sábado, 25 de junio de 2016

Tendido Cero: Sobre lo dicho de la suerte de varas

Las explicaciones que aportó en el programa el reputado veterinario taurino D. Julio Fernández Sanz, nos llenaron de dudas e incluso nos inquietaron por su indefinición. Programa de gran audiencia y, por lo tanto de importancia formativa indudable.
José Mª Moreno Bermejo

Denodado esfuerzo el que realizan los responsables de Tendido Cero, de TVE, para acercarnos cada sábado a mediodía en nuestros televisores las noticias taurinas acaecidas durante los siete días anteriores. Hoy, cuando en España la Tauromaquia está perseguida tanto o más que la Religión Católica, es digno de elogio que buenos periodistas que son, además, grandes aficionados, Federico, Belén, Javier, nos ilustren sobre las fuentes más destacadas de la historia, la cultura y la actualidad de una Fiesta que, a decir de Eugenio d´Ors, ha conformado la naturaleza del pueblo español. 

En uno de los capítulos del programa del pasado sábado, 18/VI/2016, se presentó un interesantísimo trabajo sobre la Suerte de varas, con motivo del estudio, y de su ensayo, realizados por el torero D. Manuel Sales Garrido sobre una puya especial, de su invención, que procura menores destrozos en la anatomía del toro al ser privada del relativo tope que supone el “encordado” o el protector plástico que conforman la que se utiliza en la actualidad. Obviamente estamos de acuerdo totalmente con que innovaciones que mejoren la lidia, como la que nos presenta ahora el inquieto Manolo Sales, se apliquen de inmediato en la corrida, como ya se hizo con otro invento suyo, las banderillas retráctiles, que tanto bien procuraron a la lidia. Pero éste con matices, como veremos luego.

Sin embargo, las explicaciones que aportó en el programa el reputado veterinario taurino D. Julio Fernández Sanz, nos llenaron de dudas e incluso nos inquietaron por su indefinición. Sabemos de la calidad profesional y conocimientos de D. Julio así como de su preparación pedagógica, de la que hemos disfrutado en el Aula de Tauromaquia de la Universidad CEU-San Pablo y en la lectura de alguna de sus conferencias sobre el tema del toro de lidia. Por ello, pensamos que sus palabras ante las cámaras de Tendido Cero carecieron del sosiego y acierto que en sus intervenciones suele desarrollar. Veamos nuestras dudas sobre las explicaciones que dio D. Julio Fernández.

El tope actual de la puya, el que forma el acordado, supone un impedimento para realizar un buen puyazo.
Esta aseveración trae como corolario que para realizar un buen puyazo hay que meter la puya hasta la cruceta, algo con lo que no estamos de acuerdo en absoluto. Es cierto que en los últimos 50 años, más o menos, se toma como costumbre el que tengan que entrar “las cuerdas” en el cuerpo del toro, pero eso no quiere decir que sea lo correcto o imprescindible. Siempre fue la puya, y sólo la puya, la encargada de ahormar la embestida, templarla, regularla y corregirla. Recordemos los topes de limoncillo, anaranjados, etc. Antes, cuando el toro era más violento, más fiero, menos bravo y noble, para que la Suerte de varas lograse su cometido era conveniente varias entradas al caballo "para regular el castigo gradualmente", como bien señalaba D. Julio en la conferencia que impartió en Logroño el 17/XI/2013. Ahora, con el toro más “ahormado” por selección anatómica y de bravura, como acertadamente indica D. Julio, la Suerte de varas debe ser aplicada con objetivos más adecuados a las condiciones de cada toro. Por ello, pensamos, debe ser más técnica y medida, y no debe ser, como de hecho lo es generalmente, la misma para todas las reses.

La pérdida de sangre no descongestiona a la res

Es acertada la afirmación de nuestro veterinario cuando apostilla que el sangrado del toro es insuficiente para conseguir esa “descongestión” de la que hablan algunos, y de la que nosotros hemos tratado en nuestros estudios. Una descongestión, en caso de que fuera necesaria, que no lo es en el del toro de lidia, requeriría una hemorragia del tercio de la volemia [Volemia: cantidad de sangre del cuerpo animal] del animal, y teniendo en cuenta que ésta es de entre un 7 y un 8% de su peso, el toro de 500 kgs. debería perder sobre 12 litros para “descongestionarse”, en caso de que lo necesitare; en la Suerte de varas la pérdida de sangre ronda los 2 o 3 litros. O sea, poco más o menos que cuando el hombre hace una donación de sangre de 300 cc., que sólo le provoca una ligera laxitud que resuelve rápidamente con un bocadillo y una coca cola. El toro puede perder relativo poder si sangra mucho a lo largo de la lidia, pues él no toma reconstituyentes y realiza ejercicios atléticos que requieren esfuerzos que no siempre emergen de su casta. Hay pues que tener cuidado en el sangrado excesivo. Una cosa es no descongestionar y otra debilitar en exceso a un animal que realiza un gran ejercicio.

No es necesario que el puyazo caiga en un lugar determinado para que el toro humille. Se ha demostrado que humilla por su anatomía, por su columna paralela…

Bueno, no creo que sea acertada o completa la explicación de D. Julio. Estudios realizados por D. Luis Barona, D. Antonio Cuesta y D. Ildefonso Montero, de la Universidad de Córdoba en 1997, y por el propio D. Julio Fernández y D. Juan Villalón en 1998 dicen otra cosa. Concretamente D. Julio y D. Juan decían sobre las misiones de la Suerte e varas que: "A.- Ahormar la cabeza mediante la rotura de los músculos extensores o elevadores [Los músculos epiaxiales] de la cabeza para facilitar que el toro descuelgue o baje la cabeza, y que ésta tenga movimientos menos bruscos". O sea, que sí es necesario que caiga el puyazo en el morrillo, que es donde están los citados músculos extensores, como bien decía el mismo D. Julio en su conferencia en Logroño en noviembre del 2013.

Otra cosa es que la acertada selección de los ganaderos y veterinarios hayan conseguido hoy un toro con más tendencia a humillar que el que se criaba hace años; no cabe duda de ello. Pero también es cierto que no todas las castas tienen la tendencia con los mismos niveles de humillación. D. Julio, que nos habló con argumentos sólidos y científicos en su charla con el Dr. Cañón en el Aula de Tauromaquia de la CEU-San Pablo en el curso 2013/2014 de lo conseguido en la “raza de razas” del toro bravo y bien conoce estas tendencias según las castas; así pues, no sólo la anatomía de cada res determina el humillar.

La Suerte de varas ha separado al toro bravo del manso

Es cierto que una de los argumentos de selección del toro bravo es y ha sido su comportamiento en varas, pero no el único. Después de aquellas selecciones intuitivas de los ganaderos carniceros y las de los frailes de los “diezmos”, pasando por las que aconsejaban buscar hijos de aquellos padres que tuvieron comportamiento agresivo en su lid pretérita, llegaron las tientas a campo abierto y, luego la vara, ya muy pasado el último tercio del siglo XVIII, cuando los varilargueros compartían plaza con rejoneadores y picadores con vara de detener. Recuérdese las notas que al respecto de la selección intuitiva nos dejó la Baronesa d´Aulnoy en el libro sobre su viaje a España entre 1675 y 1685, en las que, para recalcar la maldad del hispano, aseguraba que los toros que se elegían para las corridas eran los hijos de aquellos que habían matado a más hombres cuando se lidiaron. Recuérdese a los ganaderos Vicente José Vázquez y su selección de toros de origen Bécquer, Ulloa y Cabrera que logró cruzar con Vistahermosa para dotarlos de “toreabilidad”. Lo mismo que hizo Pedro José Picabea de Lesaca con sus bravos toritos navarros que cruzó con Vistahermosa en 1827 y que luego dieron origen a los “saltillos”. D. Vicente José y el Sr. Picabea pululaban por la vida en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX; las varas de detener empezaron a utilizarse después, allá por el tercer tercio del XIX [“La saga de los Merchante”, José Mª Moreno Bermejo. UBT, 2006]. Ya se separaba al bravo del manso.

Otra vez la “raza de razas”, peculiaridad magnífica del maravilloso toro de lidia. La selección por el comportamiento en varas es cada vez menos empleada hoy por algunos ganaderos, aquellos que buscan el toro más válido para la faena de muleta, y ello mutila la verdadera finalidad de la corrida y la justificación de que un ser vivo pueda ser sacrificado en la plaza. Los hay que postulan por la supresión de la Suerte de varas, ¡qué cosas!

El público no quiere sangre

Dice D. Julio en su intervención en Tendido Cero que el público no quiere sangre, y nosotros lo compartimos, aún más, aseguramos que es letal para la Fiesta nacional el que se siga realizando una Suerte de varas tan sanguinolenta como la actual pues ello imposibilita de forma absoluta la posibilidad de defensa de nuestra corrida. Sin embargo, y a pesar de que dice que lo ideal es picar en el morrillo, no repara en que en la cruz, y más aún detrás de ella, donde dice D. Julio en su estudio compartido citado que caen más del 33% de los puyazos, las hemorragias son profusas al afectar la puya arterias y venas más importantes que las que existen en la zona musculada del morrillo, donde las sangre fluye menos, es más parduzca, menos “vital”, si vale la definición seudo fisiológica…

D. Julio, si el público no quiere sangre, creemos que debe ser aconsejable una Suerte de varas menos agresiva y seguir los consejos de sus opiniones vertidas en estudios, trabajos y conferencias, lo que pensamos debió usted dejar claro en Tendido Cero, programa de gran audiencia y, por lo tanto de importancia formativa indudable. Quizás lo limitado de su tiempo no se lo permitió.

