Paco Ureña
pincha al mejor toro de la desfondada corrida de la A coronada; Diego Urdiales
firma la más bella faena sin espada; Morenito sin opciones con un lote vulgar.
Diego Urdiales |
ZABALA DE LA SERNA - SAN SEBASTIÁN
Diario ELMUNDO de Madrid
Pesaba el cuajo del carifosco victorino de
apertura. Un volumen portentoso. De ballena gris. Como si no fuera a caber en
los brazos limitados del proporcionado Diego Urdiales. Los cánones clásicos en
la lidia. Desde las verónicas exclusivamente a derechas porque el toro se
quedaba muy cruzado para el lance a izquierdas. La media genuflexa tuvo sabor.
Como genuflexo fue el camino marcado hasta los medios como prólogo de faena.
Sobre la boca de riego desembocó una trinchera monumental. Urdiales entendió
perfecto al victorino de Rubens, como si la embestida a media altura para su
encaja naturalidad, lo contado del viaje para perderle pasos y su seria nobleza
para obedecer a los vuelos estuvieran hechas en molde para él. Por una y otra
mano Diego se colocó con pureza, ofreció su verdad y dibujó una triada de
naturales tatuados ya en la retina de la memoria. El modo añejo de andarle al
victorino en el epílogo, sobre las piernas, por los costillares, conectaba con
los tratados de los viejos lidiadores. Había soñado la música, habían retumbado
los oles, pero se presentó esa especie de temor al triunfo del que tantas veces
escribía Villán para explicar la glorias marchitas con la espada de El Cid en
Madrid. Adiós a la oreja.
El siguiente victorino bajaba una cuarta y 40
kilos. Más clara la pinta. Escaso el poder. Más bien ninguno. Adalid majó dos
pares gloriosos. Morenito debutaba en Illumbe por la vía de la sustitución de
Ferrera. Nada pudo hacer. El victorino o perdía las manos en el toque o se
quedaba en los lazos de las zapatillas.
"Mateo" se llamaba el tercero. Flexible
como un gato, cárdeno oscuro, astifino de alfileres. Y un pitón derecho de
categoría por su humillación, por la manera de estirarse tras la muleta. El
lado izquierdo del victorino representaba el reverso tenebroso. Por debajo del
capote ya se lo marcó a Paco Ureña, que brindó a sus apoderados, los Chopera.
Por los gestos se traducía un agradecimiento por haber devuelto los toros a
Illumbe. Y por hacerle la presentación aquí. Ureña se descalzó e inició por
bajo de la faena. Corrió la mano derecha en tres tandas de compás abierto. Bien
pero como si no se lo acabase de creer. Las fatiguitas de la muerte pasó en los
intentos al natural, pero remontó en el regreso a la diestra. De otra forma la
ejecución. Más retrasada la muleta, que asomaba, no entera, tras una mayor
verticalidad y un menor pescueceo. Ahora cambiaba la mano por la espalda para
rematar las rondas por pitón bueno del toro. Y sonreía ante las palmas y las
ovaciones. La fe se agrietó de nuevo con la espada y el posible premio se
redujo a un saludo desde el tercio.
De la flexibles hechuras de "Mateo"
pasamos al basto cuerpo de "Escriba". Basto, manso y parado. Illumbe
en su reaparición sigue sin definir el toro de San Sebastián. Urdiales ofreció
todas las posibilidades y el pecho. Mas ni por la izquierda, por donde el
victorino había apuntado algo más en un quite de Morenito bellamente dibujado,
funcionó. El personal agradeció la sincera forma de estar.
Ni por lo sobresaliente de la A coronada ni por la
alimaña de Albaserrada rompió un quinto vulgar al máximo. Sin terminar de
humillar, ni pelear, ni entregarse. Sin maldad tampoco. Ni para la clase ni
para la guerra. Así, tal cual, con sobrado oficio, Morenito de Aranda cumplió.
Decisión más que juego de brazos tuvo el saludo de
Paco Ureña a la verónica al hondo sexto. Lances como rebanás. En la bodega del
victorino tampoco habitaba la casta que se había concentrado en el tal
"Mateo". La determinación de hacer de tripas corazón siguió
presidiendo la faena de Ureña con las medias arrancadas, los topetazos y
frenazos del gigantón de fino hocico. La pretendida disposición volvió a
desaparecer con la espada. Y punto final a la Semana Grande de la vuelta de los
toros a San Sebastián. Volveremos, como dijo MacArthur.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Illumbe. Domingo, 16 de
agosto de 2015. Última de feria. Unas 6.000 personas. Toros de Victorino Martín, de desiguales tipos y
hechuras; el voluminoso y apretado 1º obedeció a media altura; de gran pitón
derecho y humillador el flexible 3º; sin poder ni pasar el flojo 2º; basto y
parado el 4º; vulgar un 5º que ni descolgó ni se entregó; un mulo el hondo 6º.
Diego
Urdiales, de azul cobalto y oro.
Tres pinchazos y estocada (saludos). En el cuarto, media y descabello
(saludos).
Morenito
de Aranda, de tabaco y oro. Estocada
pasada y desprendida (silencio). En el quinto, pinchazo, media tendida y
descabello. Aviso (silencio).
Paco
Ureña, de verde manzana y oro.
Dos pinchazos, puñalada en los bajos, estocada que hace guardia y descabello.
Aviso (saludos). En el sexto, dos pinchazos y estocada rinconera (saludos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario