El presidente Matías roba la
puerta grande a la faena más rotunda y profunda de la feria y deja en una oreja
la apoteosis del torero de Velilla con el quinto de Garcigrande; el maestro de
Chiva vuelve a deleitar a Vista Alegre y suma otro trofeo; Perera sin suerte y
sin espada.
ZABALA DE LA SERNA
Bilbao
Diario ELMUNDO de Madrid
Fotos: EFE
El bochorno propio de los días de humedad y fuego de Bilbao
no afectó a Enrique Ponce lo más mínimo. Apenas un viento racheadillo incomodó
más. Ni una gota de sudor en su rostro. Como si jugará al toro con los 598 kilos
del voluminoso cinqueño de Domingo Hernández un chaval de 44 castañas. La
cintura cimbreada del junco de la Albufera para recrearse desde los doblones de
oro, el pase de la firma, el cambio de mano. Todo fue a más por el divino don
del temple en una faena planteada en el tercio. Cada tanda de redondos crecía
en repóker y el de pecho que no se acababa nunca camino de la hombrera
contraria. Cuando el maestro de Chiva presentó la izquierda engarzada a un
molinete, el toro amagó con irse demasiado cerrado en tablas. La cabeza del
Minotauro: en un visto y no visto ya estaba fuera de las rayas para dibujar el
toreo en redondo, caídos los hombros, mecida la cadera, la naturalidad de los
elegidos, la verticalidad ligada, la lenta muleta que asomaba como una media llama.
Rugió Bilbao ante su consentido como en una reverencia de oles, palmas y
abrazos. La muñeca izquierda giraba los vuelos de la roja tela y uno y otro
natural. El arte de birlibirloque. Y la elasticidad de las dobladas del epílogo
aireadas con un abaniqueo la mar de torero. La estocada fulminó al grandullón
pajuno de Domingo Hernández por el rincón de Ordóñez. La oreja se sintió con
verdadera fuerza. Y así cayó.
Ponce puso un listón altísimo. Como una espoleta retardada
para El Juli. Julián atacó en tromba desde los lances a pies juntos. Desatado
como el viento en mitad de la faena. Perera había respondido antes por gaoneras
a un quite julista de chicuelinas y cordobinas. Después del arranque de tres
pases cambiados por la espalda, el Juli siguió huracanado. El mediano toro de
Garcigrande traía una nobleza mediocre que a veces arrollaba. Pero quien estaba
por arrollar era el matador de Velilla. Incluso cuando con la zurda el viaje no
se rebosaba. La eléctrica conexión con los tendidos surtió su efecto: la salida
de la rectitud en la suerte suprema dejó una estocada baja que se obvió. Nada
que ver el trofeo con la pieza cobrada por Ponce.
Bajó el nivel un punto más con la presentación terciada del
tercero, un negrito despistado, suelto y corretón que no se llevó puesto a
Guillermo Barbero de milagro. No había celo ni empeño en el garcigrande
mansito. El antitoro de Perera, que pasó con decoro y una soberbia estocada que
lo tapó todo.
La decadencia de la bravura siguió con un fino, astifino y
engatillado cuarto que desarrolló el vicio de escarbar con la cara entre las
manos. Lo que más puede mosquear a un torero junto a la falta de fijeza. Ponce
consiguió darle ritmo a una serie sin quitarle la muleta de la cara. Pero desde
ahí el ejemplar de Garcigrande abundó en su afán de minero, reculando y cada
vez más remiso. Por fuera lo tocaba EP sin obtener mayores frutos más que
defensivos testarazos. Negada la embestida, no pasó nada.
La verdadera respuesta de El Juli a la obra del Tourmalet de
Ponce que había dinamitado la tarde surgió con el quinto. Su abanta y huida
aparición sembró un halo de desencanto que se quedaría atrás con una faena
superior. Cerebro privilegiado el de un torero tremendo, que consintió, esperó
y se fue con la profundidad que rompía en los flecos de su inmensa muleta.
Asentado, encajado, acinturado y templadísimo, la izquierda a rastras, dormida
y honda catapultó Vista Alegre. La despaciosidad adquirió tintes de estatua con
la mano derecha. Cumbre en el compás con la embestida siempre humillada y
rendida ahora al poder. El mejor Juli del año sin duda y sin fisuras. Los
circulares invertidos alumbraron un cambio de mano acongojante. Parado el reloj
del tiempo. A todo sumaban los pases de pecho que se rebosaban en el más allá.
Perdida la ayuda, Juli se enredó por luquecinas sin espacios, los pitones
lamiendo la banda de la taleguilla, el valor y la raza. La plaza se erizó como
una sola voz de admiración, el grito atávico de admiración a los héroes. Hacia
tiempo que no se veía Bilbao tan rotundamente de acuerdo. Todos menos un
hombre: el presidente Matías. Midió con escuadra y cartabón la estocada trasera
como no había mirado el anterior espadazo; Matías lo que debería medirse un día
es su estulticia. A salvo el prestigio de Vista Alegre, los tendidos se
desgañitaban por la segunda oreja clamorosamente solicitada. Justamente
exigida. Pero en sus cálculos entraba ser el protagonista, el convidado paria
de la fiesta. Y se negó en rotundo. Juli dio dos vueltas al ruedo en medio de
la aclamación popular. Otra puerta grande afanada a una afición que necesita
creérselo para volver.
Perera no se quería quedar atrás. Pero la espada le negó lo
que su templanza prometía con un sexto toro que decía poco. De rodillas había
prologado y casi de rodillas debía pedirse perdón por pinchar de forma tan
inocente.
El tributo rendido de despedida a El Juli elevó los
decibelios del adiós a Ponce. Ya ves la machada, Matías. Vaya usted con Dios
que el infierno de los malos aficionados ya lo tiene ganado.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Domingo Hernández
(un 1º grandón, bastote y pajuno) y Garcigrande,
de diferentes hechuras, remates y seriedades; el abanto 5º rompió y se entregó
con extraordinaria profundidad; de vulgar nobleza sin finales el mediano 2º;
sin celo el terciado, mansito y desentendido 3º; escarbador y acobardado el
fino 4º; manejable y a menos el 6º.
Enrique Ponce, de azul pavo y oro. Estocada rinconera
(oreja). En el cuarto, media estocada defectuosa y dos descabellos (saludos).
El Juli, de rioja y oro. Estocada baja (oreja). En
el quinto, estocada trasera. Aviso (oreja, fuerte petición y dos vueltas al
ruedo).
Miguel Ángel Perera, de malva y oro. Gran estocada (saludos).
En el sexto, tres pinchazos y estocada honda. Aviso (saludos).
Plaza de toros de Vista Alegre. Jueves, 27 de agosto de 2015. Sexta de
feria. Tres cuartos de entrada.
Enrique Ponce |
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