Hizo lo que sabe y lo hizo muy
bien. Divirtió y emocionó, que no es poco. Se puede discutir la exigencia o
generosidad en los trofeos.
ANTONIO LORCA
Diario ELPAIS de Madrid
El sábado por la noche ocurrió algo inesperado: el torero
Juan José Padilla salió a hombros por la Puerta del Príncipe de la Maestranza
de Sevilla. Y muchos se han rasgado las vestiduras. Claro, que Padilla no es un
elegido ni un exquisito; acaso un esforzado obrero del toreo con una encomiable
historia de superación personal, pero no más. Y algunos de los que se derriten
con migajas de los artistas, aceptan gato por liebre en el toro, admiten el
fraude y la manipulación y pierden el trasero por considerarse amigo de la
figura o el ganadero de moda, han considerado que el triunfo de Padilla es una
herejía. (Una nueva dictadura -esta vez, taurina- de lo políticamente correcto)
Que este torero no es un artista nadie lo va a descubrir a
estas alturas; pero tampoco Padilla es el culpable de que la plaza sevillana
haya perdido su prestigio en beneficio de una modernidad caricaturesca. Hace
tiempo que la sabia, exigente y generosa afición maestrante desertó del
Baratillo para dar paso a un público superficial y bullanguero. Y los
principales responsables de esta gravísima decadencia son las figuras elegidas
y exquisitas que hacen un daño irreversible, cada día, a la fiesta de los toros.
Llegó Padilla y salió por la Puerta del Príncipe porque ese
arco está ahí para dar honor y gloria a los héroes. Y así ha sido toda la vida.
Larga es la lista de toreros que la han traspasado sin el carné de artista en
la boca. Y no se han hundido los cimientos de la tauromaquia.
A Juan José Padilla se le puede negar el pan y la sal de un
pellizco del que carece, pero se ganó la gloria por una actuación entregadísima
de principio a fin; desde las rodillas en tierra para recibir a sus dos toros,
hasta su decisión con el capote, su derroche en banderillas y su firmeza con la
muleta y la espada. Y eso, guste más o menos, también es tauromaquia; y no solo
porque lo apoyara incondicionalmente un público festivo y sentimental que lo
considera su héroe; toreros de su corte han merecido siempre admiración y
respeto, y son necesarios para que la fiesta de los toros continúe y no se
convierta en un espectáculo elitista y minoritario.
Padilla hizo lo que sabe y lo hizo muy bien. Divirtió y
emocionó, que no es poco. Se puede discutir, claro que sí, la exigencia o
generosidad en la concesión de los trofeos, pero todos, y no solo los que paseó
este torero.
Es bueno que la Puerta del Príncipe cobije también a los
héroes populares; Padilla lo es y no debe pedir perdón por ello.
Porque no es justo ser riguroso con los héroes y magnánimo
con los artistas, y porque la Maestranza no ha bajado el listón con el triunfo
del torero jerezano. Ya estaba por los suelos cuando este hizo el paseíllo. Y
con él se ha utilizado el mismo criterio de moda. ¿O es que el toro con el que
otros han triunfado era acaso un toro? Pues eso…
No hay comentarios:
Publicar un comentario