Las
protestas de las cuadrillas delante del ministerio de Trabajo no dejan de ser
un síntoma más de la peligrosa resurrección de las dos Españas alentada por sus
políticos
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
La cosa se ha puesto fea y aunque algunos quieran
quedarse con la foto fija del dudoso escrache a la nefasta ministra Díaz en no
sé qué acto de Toledo la realidad es otra. El gobierno de España, o parte de
él, prefiere agarrarse a sus dudosos postulados ideológicos hasta el punto de
rozar la prevaricación. Todo, antes de favorecer la tramitación de las ayudas
que necesita el proletariado del toreo para sobrevivir. Está muy bien ponerse
estupendo, afear el comportamiento de las alas más exaltadas del gremio o decir
–rendidos a la demagogia más absoluta- que los toreros no pueden pasar hambre
cuando uno de ellos se ha comprado un casoplón y tal y tal... ¿Qué tiene que
ver la fortuna de una figura con el sueldo de un banderillero, un picador o un
mozo de espadas? El ninguneo sistemático al sector ha llevado a estos extremos
indeseados para todos pero es que, más allá del debate taurino o antitaurino,
está en juego el pan de centenares de familias que lo están pasando mal, muy
mal mientras algunos se dedican a azuzar a una España contra otra y a poner
sellos de buenos y malos.
Por la boca muere el pez
Parece que las protestas podrían haber calado, al
menos fuera del búnker podemita del ministerio de Trabajo. Y hablando de la
ministra, se ha hecho la mártir doliéndose del presunto escrache en esas redes
que hacen bueno el viejo dicho: por la boca muere el pez. Rastreando en cuenta
personal encontramos esta pasmosa declaración: “los escraches son la única arma
que tienen los que sufren la crisis para defenderse”. Sus amiguetes Pablo e
Irene, emparejados y residentes en Galapagar, se apresuraron a condenar los
actos presuntamente violentos que amargaron la jornada toledana de doña
Yolanda. El caso es que Iglesias, antes de comprarse esas chaquetas que le
vienen tan grandes comentaba que dichos escraches “son un mecanismo democrático
para que los responsables de la crisis sientan una mínima parte de sus
consecuencias”. La señora Iglesias –de soltera Irene Montero-, a la que tiene
colocada en el gobierno del Reino de España, tampoco quería ser menos.
“Escrache no es acoso, es interpelar a los diputados para que hablen con
nosotros y no nos den la espalda”. ¿Las cosas son buenas o malas según quién
las provoca? No hay más preguntas...
¿Podría haber solución?
Afortunadamente en la hipertrofiada mesa del
consejo de ministros hay algunos perfiles más moderados. Uno de ellos es el de
Rodríguez Uribes, ministro de Cultura, que ha vuelto a salir a la palestra
después de todo el follón con unas declaraciones publicadas en ‘El Periódico de
Extremadura’. El ministro anuncia una enmienda al decreto de apoyo al sector
cultural por la crisis económica y sanitaria derivada del covid-19. Se trataría
de ubicar, sin el más mínimo resquicio a la duda, al mundo del toro en las
ayudas prometidas, sacándolo de la tierra de nadie en la que ahora se
encuentra. Rodríguez Uribes está lejos, lejísimos de ser considerado un
taurino. Su entusiasmo por este fabuloso es perfectamente descriptible pero
tampoco se le puede negar que ha sido el único ministro del babélico e
ingobernable gobierno del señor Sánchez que se ha dignado a escuchar, recibir y
alentar –sin demasiados resultados hasta ahora- al sector. Sus declaraciones
son inequívocas: “Estamos hablando de trabajadores muy vulnerables, de gente
muy sencilla del mundo de la Tauromaquia, no de las estrellas y grandes toreros
que no necesitan ninguna ayuda económica”.
Pero ojo, no podemos pretender vivir de
subvenciones. El sector tiene que ponerse en marcha. Desde ya: empresas y primeras
figuras. Algunas administraciones autonómicas están dando verdaderas
oportunidades para reactivar el sector. En Andalucía, con el 50% del aforo
permitido se van a dar toros en Huelva y en El Puerto de Santa María además de
algunos ruedos menores. Desde esa perspectiva no se entiende que la empresa del
llamado primer ruedo del mundo –hablamos de la plaza de toros de Las Ventas-
haya tirado la toalla anunciando la suspensión indefinida de la temporada. El
problema, una vez más está dentro. Casas infló interesadamente el canon de
explotación del embudo madrileño y ahora no está dispuesto a poner en marcha
una programación taurina que le obligaría a desembolsar la pastora imperio. ¿El
asunto tiene solución? Vaya usted a saber...
En la muerte de Finito de Triana
La desaparición de Antonio Martínez, el gran
Finito de Triana, es un capítulo más del triste descaste de esa gran generación
de grandes toreros y mejores hombres sin la que no se puede entender la
historia del toreo según Sevilla. El ‘Fino’, con esos achaques y dolores que
arrastraba desde hace tanto, era de esa pasta especial, un tío como la copa de
un pino que resolvía con maestría la difícil ecuación de respeto, humildad y
categoría que adorna a los grandes. Hablar de Finito es poner en pie toda una
época de la historia del toreo. Antonio pertenecía al paisaje humano más
inconfundible de esta ciudad, en especial de esa orilla derecha de la que tomó
su nombre de guerra. Se han marchado ya muchos compañeros de esa generación
–Pío, Luque Gago, Curro Puya y tantos otros- que torearon a las órdenes de los
colosos. Formaban –y siguen formando- la familia más reconocible del mundillo
taurino sevillano. Va por ellos...
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