El rejoneador alicantino llevó a
cabo dos faenas en las que intercaló toreo fundamental y guiños al tendido.
Sergio Galán obtuvo un trofeo.
PACO AGUADO
EFE
Más que con los clásicos pasodobles, que tan bien suenan en
esta plaza, la corrida de rejones que abrió hoy las Corridas Generales bien
pudo haber comenzado al ritmo de Riders on the storm, la famosa canción de The
Doors, como banda sonora. Ni Marcial, eres el más grande, ni España cañí le iban para
nada a la tormenta con que se abrió el festejo, con el mismo prólogo de lluvia
y truenos que tiene el tema que cantaba Jim Morrison.
En ese contexto, con la gente aferrada a los paraguas y
cubierta con chubasqueros, era difícil caldear un ambiente ya de por sí frío,
hasta que Andy Cartagena tiró de un repertorio poco ortodoxo, pero siempre
infalible en casos extremos para conseguirlo.
Tanto con su primero, que tuvo una gran calidad y un rítmico
galope en sus embestidas, como con el quinto, más reservón en su
comportamiento, el alicantino desplegó todo una exhibición de alardes de doma
que, dejando de lado la ortodoxia del toreo a caballo, fue lo que más le llegó
al público bilbaíno en toda la tarde.
La forma de arrodillar a sus caballos, de subirlos al
estribo de la barrera, de hacerlos bailar y balancearse, de ponerlos de manos
espectacularmente y otro largo etcétera de números más circenses que toreros, y
siempre lejos de la cara del toro, pesaron más en el balance que cualquier otra
circunstancia.
Otra cosa fue el escaso ajuste con que Cartagena ejecutó las
suertes, la desigualdad con que clavó banderillas y la excesiva participación
con los capotes de sus auxiliadores durante la lidia de sus dos toros, a los
que cortó sendas orejas solicitadas con fuerza por el siempre fácil y festivo
público de los festejos de rejones.
Otra oreja más le cortó Sergio Galán al sexto toro, en la
que, paradójicamente, fue la menos lucida de las dos faenas que realizó el
conquense, pero que tuvo premio por rematarse a la primera con el rejón de
muerte.
Mientras que a éste, un toro muy parado, le atacó con más
rapidez y le lidió con menos ligazón, fue con su primero con el que Galán se
mostró más templado y haciendo un rejoneo más armónico que tuvo su cenit en un
sensacional par de banderillas a dos manos sobre Trópico.
Analizado desde la óptica más seria del arte ecuestre, el
mejor toreo de la tarde llevó la firma de Hermoso de Mendoza. Su labor con el
primero fue perfecta e impoluta, aunque sin ese punto más de chispa y emoción
que le faltó al enemigo.
Con todo, fue labor digna de una oreja, que si no se pidió
fue tanto por la frialdad ambiental de la apertura de plaza como por el hecho
de que a esas alturas la gente estaba más pendiente de resguardarse de la
lluvia que de sacar los pañuelos.
Gran nivel tuvo también la actuación del navarro con el
cuarto, al que puso la fibra que se echó en falta en el anterior y
especialmente cuando sacó al castaño Disparate, un caballo valentísimo con el
toreó con pureza y verdad, sin salirse nunca del radio del mayor riesgo.
Pero esta vez fueron dos pinchazos previos los que dejaron
sin premio la mejor faena de la corrida, que, sólo basada en la más estricta y
meritoria ortodoxia, no tuvo ni aditivos ni colorantes.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Ángel Sánchez y Sánchez,
despuntados para rejones, de buena presencia y hechuras, por bajos, hondos y
rematados de carnes; y de buen juego en general por su nobleza y ritmo, a
excepción de quinto y sexto, más reservones.
Hermoso de Mendoza, rejonazo trasero (silencio); dos pinchazo
y rejonazo contrario (gran ovación).
Andy Cartagena, rejonazo muy trasero (oreja); pinchazo y
rejonazo contrario (oreja).
Sergio Galán, cuatro pinchazos y rejonazo arriba
(silencio); rejonazo trasero (oreja).
La plaza de Vista Alegre se cubrió en sus dos terceras partes, en tarde
de tormenta y lluvia casi permanente.
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