lunes, 27 de julio de 2020

El último tributo a los toros en Barcelona

Se cumplen diez años de la prohibición de la lidia en Cataluña. El Tribunal Constitucional anuló en 2016 la abolición, pero ningún empresario ha querido organizar una corrida
CRISTIAN SEGURA
Diario EL PAÍS de Madrid

El único tributo a los toros en Barcelona pasa tan desapercibido como la historia de la tauromaquia en Cataluña. El Parlamento catalán aprobó hace diez años, el 28 de julio de 2010, la ley que abolía las corridas en su territorio –no así los correbous, alegando que en las fiestas como la del toro embolado, el animal no muere. La medida entró en vigor en 2012 y desde entonces, el toreo ha ido perdiendo más y más adeptos en la comunidad autónoma, difuminándose como las fotografías de Francesc Català-Roca que decoran la llamada Casa dels Braus, edificio vecino de la plaza de la Monumental, el último homenaje a los toros en la capital catalana.

Con la Monumental dedicada a fiestas y conciertos, y la antigua plaza de las Arenas reconvertida en centro comercial, solo la Casa dels Braus muestra destellos taurinos a los barceloneses. Son imágenes en blanco y negro, muchas degradadas por el paso del tiempo, pero la mayoría continúan visibles en medio centenar de terrazas del edificio que construyó Antoni de Moragas en 1959. Son fotografías impresas y plastificadas sobre planchas de madera que ocupan la cubierta de los balcones, instantáneas dedicadas a diferentes momentos de la corrida y tomadas por Català-Roca en la Monumental. Como la del picador cara a cara con el toro que tiene Giovanna Stein en su terraza. Stein es brasileña y lleva un año residiendo en este apartamento de la Gran Via, justo donde empieza el nudo de les Glòries y el ruido del tráfico a última hora de la tarde se vuelve insoportable. “Cuando entré a vivir, pensé que lo de la foto era algo de la propietaria, pero luego me contaron la historia del edificio, también lo de la prohibición de los toros”, cuenta Stein. No es un espectáculo que le guste: “A la gente joven le importa más el respeto por el animal que la tradición”, dice Stein. Las estadísticas le dan la razón: desde 2010 y hasta 2019, el número de festejos taurinos en España disminuyó un 42%, según datos del Ministerio de Cultura.

Cuando llegó la prohibición, solo había una plaza activa en Cataluña, la Monumental, propiedad de la familia Balañá. No se llenaba, y si se cubría la entrada era en gran parte gracias al turismo. Paco March, veterano crítico taurino y expresidente de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, confirma que la afición ha ido a menos, con tan solo seis o siete peñas activas que pueden sumar un centenar de socios. Gerard Mas, director del medio digital Va de Braus y miembro de la Unión de Taurinos y Aficionados de Cataluña (UTyAC) asegura que en esta asociación cuentan con 150 miembros activos.

Críticas a Balañá

March opina que las instituciones en Cataluña no han sido propicias para ellos. Se indigna, dice, porque ni siquiera el torero y actor catalán Mario Cabré tiene un recuerdo en su ciudad. “Lo único taurino que hay oficial en Barcelona es en el museo de carrozas fúnebres del cementerio de Montjuic, donde exponen la de Joselito El Gallo”. Lo más triste, coinciden March y Mas, es que no se haya celebrado ninguna corrida más en Barcelona. El Tribunal Constitucional resolvió en 2016 que la abolición por parte del legislativo catalán invadía competencias estatales porque la fiesta de los toros está declarada patrimonio cultural inmaterial del Estado. March y Mas señalan a los Balañá como los únicos que pueden hacer que los toros vuelvan a Cataluña: la Monumental está lista para ello y es de su propiedad, a diferencia de otros cosos taurinos catalanes, como el de Olot o Tarragona, que son de titularidad pública. “Los Ayuntamientos, también en Barcelona, pueden poner multitud de impedimentos administrativos, pero si Pedro Balañá Mumbrú [nieto del fundador del grupo que lleva el apellido] celebró en 2019 en una de sus plazas el retorno de los toros a Mallorca, ¿por qué no lo hace aquí?”. La respuesta, según March y Mas, es que Balañá no quiere problemas: “Aunque solo alquilara la Monumental, los políticos se enfrentarían a él. La repercusión sería para él, para sus cines y sus teatros”, dice March. “La gran pregunta es qué motivos frenan a Balañá. Suponemos que es porque puede afectarle a otros negocios”, añade Mas, que se muestra convencido de que hay afición suficiente en Cataluña para llenar la plaza si se organizará un nuevo espectáculo taurino.

José Moya, vecino de la Casa dels Braus desde hace 23 años, explica que la vida en el barrio no ha cambiado sin las corridas de los fines de semana en la Monumental. A Moya no le gustan los toros, no los echa de menos, pero tampoco se manifestaría en contra si volvieran. Nada que ver con otros vecinos más jóvenes del edificio consultados por este diario –adrede con la intención de manipularle en su opinión-, radicalmente opuestos a esta posibilidad.

El portero de la finca atiende a EL PAÍS en una recepción decorada con detalles de una chaquetilla de torero, imágenes también de Català-Roca. No quiere opinar sobre los toros o sobre las fotos, “para eso hay que hablar con el presidente de la comunidad”, aunque sí avanza que las fotografías de los balcones podrían ser restauradas próximamente, porque el edificio está catalogado con un nivel de protección que así lo requiere. El estado de deterioro actual muestra que no ha habido prisa para remozarlas, como tampoco ha habido prisa para que los toros vuelvan a Barcelona.

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