KIKE ROSALES
Habría que decir que la corrida de Táriba obedeció al
compromiso de los “tariberos”, ellos, ante la ausencia por segundo año de las
corridas en las ferias de la Señora de la Consolación (patrona del Táchira)
decidieron tomar el asunto en sus manos y dar un mano a mano entre Erick Cortez
y Marcos Peña “El Pino”. Para que la cosa se pusiera más dura llovió desde la
mañana pero algunos hechos nos demostraron que ser taurino es una militancia
dónde se pone el pecho a la brisa y no solo se dice de la boca para afuera, a
pesar de la lluvia hubo una regular entrada, que no se esperaba por el día
gris.
Quizá, eso tenga que ver con lo que ocurrió temprano, en La
mañana hubo un acto especial, el lugar dejó de llamarse “Coliseo Perla Del
Torbes” para tener el nombre de Hugo Domingo Molina, quién recibió un homenaje
más que merecido, además se le hizo en vida, su nombre tiene mucho que ver con
las ferias en Venezuela, su empeño como ganadero está más que demostrado y su
afición no tiene macula alguna, es creo uno de los actos donde todos los
taurinos (extrañamente) o al menos un altísimo porcentaje están de acuerdo.
Su emblema es la ganadería Rancho Grande, más allá de las
cosas que consiguió como empresario su orgullo es el hierro que se convirtió en
un icono del estado, cuando Rancho Grande anda bien las cosas son de buen ver
pero cuando sucede lo contario pasa igual que con el Deportivo Táchira, la
molestia no se mide a medias; es decir, que en esos casos no hay color gris, es
de esperarse y que bueno que sea así porque entonces lo que trató de luchar él
a lo largo de su vida se quedaría en un intento aburrido de ser “solo un
ganadero” y no en un ente que se convierta en “sentido de propiedad” de la
gente, cuando salen bien los toros triunfó el Táchira, cuando es al contrario
el error se achaca a él.
Una placa nos dice que en su Táriba lo que comenzó a ser un
recinto deportivo se convirtió en una plaza de toros, a la que pusieron el
nombre de alguien que es muy conocido en el mundo único de las corridas y que
decidió esa tarde como hecho curioso regalar un toro (al que le cortó dos
orejas El Pino) Cuando pocas veces se ven obsequios de este tipo en actos como
este, cuando vemos los arteros ataques que recibimos los taurinos sin
defendernos como debe ser, entonces podemos pensar que quizá en unos años
pasarán preguntando los niños a sus padres quién era el hombre por el cual
lleva el nombre la plaza de Táriba, seguro les dirá: “creo que fue alguien qué
una vez regalo un toro”.
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