viernes, 15 de abril de 2016

DESDE EL BARRIO: En Sevilla, todos contra el toro

PACO AGUADO

Resulta desoladoramente injusto que se esté acusando únicamente al toro del mediocre nivel de lo que llevamos visto hasta hoy en la feria de Sevilla. Pero, curiosamente y sin que sirva de precedente, tanto toristas como toreristas, esos aficionados que sólo se quedan con una de las dos mitades de lo que ven en la plaza, coinciden en echarle las culpas al empedrado.

Si en algo ambos bandos llevan razón es que a la mayoría de las corridas les ha faltado fuerza, en mayor o menor medida, y que a muchos toros apenas se les ha castigado en la suerte de varas. Claro que ninguno se ha preguntado si, al ser un defecto tan extendido, quizá habría que pensar en que existe alguna causa común.

Y es así como a tantos "expertos" en ganaderías, tan urbanitas y tan desconocedores del campo como los propios animalistas, se les debería explicar que, como ha pasado a lo largo de toda la historia del toreo, el clima siempre ha sido decisivo en el juego de los toros. Y que este año el invierno tan tardío que hemos padecido en España, y que aún mantiene el frío y el agua en las fincas, ha hecho que los toros no hayan acabado aún de rematarse de forma natural.

Pero no entremos en profundidades demasiado complejas para la media de conocimientos ganaderos de estos semi-aficionados que sólo ven media corrida, tanto los toristas que perdonan a sus ganaderías predilectas todos los defectos que han señalado en los "comerciales", como los toreristas que prefieren ver en los toros las carencias que en realidad tienen los toreros.

Porque, con más o menos fuerzas, toros para torear, y bien, han salido al albero sevillano más de veinte, a pesar de esa ignorante tabla rasa de desprecio que se ha hecho con todas las ganaderías que han pasado hasta ahora por la Maestranza. Y basta sólo con enumerarlos para justificar las "exageraciones" de este juntaletras a contracorriente.

Hasta la tarde de ayer, lunes, hay reseñados dos salvables en la más fea y deslucida corrida de Tornay; tres en la fina y "hechurada" de Torrestrella; otros tantos en la también bien hecha de Las Ramblas; casi los seis de la baja corrida de El Pilar; dos, e importantes, en la más desigualada de Victoriano del Río; uno bravísimo y tres de mucha clase pero poco brío en la de Juan Pedro Domecq; y tres bravos, estos sí con fuerzas, en la cornalona de Daniel Ruiz de ayer mismo. O sea, esos veintitantos.

Hemos sido pocos los que hemos reparado e incidido en esta clamorosa evidencia –en ese sentido, son más que recomendables las ilustrativas crónicas de Álvaro Acevedo en su blog de "Cuadernos de Tauromaquia"– a lo largo de estos diez días de toros que llevamos en Sevilla, ya que la mayoría ha preferido echar balones fuera, o quizá ni se ha enterado, ante el verdadero problema que esta feria está dejando al descubierto: la obtusa o inexistente capacidad lidiadora generalizada del actual escalafón.

Tanto jóvenes como veteranos han desplegado sobre el albero una variada gama de defectos técnicos y conceptuales que les hacen torear contra el toro. Más que pensar y dar a cada enemigo lo que necesita y mejora, se han prodigado, casi siempre injustificadamente, en una larga serie de burdas artimañas defensivas que les han impedido aprovechar las buenas cualidades de casi toda esa veintena larga de ejemplares.

Y, lo que es peor, además han hecho pasar a esos maltratados animales, de cara al público y a la prensa más liviana, por bastante peores de lo que no fueron, al potenciar los defectos y ocultar las virtudes con el mal toreo.

De tal forma, la nobleza, la clase, el recorrido y la profundidad en las embestidas que también han tenido todos esos toros –virtudes para claro un triunfo sin gran esfuerzo cuando se cuenta con una suficiente capacidad técnica y artística– se han ido por el sumidero en tantas tardes sin orejas y, lo más grave, sin una tauromaquia de calidad.

Con muy contadas excepciones –y entre ellas la de la madura, inteligente y templada actuación del joven Javier Jiménez con los "torrestrellas"– esta feria de Abril, hasta la mañana de hoy, martes 12, está desmontando así, tarde tras tarde, los cantos de sirena que hace sólo unas semanas proclamaban la llegada de una nueva edad de oro de la tauromaquia.

Es decir, que por mucho que se intente desviar la atención con análisis superficiales y tópicos en defensa de otros intereses y del supuesto "bien de la Fiesta", la realidad nos dice bien a las claras que el escalafón necesita urgentemente de un ERE justiciero que separe de una vez el grano de la paja. Y dejémonos de culpar siempre al toro, que no tiene quien lo defienda.

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