Dos toreros a pie y un
rejoneador. Ventura estuvo cumbre en uno y cumplió en otro. Perera se mostró
firme y El Juli pareció un fantasma a su lado. El torero extremeño se llevó de
cara la corrida.
CARLOS CRIVELL
Diario ELMUNDO de Madrid
Fotos: EFE
Este tipo de festejos mixtos no acaban de convencer al buen
aficionado. De entrada, el rejoneador da una vuelta al ruedo recogiendo palmas
tras el paseíllo, mientras que los matadores cambian la seda por el percal y
ensayan verónicas al aire.
Los toros de rejones, ya se sabe, salen al ruedo
reglamentariamente arreglados. Los que lidian los toreros a pie suelen lucir
defesas astifinas. No parece que se pueda establecer la menor competencia entre
toreros a caballo y a pie. En esta corrida los honores se los llevó con todo
merecimiento Miguel Ángel Perera, que sorteó el mejor lote, pero que se mostró
pletórico para que ambos astados lucieran sus cualidades. El Juli, por contra,
pasó en un visto y no visto.
Diego Ventura |
El rejoneador de esta corrida fue Diego Ventura. Estuvo
sensacional con el primero de Sampedro, buen toro, sobre todo con Nazarí, que
mantiene su tono de temple único en las dos pistas cerca de las tablas. En el
día que murió uno de los caballos más grandes de la historia, Cagancho, es
bueno que la afición se identifique con los que han seguido su estela para
engrandecer el arte del toreo a caballo. Nazarí es uno de ellos. En su actuación
de ayer, como si se tratara de un homenaje al caballo desaparecido, Ventura
hizo verdaderos prodigios sobre su cabalgadura estelar. Su faena, rematada de
un certero rejón de muerte, mereció las dos orejas. Pagó el problema del toro
que abre plaza.
El cuarto, un berrendo en tipo Cubero, no sirvió para nada.
Ventura no sacó a Milagro y mantiene apartado a Sueño. El toro fue birria y
solo los alardes espectaculares de Chalana lograron elevar el listón. No acertó
con la muerte y descabelló pie a tierra sin la ayuda de los auxiliadores.
En lidia ordinaria, cuatro de Victoriano del Río justitos de
presencia y de juego variado, aunque en general mansos. Se salvó el tercero,
más repetidor y con una soberbia capacidad para humillar.
El Juli |
El Juli pasó por Málaga como un fantasma. Es cierto que se
enfrentó a dos toros deslucidos, pero una gran figura del toreo debe dar una
imagen distinta en una plaza de primera. No se recuerda ningún lance brillante
del madrileño. El primero de su lote, manso, se abría mucho por su tendencia a
salirse de la suerte. El Juli toreó a distancia en los primeros compases de la
faena y bajó la mano para que el toro no huyera a tablas. Lo consiguió a
medias. Tampoco anduvo muy certero con la espada.
El quinto, con cuatro años recién cumplidos, fue malo de
solemnidad. Sin movilidad, el toro fue un regalo que El Juli se quitó de encima
tras unos breves intentos por el pitón derecho. Se paró el toro y Julián dio un
mal concierto con la espada. Una mala tarde sin paliativos. Las reses pueden
ser malas, pero una figura debe demostrar los motivos por los ocupan ese
privilegiado lugar. El Juli pasó por La Malagueta como un fantasma.
Miguel Ángel Perera entendió y encauzó de forma perfecta la
embestida del tercero, un toro que se movió bien con las fuerzas justas y que
humilló una barbaridad. El trato de Perera mejoró su condición, sobre todo
porque logró que el temple, siempre milagroso, afianzara al burel y metiera la
cara con clase. Lo mejor del de Victoriano fue su capacidad para humillar.
Perera comenzó con los cambiados por la espalda y toreó largo y templado por
ambos pitones con enorme firmeza y trazo perfecto. Al buen aficionado, que
alguno queda, le gustó que no abusara del arrimón y que pusiera el broche de su
labor con unos ayudados muy rematados. Mató de forma eficaz y paseó la oreja.
Le puso colofón a su tarde en el sexto, toro manejable sin
gran clase, con el que el extremeño estuvo firme desde los doblones por bajo
del comienzo hasta el final de su faena. Surgieron tandas de toreo por ambos
pitones de cite largo, mano baja y mucho mando. Al toro no le quedó más remedio
que embestir a su muleta, siempre bien colocada para ligar en el sitio de la
verdad. Ahora se explayó en su toreo de cercanías que es tan celebrado. Lo mató
de una estocada caída y aunque el personal pidió las dos orejas, el palco lo
dejó en un solitario trofeo. Se supone que valoró la colocación de la espada.
El enfado de buena parte de la plaza fue de época. Perera dejó su pabellón muy
alto en La Malagueta.
FICHA DEL FESTEJO
Dos toros para rejones, despuntados, de Sampedro, bueno el primero y manso y descastado el cuarto. Para
lidia ordinaria, cuatro toros de Victoriano
del Río, justos de remate y de juego variado. 2º, manso con movilidad: 3º,
noble justo de fuerzas; 5º, manso y deslucido; 6º, noble y justo de casta.
Diego Ventura, una oreja y saludos.
El Juli, de turquesa y oro, pinchazo y estocada muy
trasera y caída (saludos). En el quinto, dos pinchazos, media y tres
descabellos (silencio).
Miguel Ángel Perera, de pizarra y oro, estocada trasera y
desprendida (una oreja). En el sexto, estocada caída (una oreja).
Plaza de La Malagueta, 20 de agosto de 2015, 5ª de Feria.
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