El sevillano cortó una oreja en
la cuarta de abono a una corrida de Torrestrella, "fue una tarde
importante para mí". *** "Ahora es un momento bueno para triunfar.
Los compañeros han abierto hueco y ya nos tienen en cuenta a los jóvenes".
JUAN DIEGO MADUEÑO
Javier Jiménez es el tercer rubio de Espartinas, localidad
sevillana situada en una zona en la que el toreo es polución, se respira.
Torero por generación espontánea, como su hermano Borja, y estudiante de
Derecho por convicción, se formó en la exigencia y sombra del tótem Espartaco.
Fue novillero puntero y ahora es un matador a la búsqueda.
Este martes cortó una oreja en la Feria de Abril a la
corrida de Torrestrella, una tarde como meta volante en el mapa desplegado. Se
encontró con dos toros que "sirvieron mucho", cuenta a EL MUNDO. Era,
junto con la alternativa en 2015, su tercera tarde como matador en la
Maestranza.
"El primero de mi lote tuvo calidad, acertó el
presidente en aguantarlo porque estaba justo de fuerza: era un toro para darle
sus tiempos y torearlo bien, con la muleta cosida y despacio. Me permitió
hacerlo y ofrecí esa nueva dimensión que busco", aunque el trofeo llegó en
su segundo. "Tuvo más transmisión y lo pude entender, pero me quedo con la
primera faena. Creo que me pasé un poco, que sobraron los últimos ayudados. La
gente entró pero ya me precipité al matar y el medio espadazo no fue
suficiente, pensé que se echaría", reconoce.
"Uno siempre quiere más", continua, "pero
esta oreja me da mucha ilusión para seguir entrenando y luchar. Anímicamente es
importante". La evolución mostrada el martes es el resultado de varios
inviernos, proceso paciente de decantación.
"Desde que me apodera José Luis Peralta, estos cinco o
seis años, he cambiado poco a poco, cada temporada lo noto. Es muy
perfeccionista. Junto a él y mis subalternos corrijo mucho, me ayudan. Busco
poner algo más, ser menos mecánico, refinar mi concepto".
"Antes", confirma, "era un poco más guerrero,
ahora intento mezclar esas dos vertientes, ponerle un toque de pasión, torear
con estética, que es lo que llena, y en las cercanías estoy a gusto. Estoy
sacando lo que ya hacía en el campo".
Un concepto en el que tienen cabida "cada vez más
toreros diferentes: Espartaco, Morante, Juli, Castella, Urdiales, Finito de
Córdoba... y Perera, que siempre me ha llenado por la manera de estar en la
plaza y por como es, esa forma de torear la he tenido presente desde que
empecé".
En esa aventura, Madrid fue otro 'checkpoint', el fielato de
Las Ventas que traspasó el pasado 15 de agosto. "De los días importantes
míos, de verdad, en una plaza de toros. Di las dos versiones que llevo dentro.
Tengo un recuerdo muy bonito, además el cartel era apasionante, con el maestro
Frascuelo, ejemplo de afición, y Ángel Teruel, en un día tan madrileño como el
de la Paloma".
Y ambas tardes tienen algo en común. "En esos dos días
he dado pasos pequeños pero muy firmes. Así tiene que ser. Lo que algunos
recorren en dos yo lo hago en cinco y no pasa nada. Sé lo que quiero, tengo un
objetivo: he encontrado el camino", subraya.
Hasta entonces, el vacío después de la alternativa.
"Toreé mucho de novillero y me sirvió profesionalmente. Es un proceso
difícil pero echando la vista atrás es lo mejor que me ha pasado. El verano
después de la alternativa fue jodido, porque siempre se quiere torear, pero me
sirvió para reflexionar, madurar como torero y persona. Ahora tengo la ilusión
y la obsesión de mejorar, con eso todo es más llevadero. Todo esto es
entrenamiento para cuando llegue el momento, que llega. Sé que es así y el
camino es duro. Es importante tener la confianza de las personas que te rodean
y la tengo", confiesa.
Javier Jiménez forma parte de ese ramillete de toreros
jóvenes anteriores a la revolución. "Gracias a los triunfos fuertes de los
compañeros es más fácil para todos, se han abierto huecos y echan cuentas a los
jóvenes. Todo ayuda. Este es el mejor momento para triunfar", escudriña el
discípulo de Espartaco padre, maestro de la escuela de Espartinas.
"Me ayudó mucho, pero también exigía, daba igual que
fueses más grande o pequeño. Y eso fue la mitad de lo que exigió a Espartaco.
Aquellos años fueron bonitos y duros, tuve la suerte de que el Ayuntamiento de
Espartinas y la junta de Andalucía nos apoyaron mucho a los novilleros en esa
época: aún se habla de aquellas novilladas televisadas".
El cartel ideal, pues, tiene nombre y apellidos.
"Espartaco y mi hermano. Mi ilusión hubiera sido compartir cartel con el
maestro, de luces. Tengo un poco envidia de Borja", ríe Jiménez. Mientras
tanto, termina Derecho. "Empecé por obligación. No es un plan B, quiero
ser torero y vivir de esto, pero hay que estar formado. Ahora quiero terminar
porque esta sociedad exige mucho. Me quedan siete u ocho asignaturas",
ataja.
Y es positivo con el momento que vive el toreo. "Se ha
pasado mal, son muchos ataques. Aún así, creo que estos momentos vienen bien.
Después de todo nos hemos unido. La Fundación va a hacer cosas buenas y en la
manifestación de Valencia ya se vio que tenemos fuerza. Los antitaurinos se
quedan sólo con los dos minutos últimos de la lidia, ni siquiera ven la faena.
Ignoran el resto. No saben que el toro no existiría sin la Tauromaquia, estaría
en zoológicos. El toreo es parte de nuestra cultura, se lleva dentro. Hay que
defenderlo bien", remata.
¿Ahora qué? "Mi apoderado decidirá. Ojalá sirva la
oreja en Sevilla, pero yo no me tengo que preocupar por ello, hay que seguir
entrenando. Sé donde quiero ir, lo he encontrado. Servirá seguro".
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