de los puyazos, las hemorragias son profusas al afectar la puya arterias y
venas más importantes que las que existen en la zona musculada del morrillo,
donde las sangre fluye menos, es más parduzca, menos “vital”, si vale la
definición seudo fisiológica…
D. Julio, si el público no quiere sangre, creemos que debe
ser aconsejable una Suerte de varas menos agresiva y seguir los consejos de sus
opiniones vertidas en estudios, trabajos y conferencias, lo que pensamos debió
usted dejar claro en Tendido Cero, programa de gran audiencia y, por lo tanto
de importancia formativa indudable. Quizás lo limitado de su tiempo no se lo
permitió.
Confusas palabras, conceptos no conciliados con el mensaje
que quería D. Julio transmitirnos con la pretendida idoneidad de la nueva “puya
Sales”. Nosotros hemos defendido siempre que la puya no es la causante de la
actual situación de la Suerte de varas. Cierto que las pirámides vaciadas,
dolosamente, hacen más destrozos que las reglamentadas, y esto hay que
erradicarlo de la corrida totalmente, pero la actual puya realizando la suerte
debidamente no es la causante del deterioro que producen los puyazos en el
cuerpo del toro. La causante es la mala praxis que se ha adoptado como normal
en la corrida actual. Porque, sostenemos a pesar de que seamos tratados de
ingenuos, que el puyazo verdadero es el que se aplica en el morrillo deteniendo
al toro y evitando que choque en el peto y expulsándole de la suerte de
inmediato. En este acto, el toro recibe un limitado castigo, que debe repetirse
cuantas veces sean necesarias para regular su poder; es ahormado para que pueda
humillar mejor; se templa su embestida manejando el caballo debidamente; y, en
sucesivas varas se pueden corregir tendencias y vicios que puede tener el
animal en sus desplazamientos: rectitud, longitud, predominio de un cuerno
sobre otro…
Y como final de éste ya largo “consideratorio”, echamos en
falta el que no nos alerte D. Julio sobre los males que resultan de no picar en
el morrillo. Debería habernos indicado que: "La colocación inadecuada de
los puyazos va a multiplicar las lesiones y a limitar el funcionamiento
locomotor del toro", como concluye él en el estudio citado. O: "En
suma: se produce un quebranto físicamente insuperable, mientras que las
estructuras que sí deberían haber sido dañadas en el tercio de varas para
ahormar la embestida y facilitar que el toro humille permanecen intactas".
Otros considerandos acertados sobre el comportamiento psíquico del toro tras
los malos puyazos y sus consecuencias en el comportamiento posterior, que los
estudios aludidos pormenorizan, son importantes para la mejora de la lidia
[Revista de Estudios Taurinos nº 9, de 1999. Fundación de Estudios Taurinos,
Sevilla. Págs. 95 a 139].
Completando las opiniones vertidas por D. Julio Fernández
Sanz en Tendido Cero con lo que de él aprendimos en sus trabajos y
conferencias, se puede entender bien la Suerte de varas actual, la que debería
ser la ideal y el por qué debemos divulgar con fruición la necesidad de que se
tome en serio la defensa de una suerte vital y bella que vive hoy unos momentos
de decadencia cierta, por no decir de decrepitud. Velar por el toro íntegro es
fundamental para defender la Tauromaquia, tanto en la corrida como en el Toro
de la Vega de Tordesillas. Si maltratamos al toro en varas y menospreciamos al
toro en la Vega con lanzadas alevosas que están fuera de lo reglamentado, pero
a las que nadie puso límite hasta el pasado año, ¿quién puede defender la
Tauromaquia? Nosotros abominamos de esos vicios inoculados en nuestra actual
fiesta (ésta con minúsculas), y si nosotros abominamos, ¿qué sentirán los
animalistas?, ¿y los pagados antitaurinos que aprovechan nuestros fallos para
luchar con más ímpetu contra los toros?
Es necesario mandar a la sociedad un mensaje certero sobre
las cualidades muy especiales del toro de lidia para que pueda ser aceptada, o
al menos comprendida, la lid a la que se le somete en la corrida. Recordarles
los estudios realizados por veterinarios tan cualificados como el Dr. D.
Antonio Purroy Unanua sobre la generación por el toro bravo de endorfinas
anodinas durante la lidia que minimizan el dolor; o los del Dr. D. Juan Carlos
Illera referentes al mismo tema y a los cambios del estrés de las reses durante
la lidia, lo que permite amoldarse a ella de manera natural. Conviene saber la
cantidad de dopamina que posee el toro bravo, que lo capacita para la lucha, y
su diferencia cuántica respecto al toro manso, y aún con el toro menos
“combativo”, que fue el tema de la tesis doctoral del ya Dr. D. Francisco
Jiménez. O los grados de secreción de opiáceos lenitivos que libera el toro
bravo según sus castas, desarrollados por el Dr. D. Luis Alberto Centenera,
expuestos en su tesis doctoral dirigida por la Dra. Silván y el Dr. Illera.
Sería bueno que todos supiésemos que las citadas tesis coinciden en diferenciar
claramente la raza del toro bravo respecto de las demás, y que aquellas castas
más combativas segregan más endorfinas, lo hacen con mayor velocidad de
transmisión nerviosa, contienen más dopaminas y liberan mayor número de
opiáceos que los que son menos combativos o no lo son nada, claro, y que todo
ello redunda en una adaptación especial de esta raza de razas que lo facultan
para un combate mucho menos cruento de lo que publicitan los desconocedores de
la Tauromaquia, del que vociferan los anti todo pagados; incluso de los juicios
que emiten políticos melifluos incapaces de comprometerse en nada que exija un
mínimo de conocimientos científicos para ser defendido. Así nos va, claro.
¡Socorro!
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