Confusas palabras, conceptos no conciliados con el mensaje que quería D. Julio transmitirnos con la pretendida idoneidad de la nueva “puya Sales”. Nosotros hemos defendido siempre que la puya no es la causante de la actual situación de la Suerte de varas. Cierto que las pirámides vaciadas, dolosamente, hacen más destrozos que las reglamentadas, y esto hay que erradicarlo de la corrida totalmente, pero la actual puya realizando la suerte debidamente no es la causante del deterioro que producen los puyazos en el cuerpo del toro. La causante es la mala praxis que se ha adoptado como normal en la corrida actual. Porque, sostenemos a pesar de que seamos tratados de ingenuos, que el puyazo verdadero es el que se aplica en el morrillo deteniendo al toro y evitando que choque en el peto y expulsándole de la suerte de inmediato. En este acto, el toro recibe un limitado castigo, que debe repetirse cuantas veces sean necesarias para regular su poder; es ahormado para que pueda humillar mejor; se templa su embestida manejando el caballo debidamente; y, en sucesivas varas se pueden corregir tendencias y vicios que puede tener el animal en sus desplazamientos: rectitud, longitud, predominio de un cuerno sobre otro…

Y como final de éste ya largo “consideratorio”, echamos en falta el que no nos alerte D. Julio sobre los males que resultan de no picar en el morrillo. Debería habernos indicado que: "La colocación inadecuada de los puyazos va a multiplicar las lesiones y a limitar el funcionamiento locomotor del toro", como concluye él en el estudio citado. O: "En suma: se produce un quebranto físicamente insuperable, mientras que las estructuras que sí deberían haber sido dañadas en el tercio de varas para ahormar la embestida y facilitar que el toro humille permanecen intactas". Otros considerandos acertados sobre el comportamiento psíquico del toro tras los malos puyazos y sus consecuencias en el comportamiento posterior, que los estudios aludidos pormenorizan, son importantes para la mejora de la lidia [Revista de Estudios Taurinos nº 9, de 1999. Fundación de Estudios Taurinos, Sevilla. Págs. 95 a 139].

Completando las opiniones vertidas por D. Julio Fernández Sanz en Tendido Cero con lo que de él aprendimos en sus trabajos y conferencias, se puede entender bien la Suerte de varas actual, la que debería ser la ideal y el por qué debemos divulgar con fruición la necesidad de que se tome en serio la defensa de una suerte vital y bella que vive hoy unos momentos de decadencia cierta, por no decir de decrepitud. Velar por el toro íntegro es fundamental para defender la Tauromaquia, tanto en la corrida como en el Toro de la Vega de Tordesillas. Si maltratamos al toro en varas y menospreciamos al toro en la Vega con lanzadas alevosas que están fuera de lo reglamentado, pero a las que nadie puso límite hasta el pasado año, ¿quién puede defender la Tauromaquia? Nosotros abominamos de esos vicios inoculados en nuestra actual fiesta (ésta con minúsculas), y si nosotros abominamos, ¿qué sentirán los animalistas?, ¿y los pagados antitaurinos que aprovechan nuestros fallos para luchar con más ímpetu contra los toros?

Es necesario mandar a la sociedad un mensaje certero sobre las cualidades muy especiales del toro de lidia para que pueda ser aceptada, o al menos comprendida, la lid a la que se le somete en la corrida. Recordarles los estudios realizados por veterinarios tan cualificados como el Dr. D. Antonio Purroy Unanua sobre la generación por el toro bravo de endorfinas anodinas durante la lidia que minimizan el dolor; o los del Dr. D. Juan Carlos Illera referentes al mismo tema y a los cambios del estrés de las reses durante la lidia, lo que permite amoldarse a ella de manera natural. Conviene saber la cantidad de dopamina que posee el toro bravo, que lo capacita para la lucha, y su diferencia cuántica respecto al toro manso, y aún con el toro menos “combativo”, que fue el tema de la tesis doctoral del ya Dr. D. Francisco Jiménez. O los grados de secreción de opiáceos lenitivos que libera el toro bravo según sus castas, desarrollados por el Dr. D. Luis Alberto Centenera, expuestos en su tesis doctoral dirigida por la Dra. Silván y el Dr. Illera. Sería bueno que todos supiésemos que las citadas tesis coinciden en diferenciar claramente la raza del toro bravo respecto de las demás, y que aquellas castas más combativas segregan más endorfinas, lo hacen con mayor velocidad de transmisión nerviosa, contienen más dopaminas y liberan mayor número de opiáceos que los que son menos combativos o no lo son nada, claro, y que todo ello redunda en una adaptación especial de esta raza de razas que lo facultan para un combate mucho menos cruento de lo que publicitan los desconocedores de la Tauromaquia, del que vociferan los anti todo pagados; incluso de los juicios que emiten políticos melifluos incapaces de comprometerse en nada que exija un mínimo de conocimientos científicos para ser defendido. Así nos va, claro.


¡Socorro! 

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