Han logrado introducir en la
ética que el bienestarismo animal es un logro de la ética. *** Es precisa una
línea transnacional de acción contra esa idea. *** Ya no sirven los
argumentos de hace décadas. Aunque sean ciertos.
CARLOS RUIZ VILLASUZO
La globalización implica la emergencia de nuevos poderes que
trascienden las estructuras estatales. Y nadie puede dudar de que un nuevo
poder emergente es el del mercado de la mascota. La influencia y el poder de
compañías transnacionales como Nestlé (con ventas en todo el mundo de unos
15.000.000.000 de dólares) o Petsmart (8.000.000.000 de ventas) en gobiernos
locales es evidente y lógico. Influyen a la hora de modificar o redactar leyes
de bienestar animal.
Un potencial económico que ha invertido en ampliación de
mercado a través de campañas internacionales sensibilizadoras del bienestar
animal. Con estas campañas sostenidas desde los años ochenta, han logrado una
severa percepción de necesidad ética y moral sobre el bienestar animal para las
últimas tres generaciones de la población. Han sido más de tres décadas de
trabajo hasta hacer que el bienestar de la mascota se considere en los países
como un logro de derechos humanos. Una percepción social que ha arrollado a
todo elemento que naturalice al animal, que no lo haga humano: ecologismo y
tauromaquia, por ejemplo.
Desde finales de los años setenta hasta la actualidad, hay
un desarrollo coincidente y progresivo de estos elementos: mejora de las leyes
de bienestar animal en todos los países occidentales, incluidos los
suramericanos, y crecimiento de la facturación mundial en el negocio de la
mascota. No hay duda. El enemigo de la tauromaquia no es enemigo local o
nacional, ni siquiera nacionalista, sino transnacional. Y que el enemigo ya no
es siquiera tal o cual multinacional que ha usado y usa a personas, grupos,
partidos… sino, precisamente, haber logrado introducir en el ADN ético de las
últimas generaciones, las que ahora llegan al poder, que el bienestarismo
animal es un logro de ética humana.
Es por esta razón evidente que toda acción local, o
localizada en un país, sobre la tauromaquia, se nos antoja ya algo desubicada
en tiempo y espacio. Hace una década una estrategia local habría tenido más
sentido. Hoy, con el bienestarismo animal globalizado (deberíamos
acostumbrarnos a llamar a las cosas por su nombre de pila) minando los mercados
del toro en Venezuela, Colombia, Francia, Portugal, México, Ecuador, Perú,
España… algo llama a una unión global. En esos países, en el mismo espacio y
tiempo, se están aprobando leyes del bienestar animal que prohíben, de facto, a
la tauromaquia.
Nos consta que en México hay grupos unidos que están
invirtiendo tiempo y dinero para sostener la tauromaquia. Aquí hay en marcha
una Fundación. En Francia hay ya elementos creados. En Colombia hay un germen
constitucionalista victorioso con Felipe Negret…. Vemos como lógica obligada la
necesidad de una línea transnacional de acción. Sobre todo porque nuestra pelea
ya es contra una idea, una mentalidad, un ADN social, un rasgo cultural en las
generaciones actuales, que consideran al bienestar animal como un derecho y un
logro de los seres humanos.
Ya no sirven los argumentos que, hace una o dos décadas, nos
habrían servido: los económicos, ecológicos, los culturales. Son ciertos pero
no sirven. Son reales, pero no sirven. Solos ya no sirven. Dichos sólo acá o
allá no sirven. Porque ya no luchamos contra algo que no sea una percepción
social mayoritaria. Luchamos contra la aplicación de unos de los grandes logros
del ser humano durante el siglo XX, el bienestar, a los animales. Luchamos
contra el bienestarismo animal, un movimiento que no ha necesitado manifestarse
en la calle para incrustarse en la mente de varias generaciones. Su gran plaza,
su gran manifestación, ha sido en Internet.
Se trata, a partir de ahora, de desmontar pacientemente esa
idea social de que bienestar animal es igual a mejor ser humano. Que el buen
trato es el mascotismo y su mercado. Insistir día a día en la idea del animal
como objeto de mercado y de consumo, insistir en la hipocresía del mal trato
animal que se ha convertido en el negocio del siglo XXI. Insistir en colegios,
en el día a día, en los medios, en nuestras vidas diarias. Tal y como lo
hicieron “ellos” desde principios de los ochenta. Señalar al bienestarismo como
el auténtico maltrato animal.
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