JAVIER LÓPEZ
El novillero Javier Marín salió hoy relanzado en la tarde de
su debut en Las Ventas, en la que sorprendió por la actitud y aptitud artística
atesora, y en la que logró cortar una oreja de peso.
300 kilómetros, 296 para ser exactos, son los que separan la
navarra Cintruénigo de la capital del reino, poseedora de una plaza de toros
que es catedral en el toreo, la que pone a funcionar si se está bien, y la que
te manda para casa como no se esté a la altura. Pues de esa localidad de la Comunidad Foral salió un
novillero dispuesto a recorrer esa distancia para lograr sus sueños: Javier
Marín, torero forjado en su tierra durante cuatro años que lleva con los del
castoreño, y que hoy salió relanzado en su debut en Madrid con una oreja de las
que deben valerle para empezar a abrirse paso.
Marín ya sorprendió en el novillo que abrió plaza por la
finura y el gusto que atesora. Lo demostró en varios derechazos de uno en uno
en los que embarcó y meció a su oponente con suma cadencia, temple y por abajo.
Lástima que estos tan buenos apuntes no tuvieran continuidad
por el poco gas que tuvo el de Los Rodeos, muy noble, aunque un punto frenado y
viniéndose abajo demasiado pronto.
No obstante, interesante debut del joven navarro, que, como
único lunar y por tratar de no dejarse nada, se alargó demasiado, dando tiempo
a que sonara un aviso antes de montar la espada. Saludó una merecida ovación.
Con un farol de rodillas recibió Marín al cuarto, al que
recetó después estimables lances a la verónica. Pendulazo de apertura y media
distancia para ponerse por el derecho. Al novillo, de alegres arrancadas, le
faltaron fuerzas para viajar a ras de albero y, sobre todo, más fondo.
Dio igual. La actitud del navarro fue otra vez espléndida
para superar con nota alta el examen en la difícil cátedra madrileña, logrando,
incluso, muletazos de exquisito trazo y compostura por los dos pitones en las
postrimerías.
Muy bien Marín, al que se le vio muy asentado y comprometido
toda la tarde, aunando la entrega del debutante con unas muy buenas aptitudes
artísticas. Se tiró como una vela con la espada y logró una oreja de peso.
El primero de Alejandro Fermín tuvo la virtud de la
movilidad, pero el defecto de rematar los viajes por arriba. Bonita apertura de
faena del extremeño, que puso después mucha voluntad, pero no acabó de tocar
las teclas para imponerse, demasiado encimista y aturullado, sin el mando y la
convicción suficiente para obligarle por abajo. El petardo final con la espada
fue fenomenal.
El quinto fue un manso al que fue prácticamente inviable
sacar nada lucido. Fermín volvió a mostrarse tesonero, pero lo poco que aportó
el astado hizo que la faena no fuera a ninguna parte, por mucho que se empeñó
en alargar lo imposible.
Al segundo debutante en la tarde, Jesús Álvarez, no le pudo
tocar peor novillo para presentarse en Madrid. Un animal claudicante y
desfondado, que a punto estuvo de herirle al echarle mano tras perder pie el
novillero con el capote, y con el que quedó prácticamente inédito en la muleta.
El sobrero del Conde de Cabral que hizo sexto, más escurrido
que los titulares, anduvo con el depósito de gasolina medio vacío, sin embargo,
duró lo suficiente para, al menos, atisbar las buenas formas que posee Álvarez.
/ EFE
FICHA DEL FESTEJO
Cinco novillos de Los Rodeos,
bien presentados y de juego desigual. Nobles y dóciles, aunque con poquito
fuelle, primero y cuarto; manejable también aún sin terminar de humillar, el
segundo; sin fuerzas, el tercero; manso y sin fondo, el quinto. El sexto fue un
sobrero de Herederos del Conde de Cabral,
al devolverse el tercero y correrse turno, más vareado y deslucido.
Javier Marín: tres pinchazos y estocada trasera (ovación
tras aviso); y estocada (oreja).
Alejandro Fermín: no encontró novillo en su primer envite con
la espada, pinchazo atravesado "en el número" y bajonazo (silencio
tras aviso); y media tendida y trasera (palmas).
Jesús Álvarez: pinchazo y estocada (silencio); y
pinchazo, y estocada perpendicular y trasera (silencio).
La plaza registró más de un cuarto de entrada en tarde primaveral.
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