domingo, 3 de abril de 2016

EDITORIAL DE MUNDOTORO – El enemigo real

Han logrado introducir en la ética que el bienestarismo animal es un logro de la ética. *** Es precisa una línea transnacional de acción contra esa idea. *** Ya no sirven los argumentos de hace décadas. Aunque sean ciertos.
 
CARLOS RUIZ VILLASUZO

La globalización implica la emergencia de nuevos poderes que trascienden las estructuras estatales. Y nadie puede dudar de que un nuevo poder emergente es el del mercado de la mascota. La influencia y el poder de compañías transnacionales como Nestlé (con ventas en todo el mundo de unos 15.000.000.000 de dólares) o Petsmart (8.000.000.000 de ventas) en gobiernos locales es evidente y lógico. Influyen a la hora de modificar o redactar leyes de bienestar animal.

Un potencial económico que ha invertido en ampliación de mercado a través de campañas internacionales sensibilizadoras del bienestar animal. Con estas campañas sostenidas desde los años ochenta, han logrado una severa percepción de necesidad ética y moral sobre el bienestar animal para las últimas tres generaciones de la población. Han sido más de tres décadas de trabajo hasta hacer que el bienestar de la mascota se considere en los países como un logro de derechos humanos. Una percepción social que ha arrollado a todo elemento que naturalice al animal, que no lo haga humano: ecologismo y tauromaquia, por ejemplo.

Desde finales de los años setenta hasta la actualidad, hay un desarrollo coincidente y progresivo de estos elementos: mejora de las leyes de bienestar animal en todos los países occidentales, incluidos los suramericanos, y crecimiento de la facturación mundial en el negocio de la mascota. No hay duda. El enemigo de la tauromaquia no es enemigo local o nacional, ni siquiera nacionalista, sino transnacional. Y que el enemigo ya no es siquiera tal o cual multinacional que ha usado y usa a personas, grupos, partidos… sino, precisamente, haber logrado introducir en el ADN ético de las últimas generaciones, las que ahora llegan al poder, que el bienestarismo animal es un logro de ética humana.

Es por esta razón evidente que toda acción local, o localizada en un país, sobre la tauromaquia, se nos antoja ya algo desubicada en tiempo y espacio. Hace una década una estrategia local habría tenido más sentido. Hoy, con el bienestarismo animal globalizado (deberíamos acostumbrarnos a llamar a las cosas por su nombre de pila) minando los mercados del toro en Venezuela, Colombia, Francia, Portugal, México, Ecuador, Perú, España… algo llama a una unión global. En esos países, en el mismo espacio y tiempo, se están aprobando leyes del bienestar animal que prohíben, de facto, a la tauromaquia.

Nos consta que en México hay grupos unidos que están invirtiendo tiempo y dinero para sostener la tauromaquia. Aquí hay en marcha una Fundación. En Francia hay ya elementos creados. En Colombia hay un germen constitucionalista victorioso con Felipe Negret…. Vemos como lógica obligada la necesidad de una línea transnacional de acción. Sobre todo porque nuestra pelea ya es contra una idea, una mentalidad, un ADN social, un rasgo cultural en las generaciones actuales, que consideran al bienestar animal como un derecho y un logro de los seres humanos.

Ya no sirven los argumentos que, hace una o dos décadas, nos habrían servido: los económicos, ecológicos, los culturales. Son ciertos pero no sirven. Son reales, pero no sirven. Solos ya no sirven. Dichos sólo acá o allá no sirven. Porque ya no luchamos contra algo que no sea una percepción social mayoritaria. Luchamos contra la aplicación de unos de los grandes logros del ser humano durante el siglo XX, el bienestar, a los animales. Luchamos contra el bienestarismo animal, un movimiento que no ha necesitado manifestarse en la calle para incrustarse en la mente de varias generaciones. Su gran plaza, su gran manifestación, ha sido en Internet.

Se trata, a partir de ahora, de desmontar pacientemente esa idea social de que bienestar animal es igual a mejor ser humano. Que el buen trato es el mascotismo y su mercado. Insistir día a día en la idea del animal como objeto de mercado y de consumo, insistir en la hipocresía del mal trato animal que se ha convertido en el negocio del siglo XXI. Insistir en colegios, en el día a día, en los medios, en nuestras vidas diarias. Tal y como lo hicieron “ellos” desde principios de los ochenta. Señalar al bienestarismo como el auténtico maltrato animal.

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